Zijo
Bostezo y abro mis ojos, despertando muy relajado en mi cama. Tengo una gran paz mental. Me toco los pelitos de mi pectoral, dándome cuenta de que no me he cambiado hoy. Un mechón rubio en forma de espiral molesta en mi cara, así que me inclino, entonces me estiro los cabellos hacia atrás. Debería cortármelo, pero la vagancia está en mí. Me quito la ropa, luego me voy a duchar. Canto en la bañera una vez que el agua moja mi forma de humano. Luego busco otra camisa blanca y como es de esperarse, otra vez no termino de abrocharla.
Qué flojera.
Vuelvo a bostezar mientras termino de vestirme, entonces salgo de mi habitación. Otros demonios en el clan ya andan deambulando, tengo mucho trabajo que hacer y voy tarde, pero, ¿me importa? Nah.
Y a los demás tampoco, pues soy un demonio de rango bajo, así que ni me prestan atención. Mientras no me meta con los demás, todo bien. Solo debo pagar las cuentas para vivir y comerme a algún humano en el proceso. Mi vida es tranquila, puro relax, mi vida…
―¡¡Ah!!
Escucho un grito, aunque no sé de dónde viene, yo…
―Ay, la estúpida ―me quejo, pues de la nada la atajé y la tengo entre mis brazos.
Esta mujer sí que tiene suerte, aunque yo no. Alzo la vista, visualizando a Máster, mirándome con cara de asesino. Mierda, el jefe del clan. Mi alma vuelve a mi cuerpo cuando me sonríe.
―ZirRenjon Fontaine ―declara de forma amistosa.
No escuchaba mi nombre completo hace años, qué miedo.
―¿Sí? ―Hago una leve reverencia al tener a la chica―. Máster.
―Gracias por atajar a mi mujer.
¡¿Su mujer?! Pero si yo vi cómo la secuestraba. Además, que yo sepa, él estaba en contra de la llamada “comida podrida”. Eso es cuando los demonios tienen alguna relación amorosa con un humano, y es algo sumamente humillante, más decirlo en público. Sé que hay unos cuantos rumores sobre la razón para ello, pero no me he metido a indagar, ni quiero. Hablar de Troyen Reginam es cavar tu propia tumba, más para un demonio de clase baja.
―Sube ahora ―expresa, fríamente, cuando no le respondo.
―¡¡Sí!! ―Me sobresalto.
Miro un momento a la estúpida, está desmayada, luego corro en dirección a las escaleras. Sigo a Máster hasta su cuarto, entonces entro. Hace una señal para que ponga a la chica sobre la cama, entonces obedezco. Giro mi vista, entonces le reverencio.
―Bueno, ya me voy ―informo.
Paso por su lado, entonces habla.
―ZirRenjon. ―Sonríe.
Doy la vuelta a mirarlo.
―Zijo, para los amigos ―respondo, nervioso―. Aunque si usted quiere llamarme así, no tengo problema.
Infiernos, cállate.
Me pasa por ser tan charlatán, pero no puedo si tengo a Máster en frente de mí, podría morir.
―Te has involucrado en muchas cosas ―declara sin mirarme.
―Qué va. ―Muevo la mano.
―Asthur Wedengraf, Maguer Trido ―menciona algunos de los demonios con los que he tenido negocios―. Y ahora conmigo, siempre estás en los lugares incorrectos.
Hago una carcajada, pero como se mantiene serio, cierro la boca.
―Mi lealtad está con usted, por eso vivo aquí, es muy seguro.
Ahora sí se ríe.
―El recadero ―se burla―. También intermediario, tienes muchos trabajos, y hablas mucho.
―¡Sí! ―Me petrifico al reaccionar―. Quiero decir, lo siento.
―Ambos sabemos que la señorita Roxellane no es mi mujer, pero en breve voy a declarar que sí, por lo tanto, quiero corregir algo, la señorita es casi un demonio, así que no me mires con asco, y aunque no lo fuera, esto no es romántico, es puro negocio.
―¡Jamás lo juzgaría! ―Alzo las manos―. Todo lo que usted diga está bien.
Se ríe.
―Sabía que eras bien cobarde, pero no pensé que para tanto.
Mi mandíbula se tensa, entonces bajo la vista junto con mis manos.
―La vida, supongo.
―Bien. ―Hace una pausa―. Aclaremos cosas, viendo que eres el único que sabe cómo la traje, te encargarás de ella. Renuncia a todos tus otros empleos, ahora trabajas para mí.
Me sobresalto y trago saliva.
―Pero…
―Ah, no eras tan cobarde. ―Sonríe.
Me río.
―¿Qué quiere que haga?