Roxellane
Troyen no está contento. Kireya y Royal no se han presentado a la reunión. Me mantengo sentada a su lado en una gran sala. Parece un lugar importante. Para mi buena suerte, la única carne humana que he visto, son los dedos en un tarro que hay en la pequeña mesa en frente de mí. Aunque la caminata por los pasillos, para llegar hasta aquí, es otra historia. Muchas partes de este sitio parecen el infierno, he visto varios cadáveres y escuché algunos gritos. Sé que el edificio es grande y se puede ignorar, pero me marea de solo pensarlo.
Siento la mano de Máster en mi cintura, entonces me sobresalto, luego me aclara:
―No te caigas.
―¿Ya me puedo ir? ―murmuro.
―No. ―Agarra un dedo y lo mastica con molestia.
Voy a vomitar.
No entiendo por qué seguimos aquí. Mejor dicho, no comprendo por qué su mano sigue en mi espalda. Miro la enorme silla que compartimos, tiene un respaldo digno de un rey. Me distraigo con el decorado de la sala para no gritar de la desesperación. El lugar es amplio y tiene varias sillas. Parece simular un congreso o un espectáculo porque estamos en el centro. Entiendo que el medio es el sitio más prestigioso, alrededor sigue siendo rango alto y más hacia atrás, junto a las paredes, se mantienen parados los que no tienen voz ni voto. Lo intuyo porque Zijo está detrás y creo haber escuchado que su clase es baja.
Algunos demonios van entrando a la sala, aunque no los esperados por el que tengo a mi lado.
―No vendrán, ¿ya me puedo ir?
―No ―repite, cortante.
―Pero…
Sonríe y me agarra un escalofrío cuando me mira.
―¿No querías caminar por el recinto libremente?
Le devuelvo una sonrisa, nerviosa.
―Sí, pero que me mire todo el mundo no me hace gracia.
―Acostúmbrate.
Suspiro e intento mantener la compostura.
―¿Qué vas a decir? ―Le sigo el juego y trago saliva―. Quizás te conviene, ¿no?
―Tienes razón, no te veo preparada para fingir.
Lo sabía, sabía que mi mal presentimiento era muy malo.
―Mentir por ti no está en mis planes. ―Mis labios tiemblan.
―Eres muy valiente.
―¿Y entonces qué? ¿Vas a torturarme?
―En absoluto. Si digo que vas a ser mi mujer, es porque lo serás. ―Toma mi mejilla, entonces se aproxima a mis labios, así que me tenso, luego se dispone a murmurar―. Escucha y aprende.
―¿Qué vas a hacer?
Se aleja, entonces vuelve a sentarse con compostura. Aproxima su mano a la mesa y activa el micrófono. Da dos golpecitos en este.
―Queridos demonios, quiero presentarles a alguien. Viene de muy lejos y tiene una habilidad increíble. Está aprendiendo, así que espero que la traten bien. ―Tira de mi cintura, entonces me sienta en su regazo. Me aguanto las ganas de chillar de la rabia. Máster mantiene la sonrisa y continúa―. Ella es Roxellane Clareiz, sus amigos le dicen Roxy, era arqueóloga antes de conocernos. ―Se aferra a mí, intensificando el abrazo, así que pongo una mano en su pecho para apartarlo, pero me es imposible, puedo sentir hasta su respiración―. Ahora se ha olvidado de su vida como humana para ser un demonio. Sí, huelen su carne, y parece comida, pero la realidad es que ustedes son su alimento, no a la inversa. No se confundan porque pueden acabar muertos.
Se forma un silencio, pero ninguno le contesta, parece que esperan a que continúe y él analiza sus reacciones, meticulosamente.
―Ya suéltame ―murmuro.
―Ahora es mi mujer ―confiesa mientras me ignora y sigo forcejeando―. Como habrán notado, no está de acuerdo, pero el que se lo diga a Kireya o a Royal está condenado a perder la cabeza. ―Me agarra con fuerza de la cara para que lo mire―. ¿Ves, amor? Ellos sí saben obedecer, aprende.
―No soy tu amor, y para tu información, eso no fue nada inteligente.
Se ríe, así que los demás también.
―Querida. ―Toca mi barbilla―. Incluso aunque los otros dos se enteraran, quizás prefieran asesinarte antes de que llegues a lo alto, así que te conviene ponerte de mi lado.
―No voy a pertenecer a este clan ni a nada de este mundillo de monstruos.
―Ya es demasiado tarde para ti. ―Me empuja, entonces mi trasero choca con el suelo, quedando adolorida. Permanezco sentada un momento, pero intento pararme y cuando me pongo de rodillas para hacerlo, me termina deteniendo―. Quédate justo así, ahí te vas a quedar hasta que veas que no hay elección.
Me empuja otra vez y caigo. Mueve su capa, entonces se levanta de su trono para retirarse. Los demás lo hacen después de él. Qué humillación. Suspiro, entonces espero a quedarme sola para poder levantarme. Mantengo la vista en el suelo, hasta que veo una mano.
―Hey, estúpida, bienvenida a mi mundo.
Mis ojos se humedecen, entonces alzo la vista a mirar a Zijo. Hago un nuevo suspiro, luego acepto su gesto, así que me ayuda a pararme. En el pequeño salto, me choco con su torso, por lo tanto, quedo a su altura y nuestros rostros se encuentran. Nos miramos fijamente, luego me aparto, un poco avergonzada por su amabilidad. Lo observo de manera disimulada.