Je Te Hais

3

La hermana de Samuel se veía preciosa en aquella ropa, casi me hizo sentir pequeña o poca cosa. No se porque me sorprendía, la tipa iba por el mundo siendo una de las mejores modelos.

Cuando sus ojos cayeron en mi sonrió —Estas preciosa —sus largos brazos me rodearon dejando algo de su melena en mi rostro —, ¿ya te dio el anillo?

—No —forme un puchero, alce la mano colocandola sobre su rostro ante la gran diferencia de estatura.

A lado de ella parecía una pequeña pila de helado con cola de caballo.

—No te desesperes, ahora que tengo estos días de visita lo obligaré a que se comprometa contigo.

—¿Ahora eres casamentera? —se mofó el de ojos verdes.

—A veces no resulta —su mirada transmitió mucho más que burla.

Él asintió —Tendrás que tener una buena posima si quieres que se fije en ella.

—¿Qué tengo de malo?  —me crucé de brazos ofendida.

Me ojeo como si fuese obvio —Oh nada de malo, para un vagabundo hambriento.

—¿Qué cosa? —apreté los puños a mi costado —, ¿sabes quién podría fijarse en ti? Una persona ciega, porque eres tan feo que cuando los doctores te vieron quisieron regresarte porque creyeron que eras una abominación.

Apretó los labios asintiendo —Pues tú eres tan simple que cuando vas por la calle te confunden con un árbol.

—Y tú eres tan tonto que si existiese una categoría en los récords mundiales te hubieras llevado el primer lugar cada año seguido ¡de tu vida!

—¡Y tú eres tan enana que hasta las hormigas podrían pisarte!

Mis labios se abrieron ofendidos que agarre un poco de crema pastelera y se lo embarre en el rostro.

—Y tú eres tan amargado que ni esta crema pastelera podría empalagar a alguien si la comiera directo de tu tonto y feo rostro.

Ambos pechos se alzaron agitados, nuestras miradas no dejaron de verse como si el hacerlo le declarase victorioso al otro, y ninguno de los dos quería eso, ni se inmutó cuando la hermana de Samuel sostuvo su rostro entre sus manos y paso la lengua por la mejilla pálida del hombre.

—Que rico chica, tienes buena mano para esto.

—¡Exigo una disculpa! —se levantó.

Sonreí —Adelante, la espero.

—Tuya, quiero que te disculpes —aclaro.

Resople —Jamás, ni porque me caiga un piano.

Se quedó unos segundos en silencio sonriendo ante el pensamiento malévolo que le cruzó. De seguro había imaginado cómo me caía el dichoso piano, pero no me importó, yo también podría imaginarlo siendo perseguido por... bueno no se, por algo.

—Basta chicos —pidió la hermosa modelo —, ¿vamos a casa? Estoy cansada.

Negó apartando la mirada y aproveché para con rapidez parpadear mis adoloridos ojos.

—Ve tú, yo tengo mi habitación de hotel y... —me volteo a ver teniendo que poner una rígida postura de superioridad —, hazme un sándwich que tengo hambre.

Chasqueo los dedos como si eso fuese suficiente para mandarme hacer las cosas —No soy una sirviente.

—Es casi lo mismo.

Apreté los labios buscando golpearlo pero siendo detenida como un cachorro asustado al ver entrar a Samuel, a mi hermoso y perfecto Samuel.

—¿Por qué no estás trabajando?

—Deberías despedirla —insito como si fuese el demonio malvado en su hombro —, despidela porque no hace bien su trabajo.

Enojada le mostré el dedo de en medio cuando nadie me veía luego me hice la tonta al ver de nuevo a Samuel —Estoy terminando de preparar las tartas de manzana.

—Amo esas tartas —chillo la joven —, necesito de esas para llevarme a casa. Por favor Samara, por favor.

—Todo por mi futura cuñada —Samuel me miro mal pero le lancé un beso —, no te hagas porque entre más me digas no sabes que más atraes el amor a nuestra relación.

Él colocó los ojos en blanco —Por milésima vez, no hay un nosotros, y no lo va a ver.

—¡No te escucho, no te escucho!  —me cubrí las orejas.

Samuel me sostuvo de las muñecas pero el forcejeo me hizo chocar con su pecho —Me escuchas.

—Siempre —le dije en un suspiro, viendo directo a sus ojos lindos.

—Amigo —se metió el sujeto, literal, me empujo hacia un lado ganándose mi puesto.

Lo miré mal acomodandome la cola de caballo casi queriendo sacarle la cabeza solo con la la mala mirada ¿que no vio que era mi momento? ¡que entrometido! Cruzada de brazos me quede parada esperando que terminara de hablar con mi futuro novio y en vista que se demoraba a propósito lo empujé sonriendo con dulzura al hombre bello.

—Samara.

—Amor.

—No soy tu amor —negó —, entiendelo Samara ¿si? Eres solo una chica la cual me agrada mucho como para no despedirla cuando llega todo el tiempo tarde.

Torcí los labios poniéndome de puntillas —De eso podemos partir, no lo ves ahora, no lo verás mañana pero si algún día.

—O nunca —aclaró dejando unas caricias sobre mi cabeza —, no estarás enamorada de mi toda la vida ¿verdad?

Sonreí al verlo nervioso.

—Entonces —me tomo de los hombros empujandome hacia un lado —, esta noche ¿qué haremos?

Me aguanté las ganas de pisarle el pie cercano pero lo que si hice fue colocarme a lado de Samuel poniendo las manos en la parte baja de mi espalda, haciendo muecas cada que él hablaba logrando irritarle. Sin poder aguantar un segundo más mi comportamiento de niña pequeña colocó su enorme mano sobre mi rostro haciéndome retroceder.

—Que mal educada —se quejó sin dejarme ver.

—Quítame tu sucia mano —trate de quitarme la manota sobre mi rostro.

—No lo haré —se movió como si estuviera haciendo algo.

Estire mi mano buscando ayuda de Samuel pero ni siquiera sentí alivio cuando me encontraba respirando en busca de aire a causa del torpe quien me había embarrado el rostro de crema pastelera.

—Pero mira, que te ves muy bien —se burló.

Enojada me avalance en busca de golpearlo pero por supuesto mi futuro novio no iba a dejar que golpeara a su amigo por lo que me tomó de la cintura evitando un posible ataque.




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