—¡Necesito el informe de finanzas!
—Si, señor.
—Señorita Smith, hacen falta los informes de Marketing.
—Señorita Smith, un café.
—Señorita Smith…
—Acá pesar su almuerzo, pollo a la parrilla, con ensalada, sin cebolla y sin pimienta, con aderezo, y un toque de picante.
—Déjelo en el escritorio.
«Al menos unas gracias no va a hacerle perder dinero» pensé, pero me quedé callada delante de mi jefe.
Chris Bennet, el Ceo más codiciado por las mujeres de la ciudad. Las mujeres solteras y una que otra casada quería tener bajo sus sábanas a mi jefe. Pero pocas eran las afortunadas que tuvieron esa dicha.
Eso era lo que había escuchado en los pocos meses que me encontraba en la ciudad. Llegué a la capital y tuve la suerte de quedarme como la secretaria personal de Chris Bennet. Llevaba su agenda personal, el control de sus comidas e incluso asuntos personales como la lavandería. Y podía soportar todo ese tipo de tareas e incluso si me pidiera preparar su comida, pero su mal genio, prepotencia y arrogancia a veces la motivaban a renunciar.
Podía parecer algo extremo, pero el sueldo no era nada malo, al menos mi jefe no era tan tacaño como otros empresarios y por ese motivo soportaba sus desplantes.
—Señorita Smith, necesito que llame con urgencia al servicio de lavandería, mi ropa sigue en el apartamento. —ordenó.
—Ya lo hago, jefe. —Tenía la mala costumbre de nunca pedirlo con un por favor y tampoco agradecer. —. Señor Bennet, recuerda que hoy usted me autorizó un permiso para salir temprano. —hablé.
—¿Permiso? No recuerdo que usted me mencionara algo como eso.
—Se lo dije la semana pasada y usted me indicó que si podía faltar por la tarde.
—Hoy no podrá tener ese permiso, este día hay demasiado trabajo por hacer.
—Es que es importante…
—Señorita Smith, la próxima semana podrá tomarse un día de descanso, pero hoy no puede abandonar el trabajo.
—Pero…
—Señorita Smith, la lavandería.
Empuñé mis manos, este día no se trataba de cualquier fecha, hoy era mi cumpleaños y tenía planeado viajar para celebrarlo con mi madre y hermano. Pero al parecer al ogroso de mi jefe se le olvidó el permiso.
Regresé a mi escritorio, y decidí hacer la llamada, pero antes una mujer hermosa se puso frente a mi escritorio.
—Necesito hablar con el Chris. —habló. Sus labios estaban rojos, llevaba puesto una gran cazadora larga. Su acento er extranjero.
—Me dice su nombre para anunciarla con mi jefe.
—No necesita que me anuncie, él me está esperando. —Se giró y caminó hacia la puerta. Ni siquiera la detuve, el señor Bennet odiaba ser interrumpido durante las horas de su trabajo, pero no era justo lo que había hecho, en verdad quería pasar mi cumpleaños con mi familia y ahora por su culpa no podría hacerlo.
La mujer ingresó y cerró la puerta, los remordimientos se presentaron al instante. Odiaba ser una persona responsable y con conciencia, me levanté del escritorio y me dirigí de prisa a la oficina de mi jefe.
Abrí la puerta y me llevé tremenda sorpresa, la mujer estaba completamente desnuda.
Me tapé los ojos de inmediato.
—Lo siento, no quería interrumpir. —me disculpé.
—No está interrumpiendo nada, saque a esta mujer de aquí. —exclamó mi jefe.
—Chris, cariño…
—No se ni quien eres, vete de mi oficina —espetó mi jefe—. Señorita Smith haga su trabajo.
Levanté la cazadora y la puse sobre el cuerpo de la mujer, quien tenía sus ojos cristalizados, se sentía humillada. Y no era para menos, el señor Bennet estaba concentrado en su computadora y ni un segundo miró a la mujer.
—Señorita, por favor salga de la oficina. —la mujer colocó los botones de su cazadora, se giró y salió furiosa de la oficina.
—Cierre la puerta cuando salga. —habló mi jefe—. Y no vuelva a dejar pasar a locas a mi oficina.
—Si señor.
Al salir de la oficina ya no encontré, me ahorró un teatrito más y la posibilidad de usar a seguridad para desalojarla. Volví a sentarme en el escritorio y traté de avanzar mis tareas asignadas con la esperanza de salir a la hora y viajar hacia la casa de mi madre.
—Feliz noche Kari. —Una de las secretarias se despidió de mí, miré mi reloj, seis de la tarde, con diez minutos. Empecé a recoger mis objetos personales y los guardé en mi cartera. Me puse de pie en mi segundo paso.
—¡Señorita Smith! —su voz ogro resonó en mis oídos.
—Dígame, señor, —dije con una sonrisa fingida.
—La lavandería nunca llegó por mi ropa.
¡Rayos, lo olvidé por completo!
—¿No? ¿Está seguro señor?
—Muy seguro, solo espero que usted haya hecho la llamada.
—Lo hice. —mentí de manera descarada.
—Lleve esto a mi auto y después puede retirarse —me extendió su saco y lo recibí. Me di media vuela y me dirigí al ascensor.
El eco de mis tacones retumbaba por la recepción, así de vacío se encontraba. Ni siquiera el guardia de seguridad estaba en su puesto. Salí a la carretera y justo enfrente se encontraba el auto de mi jefe, intenté abrir la puerta para dejar su saco, pero estaba con seguro.
—¡Dios, ¿qué más puede salir mal este día?! —me quejé mirando hacia el cielo.
—¡Feeeliz cumpleaños!
Me giré y me encontré con la persona que menos quería ver en este mundo.
—¡Cariño, amor!
—No me hables de esa manera, no soy tu cariño, mucho menos tu amor. —Se trataba de mi exnovio Sergio. Nuestra separación no fue en buenos términos.
—Me costó mucho encontrarte, viajé kilómetros para venir a felicitarte.
—Vete de aquí, Sergio, no quiero verte. —Ingresé de nuevo a la recepción para huir de mi exnovio.
—Karin, vamos a hablar.
—No necesito hablar contigo. —Corrí hacia el ascensor para escapar y cuando las puertas se abrieron, mi jefe hizo presencia.