Roxellane
Abro los ojos en esta maldita habitación. Esto parece un bucle. Aunque empeora cada vez que despierto. Tengo un grillete en el cuello y ahora mi acompañante en el cuarto es ese rubio molesto que conocí en el museo. Ni se ha dado cuenta de que desperté, anda apoyado en la puerta, cruzado de brazos y mirando al techo. Distraído o aburrido, no sé. Ni idea de por qué me quejo, es mejor que cruzarme con el demonio que me mordió el cuello y osó empujarme del balcón. No puedo creer que me haya desmayado de nuevo. Aunque, según él, me quitó mi vitalidad. Esto es de locos, ojalá pudiera ignorarlo todo.
Me siento y sostengo con fuerza la cadena.
―Eres Zijo, ¿verdad? ―recuerdo que Troyen lo mencionó―. ¿Te parece bien el secuestro? Ten un poco de moral. ―Refunfuño.
Sus ojos celestes se giran hacia mí, al fin, prestándome atención.
―Aunque me da igual, yo no te secuestré, estúpida.
―Pues entonces eres cómplice, libérame.
Enarca una ceja.
―¿Y que Máster me asesine? Ni hablar. ―Bufa―. No es como si quisiera este trabajo, pero no tengo otro, por tu culpa, así que quédate calladita.
―¡¡Con más razón!! Si no quieres, ayúdame.
Entrecierra los ojos, parece que se lo piensa, luego gira su vista hacia un costado y vuelve a bufar.
―Eso es bastante arriesgado, y si te vuelve a atrapar me metería en muchos problemas.
―¡¡No me van a atrapar, me iré muy lejos, lo juro!!
Regresa su vista hacia mí y se ríe.
―¿Tú crees que ahora que te estás convirtiendo en demonio vas a poder salir de Norville? Déjame avisarte que ninguno de los nuestros puede largarse una vez que llega, es el destino final para nosotros.
―También eres uno. ―Me sorprendo.
―No encontrarás un humano en ninguna parte de este edificio. A menos claro, que se lo estén guardando para el desayuno. Como sea, no te voy a ayudar, no hay un plan perfecto para librarme de esto, por ende, mejor quédate como la mujercita de Máster y no molestes más.
―¿Y si descubro el plan perfecto? ―sugiero.
Enarca una ceja, más interesado.
―Eso lleva tiempo, como por ejemplo deberás portarte bien, no vaya a ser que Máster nos descubra.
―Tampoco puedo parecer resignada, ya he demostrado que no pienso permanecer aquí.
―Y te tiraron por un balcón, ni un gracias me diste por atajarte. ―Exagera sus gestos como burlándose―. Oh, la desdicha.
―¿A quién le importa eso, imbécil? ―Bufo―. ¿Dónde está Troyen? Necesito quitarme esto. ―Muevo la cadena.
―Es un demonio ocupado, seguro lo verás en la noche ―declara, sin importancia―. La próxima no intentes enfrentarlo y no tendrás tanta mala suerte. Lo importante es bajar la cabeza cuando está él. ―Se ríe.
―Ya veremos quién baja la cabeza, cobarde. ―Entrecierro los ojos―. Y que ni creas que dormiré con ese monstruo en el mismo cuarto.
―Genial ―expresa con sarcasmo―. Ya combinan, ambos me llaman cobarde. ―Chasquea la lengua, luego ríe otra vez―. No me interesa, a mí sí me importa mi pellejo, pero no te preocupes, él tiene una habitación contigua, no creo que piense en acompañarte.
Miro la puerta al costado, luego vuelvo a observar a Zijo.
―No soy estúpida, sé lo que implica ser “su mujer”. Si puede arrancarme la carne, así sin ningún escrúpulo, puede hacer lo que sea. No estoy dispuesta a bajar la cabeza, menos con esos temas.
―Relájate. Si de algo estoy seguro, es que Troyen Reginam no anda por ahí violando mujeres. Quizás se las coma, porque son su alimento, pero no he escuchado jamás de que mezclase el placer con el trabajo o la comida. Me aclaró que lo que tiene contigo no es romántico, es puro negocio, así que cálmate.
―Eso no me tranquiliza ―gruño, y siento que ese sonido no fue humano, así que respiro, agitada, con preocupación―. Necesito despertar de esta pesadilla.
―¡Es la realidad! ―Se ríe de nuevo.
―¡Cállate, me irritas!
―Entiendo que estés asustada, pero eso no hará que se arreglen las cosas.
Mis ojos se humedecen y bajo la vista.
―Maté a mi novio, y no sé qué hacer con lo que me pasa. ―Me aguanto las ganas de llorar―. Y estoy atrapada aquí…
―Oye, yo no tengo empatía y esto está incómodo, ya me voy.
Enfurezco y presiono la cadena con fuerza, así que de la nada se parte. Visualizo que mi mano, ya no es humana, se ha convertido en garra, así que grito, asustada.
―¡¡Oh, mierda!! ―Se me escapan las lágrimas al no poderlo evitar más.
―¡¿Qué hiciste?! ―chilla Zijo―. ¡¡Voy a morir, me va a matar!! ―refiriéndose a Troyen.
―Dejen de lloriquear.
―¡¡Ah!! ―gritamos al ver a Reginam entrar al cuarto.
―Máster. ―Le hace una reverencia el rubio―. Vino temprano.
―Me informaron de que hubo gritos ―dice, serio y tranquilo―. ¿Pueden parar de hacerlo? Me están dejando muy mal parado ―declara con una mirada amenazante.