“Sólo hay una fuerza motriz: el deseo”
Aristóteles
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Cautivada.
Esa es la palabra correcta para definir este momento en que veo el mar a lo lejos mientras Demian conduce por las calles estrechas de Atenas en donde se puede ver el gran imperio greco desde su cultura tradicional hasta la elegancia y belleza que deslumbra la ciudad; el día se ha mantenido en movimiento por ser fechas vacacionales, añadiendo que el clima es fresco, nada comparado al de Croacia que en este tiempo se mantiene frío, bueno es de esperar cuando allá estamos en una altura alta mientras que aquí cerca del nivel del mar.
Pronto veo como dejamos la ciudad atrás para pasar por calles menos pobladas, llenas de casitas con colores suaves pero no pasteles y con flores de colores vivos que adornaban a su alrededor o enredaderas que cubren paredes de hogares con un color verde muy vivo; la verdad es que los detalles arquitectónicos son esquicitos y hermosos, llena de historia como de antigüedad.
Me siento extrañamente nerviosa, no por haber acompañado a mi jefe en una de las fechas más importantes del año sino porque es primera vez que conoceré un territorio muy… No, mejor dicho, demasiado privado que nadie traspasaría el límite a no ser que fuese su familia o alguna persona muy cercana a él. Sin embargo, aquí me encuentro en Atenas, Grecia, yendo al hogar de Demian y quedándome en ese lugar durante tres semanas que quisiera verlas como unas buenas vacaciones de las que disfrutare al máximo, lo malo de esto, es que tendré que conocer a su familia y también pasar con ellos la navidad y año nuevo, lo cual implica tener que ocultar la verdad del embarazo a pesar que la madre de mi jefe ya lo sabe.
Demian se detiene en frente de un portón de rejas negras que por encima tienen unas lindas enredaderas con flores de color fucsia que resaltan el verde mostrándose como si fueran una melena de cabello rizado. Las puertas se abren por sí solas para luego él manejar hacia dentro de su propiedad, apenas sube el auto en una pequeña colina para darme cuenta que no se trata de una mansión o una villa, más bien, se trata de una casa hogareña ni tan grande pero tampoco pequeña.
— ¿Has alquilado una casa? —Le pregunto antes que salgamos del auto.
—No… —Responde extrañado. — ¿Por qué?
—Es que… Esto no parece tu estilo —le muestro la casa, apuntándola con las manos.
— ¿Sabes de mis gustos? —Pregunto con dureza.
—Bien, quizás no, pero es… —Suspiro derrotada — ¡Compréndeme Demian! Eres serio en todo y está casa, parece de cuento, cálida y hermosa, algo de lo tú no eres así… Ay… Mejor cierro mi boca. —Salgo del auto.
No tengo las palabras adecuadas para expresarle que lo que estoy viendo no es usual en él, quisiera poder entenderlo pero es difícil, sé que Demian es alguien diferente cuando está conmigo que cuando nos encontramos en la empresa, pero a veces sigo sin poder creer aquello que lo deja ver como un auténtico hombre, sé que no puedo pedir más de lo que él no puede darme o aunque sea mostrarme, sin embargo, quisiera explorar si estos días mi querido jefe es diferente y si esa actitud dulce y tierna que mantiene conmigo solo de forma oculta, demuestra el verdadero hombre que es.
Escucho como empieza a sacar mi maleta de auto para entrarla a su casa, así que tomándola rápido antes que se la lleve, empiezo a caminar, pero sin pensarlo pronto él la agarra de mis manos para intentar quitármela, pero me esfuerzo a que no lo haga cuando no la suelto y lo asesino con la mirada para que pueda entender que también quiero ayudarlo.
— ¿Comenzamos? —Pregunta molesto.
Hago un puchero para que pueda darme la maleta, no creo que funcione, pero al menos quiero intentar ser útil en este viaje, no sólo quiero verme como una carga por estar embarazada mientras que él sigue pensando que todo objeto pesado pueda provocarme una nueva amenaza de aborto cuando sigo creyendo que eso no sucederá y no quiero verlo como una excusa para pasar sólo en cama.
—Demian… —Me detiene.
—Por favor no más palabras, ha sido suficiente por el momento. —Suelto la maleta mientras que él se la lleva.
Bien, creo que no medí bien mis palabras y lo he hecho enojar, al menos no dijo esa frase de «no me hagas cambiar de opinión de haberte traído acá». Eso me convenció para no sentirme mal y tirar la toalla de una sola vez, puede que haya sido sutil en decirme eso, pero no deja a un lado que su voz pareció sonar decepcionada al haberlo juzgado sin conocerlo muy bien.
Lo acompaño directo a casa en donde no tarda en abrir la puerta para dejarme entrar primero sin olvidar sus modales de caballero; apenas doy un paso cuando el olor a jazmín y gardenia se esparce por toda la casa, camino de forma lenta y puedo ver que todo desde los objetos, sillones y paredes combinan entre sí, dejándome atónita por la mezcla de calidez, pero seriedad que hay en todo el contenido de este hogar.
Café, azul, blanco y color hueso son los principales colores que adornan la casa, el lugar tiene su particularidad, está lleno de cultura, no necesariamente griega, sino que hay pinturas, libros, objetos antiguos, vinilos y discos, una chimenea clásica y los muebles, todos son de madera.
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Editado: 22.07.2021