Jefe, tendré un hijo suyo

Capítulo XXIII

“Cuando el dolor es insoportable, nos destruye; cuando no nos destruye, es que es soportable”

Marco Aurelio

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Intento relajarme mientras hago ejercicios de respiración a fin de calmar la ansiedad y el nerviosismo que tengo desde la mañana, es demasiado extraño decir que a pesar que las náuseas y vómitos matutinos ya no los tenga constantemente, en está ocasión no suele ser por el mismo problema, más bien, ya no sé cómo controlar las emociones que no sólo han invadido todo mi cuerpo, sino que también, han ocasionado un efecto psicológico en mí al tener los mareos, dolores en la cabeza y el estómago.

Me quedo un instante sentada pero pronto me levanto para comenzar a caminar en círculos, de un lado hacia otro y mirando el techo; hace tiempo que no me había sentido igual y aún recuerdo la última vez que me sucedió esto, lo cual fue hace cuatro meses, en el baño de la casa de mi abuela en donde me hice la prueba de embarazo. Me muerdo los labios y me acaricio el cuello al sentir un pesor que me rodea de hombro a hombro, necesito un buen masaje que me relaje mi cuerpo, pero estoy muy segura que si me lo hago yo, no tendrá el mismo efecto que deseo.

— ¿Lista? —Aparece Tara en la cocina de la panadería.

Asiento con la cabeza para ver cómo que ella también se prepara junto con las demás para inaugurar nuestra panadería, no imagine que esté día hubiera llegado tan rápido con nuestro esfuerzo y dedicación; ni siquiera vi venir los días en que nos tomamos la delicadeza de arreglar el local, traer los instrumentos que ocuparíamos para elaborar el pan, los postres y por supuesto, elegir la carta del menú que tendríamos en nuestra pequeña tienda. Las manos me tiemblan y sudan que realmente hubiera sido de preocupar mis reacciones si no fuese porque me encuentro en un mar de nervios al no saber cómo será nuestro primer día en la panadería.

Siendo realista, no me espero que la panadería se llene hasta explotar, pero tampoco que se mantenga solitaria como si estuviera en medio de un desierto; al menos espero tener la suerte de que podamos vender algo, porque como desde un principio dejé claro, el dinero será tanto mío como el de mis amigas quienes aportaron en esto para que el local funcionara y por supuesto, tuviéramos ganancias en vez de pérdidas.

Salgo de la cocina para ir directo a la entrada principal en donde se encuentra mi grupo de amigas, cada una de ellas me espera para poder abrir las puertas del local y dar la bienvenida a los nuevos clientes; apenas me acerco a ellas cuando veo que han amarrado en las manecillas de las puertas de vidrio un pequeño listón rojo, les doy una mirada mientras dejo ir una risa al ver lo que han hecho, así que Nevenka dándome unas tijeras, escucho como Jelena dicen unas palabras antes de tomarlas.

—Haznos el honor, Dani. —Todas sonríen.

Suspiro logrando que mis hombros terminen por caer para luego darles una mirada final para agarrar las tijeras y pronto cortar el listón rojo a la mitad en donde mis amigas empezaron a aplaudir hasta que abrí las puertas de la panadería para empezar con las primeras ventas y clientes que llegaremos a tener.

Los primeros minutos fueron los más tensos y preocupantes que llegamos a tener ya que nadie se asomaba a la panadería, pero después de quince a veinte minutos luego de que las chicas ya se encontraban impacientes porque no había ni una señal de clientela, empezaron a llegar los primeros comensales, quienes no sólo se llegaron a impactar por el local, sino que también, al darles una prueba de ciertos panecillos o postres, se convencieron en llevar varios de estos para su familia.

Así que, para llamar más la atención de las personas, Tara y Tihana salieron de la panadería con dos bandejas llenas de panes y postres con el fin de que todo sujeto que se encuentren en la calle, pruebe nuestras delicias para luego pasar a nuestro local, no dudo que es una buena estrategia de marketing luego de que Alen haya sido quien nos asesoró para sacar adelante este negocio, así que espero que haya sido una buena opción hacer eso.

—Aquí tiene, vuelva pronto. —Nevenka le entrega una bolsa llena de Orahnjača y makovnjača[1] a una de nuestras primeras clientas.

—Muchas gracias. —Agradece la señora mientras se va con una sonrisa en su rostro.

—A pesar que es el primer día, nos está yendo muy bien —dice Nevenka guardando el dinero en la caja registradora.

—Tienes toda la razón. —Digo mientras veo a un nuevo cliente entrar.

Jelena aparece con otros postres más para dejarlos en el mostrador y otros en las bases de vidrio que están cerca de las ventanas del local para darle una atracción más a la panadería como también, para que las personas que caminan por el lugar, puedan admirar lo que se está vendiendo en la panadería; así que dejando que Jelena y Nevenka se encarguen de su puesto, me acerco a la clienta para poder atenderla y ayudarla con alguna compra que quiere hacer.

—Buenas tardes, bienvenida a la panadería Ibaiceta. ¿Le puedo ayudar en algo? —Me acerco hasta la señora mayor.

—Hola, hoy mis nietos llegaran a visitarme, ¿qué puede recomendarme para unos niños? —Miro el mostrador donde hay unos pasteles.

—Venga conmigo. —Ella me sigue.




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