Jefe Encubierto

PRÓLOGO

  

—Dicen...—Eudis miró hacia todos lados de forma dramática. Volvió acercarse y el grupo cerró el círculo para oírlo mejor—, ¡que hay un infiltrado!...filtrado....filtrado.....—todos jadearon y se echaron hacia atrás, estupefactos. 

  

—¿Infltrado, cómo?—Inquirió Carmen. 

  

—¿Y dónde?—Le secundó Luenargo. 

  

—¿Y por qué?—Siguió Lorena. Quería escucharse desinteresada, pero estaba muy atenta a cada palabra. 

  

—¡¿Y quién?!—Gritó renato alarmado, llevándose la mano a la boca, preocupado. Él tenía mucha tela que cortar. En realidad, todos tenían mucha tela que cortar. Porque cuando el gato se iba, los ratones hacían fiestas.

 

Y vayas fiestas las que hacían esos ratones. 

  

Eudis se encogió de hombros. 

  

—Un infiltrado que quiere averiguar las mañas de los empleados. No sé en qué departamento esté. Pero de que está, está. Me imagino que es porque las cuentan no le dan porque...y agarrense que esta es la parte más bomba—Todos lo miraron ansiosos—. ¡Es el mísmisimo jefazo! azo...azo...

  

—¡Mierdeishon!—Vieron a Frungelsio, espantados. Carraspeó al recibir tanta atención—. Está fuerte, muy fuerte esa noticia—Asintió efusivo haciendo que su cabello de rastas se movieran—. Ahora debemos estar tranquilos, como las olas del mar, hermanos—Movió sus manos de forma ondulante—, y no cometer locuras. Ese jefe puede estar en cualquier lado—Cruzó sus piernas en la silla. 

  

Todos se vieron las caras por largos minutos y después de un silencio soltaron un «¡Nah!» al unísono y comenzaron a carcajearse. 

  

—¡El jefe nunca terminaría en el departamento de recreación!—Dijo entre risas Renato—. Es el último lugar donde vendría. No es idiota—Se carcajeron—Sólo tenemos que comportarnos ante los otros departamentos, del resto, podemos seguir haciendo de las nuestras. Calma pueblo que no panda el cúnico. Estamos a salvo y las escapadas a la discoteca, también. Amén. Todos digan amén.

—Amén.

—Amén....hermano—Dijo entre dientes el tal Frungelcio. Rio con ellos, aunque por dentro estaba maldiciendo a Luciano, su asistente. Acarició su barba falsa con pepitas de colores para armarse de paciencia. 

  Sí, era un idiota. No él ¡su asistente!

¿Cómo había terminado ahí? 

Bueno, esa era una larga historia. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.