Roxellane
Paso a través de las rocas de la cueva, escarbo un poco más con mi herramienta, entonces al fin libero la estatuilla que estaba bien oculta.
―¿Encontraste algo? ―pregunta Derian desde afuera del hueco en el que me he metido―. Te dije que no hay nada, seguro imaginaste una luz.
No escucho lo que comenta, aquellas dos perlas en la estatuilla me están observando. Brillan como nada que haya visto antes. Quedo anonadada. Aproximo mi mano y toco la estructura, despacio. Siento como un aire pasando a través de mí, entonces las joyas dejan de iluminar el pequeño camino angosto, por lo tanto, reacciono.
Mierda, ¿dónde dejé mis guantes? Casi destruyo una pieza invaluable y desconocida por andar de estúpida. Al menos nadie me ha visto, pues mi reputación de profesional hubiera sido destruida.
―¿Tienes algo? ―insiste mi pareja.
―¡¡Sí, pásame la bolsa!!
Veo que se arrastra por el estrecho ducto y sonríe.
―Qué buen trasero, nena.
―Ya cállate. ―Me río―. Ya recordé por qué parezco aficionada.
―No sé de qué hablas, pero no podemos hacerlo en el ducto.
Lo pateo.
―Silencio.
Se tambalea, tropieza, entonces rueda y se cae fuera de la pequeña abertura. Voy rápido a ayudarlo, pero cuando cruzo el umbral, lo visualizo muerto. Tiene su tórax abierto, como si un animal se lo hubiera comido. Toco mi cara, entonces la descubro manchada con sangre y la estatuilla comienza a reír como un eco ensordecedor. Es horrible, así que termino gritando con desesperación.
Despierto.
―¡Oh, Dios! ―Me siento, abruptamente.
Me toco el rostro, entonces descubro que lo único que tengo húmedo es por culpa de mis lágrimas. Aunque vuelvo a gritar al ver la estatuilla sobre un mueble. La puerta de la habitación desconocida se abre. Luego me percato de que estoy sobre una cama. Reacciono cuando visualizo a Troyen Reginam.
―¿Todo en orden? ―consulta con esa voz tan tranquila que tiene.
―¿Dónde estoy? ―Miro para todos lados―. Yo me encontraba en el museo y…
―Te desmayaste ―me aclara―. Este es mi hogar, es el Concejo de lo alto, también mal llamado clan Reginam.
―¿Cómo su apellido?
―Sí, es que soy el jefe.
―¿Por qué está la estatuilla aquí? ―La señalo, confundida―. ¿Y por qué no me ha llevado al hospital?
―Llevarte al hospital de Norville arruinaría mis planes, tengo mis propios médicos de lo sobrenatural, y la estatuilla es tuya, debe estar contigo.
―¿Sobrenatural? ―Me río sin humor―. ¿Es una broma? ¿Y qué planes son esos? No le estoy comprendiendo. ―Me quito la manta, entonces me levanto del colchón, algo mareada, así que me tambaleo, por lo tanto, se aproxima a sostenerme―. No necesito su ayuda. ―Me aparto.
―Lo he notado, tu debilidad no es por inanición.
―¿Inanición? ―Enarco una ceja.
Se acerca a mi oreja.
―Dime, ¿a quién te comiste?
Mis ojos se abren en grande, entonces retrocedo, pero en esta ocasión no logro apartarme, pues me lo evita al agarrar mi brazo.
―Suélteme. ―Intento no mirarlo.
―Estás débil porque te quité la vitalidad, pero es evidente que te alimentaste antes de llegar a Norville ―aclara, luego me atrae hasta su cuerpo―. Tocaste la estatuilla, cuando aclaré específicamente que no lo hicieras, ahora tienes en tu cuerpo lo que yo quería, qué calamidad.
Apoyo mis manos en su pecho para empujarlo.
―¿Y qué quería exactamente? ―Mantengo la mirada baja.
―Tu habilidad, cada demonio tiene una. La mía es copiar multiplicada la de los otros, pero a ti no puedo copiártela. Tenía que hacerlo desde la estatuilla, ahora será imposible.
¿De qué locura está hablando este rarito?
―¿Habilidad?
―Esto.
―¡Ah! ―grito cuando me muerde de repente. Tiene varios colmillos y sus pupilas se han alargado, su iris brilla en un rojo fuerte mientras intento zafarme. Veo como mucha sangre sale disparada por todas partes―. ¡Mierda!
Flashes de mi ataque a Derian llegan a mi mente.
―Qué asco. ―Escupe un pedazo de mi carne―. Ya tienes sabor a demonio. ―Se relame los labios, entretanto, vuelve a la normalidad.
Caigo al suelo de rodillas mientras la hemorragia ocurre, pero de un momento a otro, he dejado de sangrar.
―¿Qué? ¿Qué? ―expreso, confundida―. Estoy alucinando.
Veo que mi carne se encuentra tirada en el suelo y retrocedo, alejándome de esta, estando asustada.
―Eres mitad demonio, por ahora ―explica y se limpia la sangre de su cara con un pañuelo―. Supongo que podrás elegir cuando ser humana y cuando no, pero tu habilidad no es esa. Tú puedes comer demonios también, su sabor jamás te parecerá desagradable, como acabas de presenciar con lo que pasó conmigo al probarte. A diferencia de mí, mi carne puede parecerte apetitosa, como la de todos en este recinto.