Jaula De Cristal

La Reina de Sombras

El castillo de Lysia, que alguna vez resonó con ecos de risas infantiles, ahora vibraba con una quietud opresiva. Sus muros, impregnados con siglos de sufrimiento y secretos, parecían haber absorbido la esencia misma de los que habían sido atrapados en su interior. El aire era espeso, cargado con una energía oscura que palpitaba como si el castillo estuviera vivo, respirando al ritmo de su nueva soberana: Lyra.

Desde su trono, Lyra observaba el castillo con una mirada fría, casi calculadora. Su cuerpo, ahora vestido con un manto negro como la noche, se erguía con autoridad. Había abandonado la niña que alguna vez fue, transformándose en una figura sombría, llena de poder y control. Su rostro, antes dulce y ansioso por el amor de su hermana, ahora estaba marcado por la frialdad de la obsesión cumplida, reflejando la naturaleza que había heredado de generaciones pasadas.

En sus ojos, brillaba un fuego oscuro, un reflejo de la transformación que había atravesado. Lyra había alcanzado su objetivo, no solo dominando a Selene, sino tomando el control completo de la familia y su legado maldito. Las sombras que la rodeaban parecían adherirse a ella, como si ya no pudiera desprenderse de ellas, como si su poder fuera uno con el propio castillo.

La Rebelión de la Sombra

Pero mientras Lyra se sumía en su nuevo rol de soberana, Selene seguía atrapada en su existencia rota, reducida a una simple posesión. Su alma estaba atrapada, una marioneta que no podía hacer más que observar desde lo más profundo de su ser. La resistencia de su espíritu había disminuido considerablemente, su mente llena de vacíos, como si fuera incapaz de pensar con claridad. La magia del cinturón había dejado una huella profunda en su alma, como un pozo sin fondo donde sus pensamientos se desvanecían sin retorno.

Sin embargo, había momentos, breves como destellos, cuando el alma de Selene se rebelaba, cuando los recuerdos de su vida antes de la prisión volvían a su mente como ecos distantes. Recuerdos de la niñez, de las tardes soleadas que pasaba con Lyra antes de que la oscuridad los consumiera. Pero esos momentos de lucidez eran cada vez más débiles, opacados por la fuerza de la magia que dominaba su ser.

Una noche, mientras la tormenta rugía afuera, con truenos que sacudían los muros del castillo, Selene tuvo una visión. En su mente, vio el rostro de su madre, un rostro marcado por la obsesión, el mismo que había llevado a la familia a su ruina. La madre de las gemelas, que una vez había usado el cinturón mágico para atrapar el amor de su esposo, el padre de las gemelas, ahora parecía estar atrapada en el mismo limbo que ella misma.

La visión se desvaneció tan rápido como llegó, pero dejó en Selene una sensación palpable, un sentimiento de desesperación más profundo que nunca. La maldición de la familia, la misma maldición que había comenzado con su madre, ahora estaba con ella, más fuerte que nunca, y no había forma de escapar. La angustia le apretaba el pecho, y en su mente retumbaban las palabras de la mujer espectral, el alma atrapada en la misma prisión que ella.

El amor que nos consume nunca cesará, Selene. Es nuestro legado. Es nuestra perdición.

El Ascenso de Lyra

Mientras tanto, Lyra, ajena a las luchas internas de su gemela, observaba la tormenta desde el alto ventanal de su trono. La lluvia golpeaba las ventanas, pero a Lyra no le importaba. Su mirada estaba fija en el horizonte, en un lugar donde solo ella podía ver la verdad. Había alcanzado la cumbre de su poder, pero aún había algo que la perturbaba, una sensación extraña que no podía identificar. La imagen de su madre y su abuela, de las generaciones que habían usado el cinturón para consumir el amor de sus seres queridos, la atormentaba.

— Madre... — susurró Lyra, mirando hacia el vacío — ¿Por qué me dejaste este legado? ¿Por qué no me lo dejaste más claro?

Su alma, por un instante, se llenó de una sed insaciable, un deseo de entender la magia del cinturón en su totalidad, de controlar no solo a las personas, sino el propio castillo, las sombras que se deslizaban a su alrededor. De repente, Lyra se levantó, sintiendo cómo la atmósfera del castillo se intensificaba a su alrededor. Las paredes comenzaron a susurrar, como si los ecos de los muertos atrapados en el lugar respondieran a su llamada.

— ¡Ahora!— gritó Lyra, su voz resonando por todo el castillo. — ¡Este castillo es mío! ¡Este es mi dominio!

De pronto, una ráfaga de energía oscura recorrió todo el lugar, llenando cada rincón con una sombra tangible. Las almas atrapadas, los espíritus condenados a vivir eternamente entre las paredes del castillo, comenzaron a moverse, pero no como antes, no como simples ecos de lo que alguna vez fueron. Ahora, bajo el control de Lyra, se alinearon ante ella, reconociendo su autoridad.

La Prisión de las Almas

Selene, de pie, observaba todo desde su lugar, atrapada en su propia pesadilla. Sentía cómo las sombras la rodeaban, cómo el castillo parecía cerrarse sobre ella, como si la fuerza de la magia estuviera apretando cada rincón de su mente. La lucha en su interior era casi insoportable. El cinturón, que ahora parecía fusionado con su alma, la asfixiaba. Cada vez que intentaba resistir, sentía cómo el lazo mágico se apretaba más fuerte, ahogándola lentamente, llevándola cada vez más lejos de la posibilidad de libertad.

— No te resistas, Selene. — La voz de Lyra, fría y dominante, llegó a sus oídos, rompiendo la quietud de su mente. — No puedes escapar.

Selene levantó la vista y vio a su hermana, ahora completamente transformada en la soberana de ese castillo maldito. Su figura, antes angelical y dulce, ahora era una sombra de poder, de locura. Selene, que alguna vez había sido su igual, ahora solo era un objeto, una posesión más en el reino de su hermana. Y Lyra, viéndola desde su trono, entendió lo que debía hacer.




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