JENNA's POV.
«¡Huye!»
Vuelvo a escuchar esa voz. La voz que poniéndole atención parecía la de una niña.
La urgencia en esa palabra me obligó a dejar la cocina. Corro hacia las posibles salidas que he estudiado casi tropezando en un desespero inexplicable, pero como dijo el rey no había escapatoria sino por entrada principal.
—¡AHORA!
La orden del rey llegó como un rugido de furia, pero no comprendí su significado hasta que el clamor de las armaduras de los guardias resonó a mis espaldas.
Mi corazón latía con fuerza, y la desesperación se apoderó de mí. ¿Por qué huía? No sabía ni qué hacer ni por qué obedecía aquella voz interior que parecía tener vida propia.
Corría sin rumbo, cada giro del pasillo se sentía como un laberinto sin fin. El castillo, que en un momento parecía un lugar mágico y majestuoso, ahora se convertía en una trampa.
De todo el lío que traigo dentro de mi cabeza apenas pude darme cuenta del chico que caminaba sin ningún conocimiento alguno de mi fuga; me percato que es él el que me sostiene evitando que caiga de rodillas al piso.
Volteo a verlo y él es... atractivo, rudo en cierto punto. El cabello castaño lo tiene sujeto en un moño desordenado, sus labios, sobre todo, es en lo que más me enfoco, rojos y húmedos.
¿De dónde salió?
—¿Tú? —dijo él con un tono que mezclaba sorpresa y preocupación.
¿Yo que?
Me agarró del brazo y lo intento apartar más no lo consigo. Me sujeta con fuerza el brazo, mirándome fijamente a los ojos.
Me está deteniendo, a propósito, seguro sabe quién soy y me va a entregar. Mi desespero por ser libre hace que le clave el tacón en su pie. Vuelvo a correr al escuchar los guardias acercarse.
Freno en seco al darme cuenta de que estoy en un pasillo sin salida. Me estaba quedando sin opciones y el miedo me dominaba. Me atraparon. Los latidos de mi corazón retumban en mis oídos.
Percibo como los pasos metálicos se hacen más fuertes. «Están cerca.»
Mire a todos lados con algún posible milagro que me pudiera sacar de aquí.
Entonces lo vi.
Quedo estática pensando en todo lo sucedido y si realmente hacer lo que planeo vale la pena.
¡Mi vida y mi libertad valen la pena!
—¡Alto!
Y salte.
El viento me cegó antes de sumergirme en la fría agua. Cuando soy consciente del dolor nado a la superficie, vi a uno de los guardias asomándose por la ventana mientras que los que custodiaban la entrada principal se intentaban explicar mi repentina aparición.
Nado hacia el otro lado, donde corro lo más rápido que puedo a pesar de los 3 kilos de innecesaria tela mojada.
Cada vez estaba más cerca del pueblo. El enigmático olor a pan recién horneado estaba justo frente a mí, mientras que a mis espaldas los pasos de los guardias se hacían menos audibles.
Reduzco la velocidad cuando no veo soldados a la vista.
Analicé el pueblo y, a pesar de su tecnología avanzada, el ambiente conservaba un aire reminiscentemente medieval. Los tejados de paja y las paredes de roca coexistían con luces de neón y hologramas que promocionaban las tiendas, fusionando lo antiguo con lo futurista.
Es un lugar tan único que con cada paso que daba me maravillaba aún más.
Pero algo no encajaba. Algo no estaba bien, no sabía lo que era, solo sabía que esa molesta picazón en la cabeza que te advierte que tu pareja te está engañando me estaba hablando.
Es demasiado... perfecto.
Agacho la cabeza de repente al estornudar y choco con alguien.
—Lo siento.
Esa persona se da la vuelta y las palabras—junto con el pánico—vuelven a mí al mirar al hombre con quien tropiece en el castillo.
Es él, el chico del pasillo. El que me detuvo cuando intentaba escapar.
—¡TU! —gritamos al mismo tiempo.
—¡Me golpeaste! —dijo él, con una mezcla de incredulidad y exasperación.
—¡Y tú me ibas a entregar! —respondí con la misma intensidad.
—¿Qué? ¡No! No lo iba a hacer —se defiende.
—¿Entonces por qué me detuviste? ¿¡Que no viste que estaba huyendo?!
—Ah, no, claro. ¡Porque todos los días me topo con fugitivas!
Antes de que le contestara, él abrió los ojos y me tomó de la mano obligándome a correr de nuevo. El sonido del metal se introduce en mi cabeza dándome la orden de aumentar la velocidad hasta perdernos en un callejón.
—Discúúlpame —suelta con un tono fingido, recargando las manos en sus rodillas para recuperar el aliento—, no es común ver a una chica con una deformación en la cara y menos si te lleva por el medio y no se disculpa.
—¡No es una deformación! —Tapo mí (ahora) ojo azul.
—Como digas —el chico voltea y se quita el bolso, sin borrar la expresión amarga en su rostro.
Créeme que a mí tampoco me gusta tu presencia, niño bonito.
—Dorianna te manda esto.
Lo miro sorprendida.
Agarro el bolso, lo abro con torpeza encontrando dentro una muda de ropa, junto con suministros de comida, un libro y una nota.
«Me hubiese gustado haberte ayudado más, pero espero que te sirva. Sea lo que sea que hagas, tienes varios aliados en el castillo. ♡
Confía en él.
Posdata: Quita a ese malnacido del trono.»
Ni siquiera lo miro al momento de irme detrás del contenedor de basura mientras él se queda vigilando.
—¿Sabías que ahora eres la más buscada?
Levanto la mirada para cerciorarme de que no me estuviera viendo antes de despojarme del vestido. Acomodo el pantalón negro, metiendo en cada bolsillo las navajas, subo la cremallera del chaleco sin mangas.
¡A la basura el pomposo vestido!
—Eso no me preocupa —respondo sin un rastro de preocupación—. Dudo mucho que algo malo me pase.
Voltea a verme sorprendido por mi seguridad, pero enseguida su expresión cambia radicalmente al verme. Los regaños, sermones e insultos de Dorianna me vinieron a la mente. Ese discurso sexista sobre que las mujeres solo usaban faldas y calurosas vestimentas iban en serio.