Jefe, tendré un hijo suyo

Capítulo XXV

“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”

Tito Livio

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Escucho como tocan la puerta haciendo que musite un «pase adelante» mientras inclino un poco mis piernas para evitar unos dolores leves que provienen desde mi entrepierna hasta mi vientre; últimamente este nuevo mes ha ocasionado que tenga varios cambios de rutina en mi vida, ya no puedo estar mucho tiempo parada ni sentada, tampoco haciendo mucho esfuerzo físico, debo de estar tomando descansos si no quiero morirme del sueño, debo de dormir un aproximado de más de ocho años y por supuesto, han llegado los aceites naturales que además de esparcirlos por mi vientre hay otros que me echo en mi espalda haciéndome un poco de masaje que suele ser inútil porque mis brazos no me alcanzan y también estos me impiden mantenerlos trabajando por más tiempo.

Creía que el segundo trimestre de embarazo sería el más fácil de todos con escuchar que son los meses en los que las mujeres se mantienen balanceadas pero lo único que he visto de mí de forma controlada son mis humores, de ahí todo ha incrementado, dejando a un lado el apetito, los senos y el sueño que por lo regular es lo que más me tiene a borde todos los días.

— ¿Estás bien? Cyrene me mencionó que desde que llegaste no has hecho más que encerrarte en la habitación. —Dice Demian con preocupación.

Si supiera por todo lo que estoy pasando comprendería que a veces lo único que requiero es de estar sola o por lo menos que alguien pueda complacerme en mis deseos, pero que podrá saber él cuando no pasa en casa y apenas me da visitas constantes por la semana para saber mi estado de salud y la del bebé.

—Sí, fue un día pesado —Digo levantándome para sentarme en la cama.

—Si sigues así tendré que cambiar nuestro contrato e imponerte que este sea tu último mes de trabajar en la empresa. —Le hago un gesto molesto.

—No es culpa del trabajo, son los cambios que está teniendo mi cuerpo. —Justifico mis palabras.

Demian me da una de esas miradas de las cuales me evalua de cabeza a pies para asegurarse que todo va bien y no sólo trato de poner excusas ante mi estado anímico o por lo duro que se está volviendo mi trabajo ahora que estoy embarazada; aun así, aunque descubriera que no le miento y se dispusiera a buscar los cambios que tenemos las mujeres en su quinto mes de embarazo por Google, podría saber que tengo la razón.

— ¿Preparada para mañana? —Suspiré.

—No sé, no encontraron a mis testigos y sin eso, no sé qué podrá suceder con la decisión del juez —mencioné mientras juego con mis dedos.

—No te decepciones, siempre hay un rayo de luz entre la oscuridad —dejo salir una sonrisa.

— ¿Ahora das frases de reflexión? —Me burlo de él.

—Es una forma de apoyo. —Encoje los hombros.

Se acerca a mí para sentarse en una esquina de la cama, pero siempre manteniendo distancia, le ha crecido un poco la barba que siendo sincera se ve mucho más maduro de lo que sé ve otras veces. El perfil de su rostro podría haber sido hecho por los mismos dioses, pero sé que, en verdad, heredo unos espectaculares genes que cualquiera envidiaría; de forma silenciosa, veo sus labios, los cuales a pesar que son delgados podrían proporcionar un placer intenso con sólo probarlos o tocarlos… Y Dios, no puedo dejar de pensar en los músculos que oculta bajo esa camisa.

— ¿Estás seguro de querer ser mi testigo? —Enarca la ceja. —Sabes que tienes que decir la verdad sobre que eres mi jefe y… que estoy esperando un bebé de tu sangre. —Demian hace una mueca.

—Recuerda que lo importante no es mencionar aquello que está fuera del parámetro del caso. —Asiento.

—Si, pero, ¿cómo explicaras el asunto de que estuviste en el centro de natación? Porque siendo realista, tienes que dar una buena argumentación para que no crean que tú y yo… —Le doy mi punto de vista.

—Lo tengo todo planeado, no te preocupes. —A pesar de su justificación aún sigo teniendo mis inseguridades.

La verdad, es que no sólo temo en que el juez no le crea cada palabra a Demian, sino que tengo miedo también de lo que piensen los demás cuando sepan que es mi jefe y sin decir que pueden crear teorías de ellos que logren que el caso le dé la ventaja a Tomislav antes que a mí; otro punto es que no se encontraron a las dos testigos y hasta entonces, mi palabra no tendrá mucho sustento y credibilidad sino se encuentran a aquellas dos mujeres que pueden ayudarme a que gane la demanda.

— ¿Cómo va el embarazo? —Abro los ojos sorprendida con el interés del otro asunto.

—Bien, ya sabes que la otra semana nos toca ir al obstetra de nuevo. —Le hago el recordatorio.

—Te veo fatigada. —Hago una mueca.

—Me duele la espalda, he intentado darme unos masajes por mi cuenta, pero han sido inútiles —Le comento. —Y no le pediré algo así a Cyrene y llamar a un masajista no está en mis planes. —Digo con desconfianza.

Se queda callado un instante como si estuviera analizando mis palabras, pero la verdad es que no estoy de mucho humor para proseguir o mantener la conversación, lo único que viene a mi cabeza es que un baño caliente en la bañera pueda quitarme un poco el dolor de espalda, pero no sé qué tan probable sea eso.




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