Jefe ¡soy su esposa!

CAPÍTULO 04

«—¿A dónde va señorita Smith?

Me detuve.

Tienes que ser valiente Karina. Me animé a mí misma. Podía seguir con la mentira mientras trataba de huir de su apartamento o contarle la verdad y suplicar por su perdón. 

—No se supone que es mi esposa, entonces ¿A dónde va?

Una mujer ofendida siempre ganaba una pelea ante un hombre. 

—Si soy tu esposa, pero ni siquiera te recuerdas de mí, no puedo quedarme en esta casa, cuando me consideras una desconocida. No entiendo nada de lo que pasa, en el hospital me aceptas como tu esposa y hace minutos dudas de mis palabras, ¿entonces? 

—Se siente confundida, cuando yo soy el que perdió la memoria, vaya ironía. 

—No pienso soportar tus desplantes y me trates como otra más de tus empleadas. —Estaba haciendo un buen papel de esposa ofendida—. Si reconoces mi nombre, entonces significa que estás recuperando la memoria. Llámame cuando te acuerdes de mí.

Y esperaba encontrarme muy lejos cuando recuperara la memoria y se diera cuenta de que todo esto era una mentira. Me giré para salir. En ese momento fue como si me gritaran 

“Corre, perra, corre” 

—Los siento… —bufó—. Lamento todo esto, pero no quiero que te vayas. 

Esto tenía que ser el fin del mundo, el apocalipsis inició. Mi jefe estaba pidiendo disculpas y suplicaba por mi presencia.

»Sé tu nombre porque lo escuché de la enfermera. Solo quería salir de aquel lugar y por eso acepté que eras mi esposa, pero en verdad no recuerdo nada de ti. Pero vi el anillo en tu mano y quizá tengas razón, tal vez si seas mi esposa.

¡El anillo! Olvidé por completo quitármelo. 

Era momento de hacer lo correcto. Quité el anillo de mi mano y me acerqué para entregárselo. Tomé su mano, pero él tomó mi muñeca. 

—Si te elegí como mi esposa, es porque debes ser especial. 

¡Dios mío! Nunca recibí palabras tan nobles de parte de mi jefe, en verdad me derretía. Mi deber moral no iba a permitir dejarlo solo en esta condición. No lo decía, pero a gritos me pedía que me quedara a su lado. 

—Está bien, voy a quedarme y lo primero es que te recuestes en tu cama, estarás mejor. 

—No, necesito que me cuentes todos estos últimos seis meses, cómo nos conocimos, nuestro matrimonio, todo que me haga recuperar la memoria. 

¡Dios! Cada vez me enterraba en un agujero con mis mentiras. 

—Lo haré, pero por hoy ya es suficiente, es mejor que descanses y con gusto cuando despiertes, te contaré todo. 

—Y ¿Cuál es el nombre de mi esposa? 

—Soy Karina Smith. 

Lo ayudé a levantarse del sillón. Ni siquiera conocía este sitio y donde se ubicaba cada habitación, así que dejé que él me llevaba. Llegamos a una puerta elegante color negro, La empujó con una mano e ingresamos. 

Se trataba de una habitación bastante amplia, una cama enorme en el centro de la habitación. Sus sábanas color negro le daban un toque de elegancia. Lo llevé hasta la cama y lo ayudé a que se acostara. Le quité los zapatos y lo acomodé con las almohadas. 

Me di cuenta de que se quedó dormido en esos pocos minutos que estuve allí. Así que decidí dejarlo solo para que descansara. Solté un fuerte suspiro al quedarme sola. No soportaba la presión, esto era un desastre. Regresé a la sala, no existía ni una sola fotografía, familia, amigos, novia, nada, solo adornos costosos. Fui al sillón en donde minutos antes mi jefe se encontraba y me recosté. 

Esos sillones eran tan cómodos, más suaves que mi propia cama. Puse mis manos sobre mi pecho y miré hacia arriba. Imaginé el rostro de mi madre y mi hermano, ellos no podrán valerse por sí solos si yo iba a la cárcel. Mi madre estaba muy enferma y mi hermano apenas cursaba la preparatoria. Mi padre murió hace años y desde entonces me hacía cargo de ellos. 

Siempre me comporté como una mujer correcta, pero tal vez era momento de dejar hacer cosas correctas para poder salvarme, esto estaba mal, pero si iba a demostrar mi inocencia, tendría que seguir con el plan de fingir de ser la esposa. No le estaba haciendo daño a nadie; no estaba perjudicando a tercero, mi jefe era un hombre solitario, aunque estuviera rodeado de mujeres. Este enorme apartamento era la evidencia de que nadie más lo acompañaba. 

 

(...)

 

—El señor Brennet, está muerto y usted va a la cárcel…

—¡No, por favor! Mi madre está enferma y mi hermano aún estudia, yo tengo que ayudarlos, no puedo ir a la cárcel, además eso no fue mi culpa. 

—Las pruebas dicen lo contrario, usted es la asesina. 

—No, eso no es cierto. Nunca fue mi intención hacerle daño. ¡Por favor no me lleve! No, no, no.

 

Abrí mis ojos, mi respiración estaba acelerada. Estaba en la casa de mi jefe, aún. Me levanté de prisa y fui a la habitación de mi jefe. 

Abrí despacio la puerta para no causar ruido y despertarlo. 

Seguía dormido tal y como lo hice de madrugada. ¡Estaba vivo! Solo fue un mal sueño. Me giré para salir, pero como en ocasiones era tan torpe, mis pies se enredaron y caí al suelo. 

—¡Auch! —me quejé. 

—Karina…—por primera vez escucha al señor Brennet llamarme por mi nombre y se escuchaba tan sensual en sus labios. 

—Estoy aquí. —me levanté entre quejidos por el golpe. 

—Necesito que me ayudes. 

—Claro dime. 

—¡Quítame este artefacto! Siento que me estoy ahogando. 

Ayudé que se pudiera sentar en la cama. Con delicadeza me acerqué a su cuello y busqué la manera de quitarle el collarín. Este hombre tenía una fragancia muy varonil, incluso recién levantado. Quité el seguro y se lo quité. 

—¡Listo!

—Al fin, me sentía con una cuerda atada. 

—Voy a prepararte algo para desayunar. 

Me tomó por la muñeca. 

—¡Siéntate!, necesito respuestas, porque no puedo comprender el hecho de que seas mi esposa. 



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En el texto hay: drama, jefesecretaria, amor celos

Editado: 06.01.2024

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