Odio las mañanas.
Odio la humedad.
Odio la lluvia... no espera, la lluvia si me gusta, bueno ahora mismo odio todo. Incluso a mi lindo pero inalcanzable jefe, de solo pensar en él mi estómago cosquillea.
Es inalcanzable, Samara. Él no es para ti ¿cuando lo entenderás? ¿Quizá nunca?
Lo debería embriagar. Ya se que esta mal, no se alarmen y no comiencen a incendiar mi rancho, es una broma.
-¿Está bien señorita? -me pregunta una anciana a mi lado, mi ceño se frunce sin comprender la pregunta -, estás volteando los ojos hace algunos minutos y comienzo a asustarme ¿necesitas un médico o el baño?
Las mejillas se me calientan de vergüenza cuando los demás pasajeros me miran -Estoy bien, sólo tengo dolor de cabeza.
-Pensé que tendría que llamar a un exorcista.
Le brindo una sonrisa de boca cerrada en total incomodidad, ¿ven lo que me hacen hacer?, miró al reloj de mi muñeca comenzando a entrar en pánico ¡llevo diez minutos de retraso! Ni una mamada hará a ese hombre quitar la cara de culo, mi pie comienza a piquetear el piso bajo ellos impaciente. Me voy a quedar sin trabajo, no puedo quedarme sin trabajo ¿cómo pagaré mis deudas? ¿mis estudios? Cuando el bus para en mi parada no se me ve ni la sombra al bajar con rapidez, en el camino me llevo malas miradas por los empujones nada agradables que les brindó.
Cruzó la calle sin ver el verde o rojo solo cruzó claro lo único que me logra frenar es el maldito coche blanco a punto de atropellarme pero frena a tiempo y alzo la mano golpeando con fuerza el capó quemando por la fuerza aplicada y lo caliente de esta.
-¡¿Pero que es lo que te pasa demente?! -sale un tipo de ahí todo alterado.
-¡¿Qué me pasa?! ¡me pasa que eres un puto animal para conducir!
-¡Y tú una mamerta que no sabe cruzar la calle! ¿Acaso nunca te enseñaron tus padres a cruzar la calle?
Le saco el dedo de en medio -Jodete tonto, no tengo tiempo para tus estupideces.
Y con eso salgo corriendo queriendo no llegar tan tarde como lo sospecho. Al doblar a la esquina deslumbró el edificio de dos plantas que es el lugar donde trabajo con un diseño antiguo de Italia. Una cafetería ambientada en la hermosa Italia. Se supone que estaría un año mientras conseguía algo mejor pero ya van hacer tres y no consigo mi gran oportunidad.
Saludo a las personas sentadas en las mesas de afuera, sonando la campanilla con mi entrada y ganando la mala mirada de Samuel, Cristina me mira con una pequeña sonrisa cuando me ve y soy ignorada por Jeffrey quien atiende una mesa de chicas hormonales por sus tatuajes.
-Llegas tarde -señala cuando estoy por cruzar a la cocina.
Peino mi cola de caballo con una risa nerviosa.
-¿Tarde? Es temprano ¿no será que te adelantaste a la hora?
Me da una mirada severa con esos ojos azules -No estoy para juegos.
-Lo sé -me acercó un poco -, mi gato tiene diarrea y tuve que hacerme cargo de el.
-No tienes gato.
Mis ojos se abren como plato, a veces soy tonta.
-Acabo de adoptar uno.
Una sonrisa aparece en sus labios -Samara te despediría si no fuese por estos comentarios tan divertidos.
Suelto un suspiro de alivio -¡Gracias Samuel, no es que quiera ser floja!
Me lanzó sobre él buscando un abrazo rodeando su cuello pero solo deja palmadas sobre mi espalda, me basta con eso.
-Ve por tu uniforme -ordena.
Asiento sin dejarlo ir -Eso haré.
-Pues ve.
-Si -sigo sin dejarlo ir.
-Samara -advierte.
Pongo los ojos en blanco antes de dejarlo ir e ir en busca de mis cosas, Samuel me gusta desde hace un año pero él siempre deja en claro cuanto me quiere como si fuese su hermana menor como si pudiese adivinar mis sentimientos por él, quizá se deba a que tampoco soy muy discreta. Samuel siquiera es cuatro años mayor que yo pero según sus palabras soy como Pamela, su hermana menor.
Aunque Pamela sea rubia, talla de modelo, ojos mieles y yo sea talla de modelo de coca cola, ojos color verde y cabello color chocolate, si... muy parecidas.
La tarde me la pasó lanzando miradas en su dirección como una loca enamorada apreciando su cabello miel con un corte a la moda, su cuerpo atlético, sus labios finos, su altura, su forma de respirar, la forma en que me mira enojado por estarlo viendo en vez de estar trabajando.
Aparto la mirada avergonzada comenzando a pasar un trapo limpio por la caja registradora y cuando deja de verme tan severo boto el aire contenido de mis pulmones, los chicos se ríen de mi siendo Cristina la que se acerca.
-Enserio, eso jamás va a pasar.
-¿Cómo lo sabes?
Ella se encoge de hombros -¿No te das cuenta? Eres hermosa, pareces una modelo sacada de revista de alta costura y encima le tiras gatos al tejado cada oportunidad al alcance ¿qué ha hecho él? Darte puras señales claras en neón "¡No va a suceder!"
Muevo mi mano despreocupada -Pronto caerá, él no lo sabe pero terminaremos casados con seis hijos.
-¡¿Seis?! -dice alarmado Jeffrey pasando a la cocina con platos sucios -, quieres un equipo de fútbol prácticamente.
-En teoría son casi doce -corrige la de cabello gris.
-¿Enserio? La loca está habla sobre tener seis hijos con alguien que tiene un cartel en grande diciendo "¡No me toques que te pateo!" Y me corriges a mí.
Pongo los ojos en blanco -Él no tiene ningún cartel negandome la oportunidad de ser la mujer de su vida.
-Claro -bufan ambos.
Los miró mal -Pronto me amará.
-Oh por supuesto, solo debes ponerle un hechizo y verás como cae rendido -bromea él.
-No me importa lo que digas, yo se que pronto mis sueños se harán realidad.
-¿Saben cual es mi sueño? -nos interrumpe nuestro jefe -, el día que ustedes tres se pongan a trabajar en vez de sentarse en una esquina a echar chisme como un par de vecinas chismosas.
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Editado: 29.09.2022