JC parecía un niño normal, como cualquier otro de su edad. Su madre María, ama de casa, siempre lo cuidaba como su mayor tesoro. Su padre José, carpintero de profesión, trataba de educarlo lo mejor que podía.
Desde su concepción, hubo un halo de misterio en su entorno. Su nacimiento no fue nada fácil, si bien no tuvo mayores complicaciones para madre e hijo, ésta se encontró sin tener un lugar apto para dar a luz a su primogénito.
Ese año el Gobernador dio la orden de que todo el mundo fuese empadronado en su ciudad natal. Tanto José como María eran de Judea y encontrándose en Galilea, debieron emprender el viaje con María embarazada casi a término.
Al llegar a Belén, José decidió ir a la casa de sus parientes pero cuando llegaron se encontraron que estaba llena de otros familiares que como ellos, vinieron a la ciudad por el mismo motivo. María no se sentía muy bien por el largo viaje y presentía que pronto nacería su hijo. José preocupado, salió a recorrer la ciudad en busca de alguna posada donde alojarse, pero ya no quedaba lugar en ninguna, la ciudad estaba repleta de gente que vino para el censo.
Al contarles a sus parientes lo que ocurría, la única solución que encontraron fue que se quedaran en la planta baja de la casa, donde dormían los animales. Fue así que JC nació en un pesebre.
Pasados los días, llegó a la ciudad la noticia de un nuevo edicto del Gobernador, el cual, sintiéndose amenazado por el rumor de que había nacido el futuro rey de los judíos, mandó a buscar y matar todos los niños menores de 2 años. Enterados de semejante noticia, José tomó la decisión de marcharse del país con su mujer y su hijo inmediatamente.
Fue así que yo los pude conocer. Perseguidos por las autoridades, venían escapando y escondiéndose donde podían. Sabían muy bien que sus vidas corrían peligro. Cuando pasaron por mi ciudad, buscaron un lugar donde quedarse a descansar luego de viajar por varios días. Escuché su historia e inmediatamente les ofrecí mi casa para que se quedaran todo el tiempo que precisaran.
Allí reposaron por unos días hasta retomar el viaje y continuar alejándose del peligro inminente. Cuando me dijeron que debían continuar su viaje, decidí sin más acompañarlos.
Luego ya establecidos en tierras lejanas, se sintieron más tranquilos y seguros para continuar con sus vidas. El niño comenzó a crecer y al llegar a la edad de 3 años, su madre pudo notar algo especial en su hijo, pero no quiso contárselo al padre para no alarmarlo.
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Editado: 19.02.2020