Zijo
―Ay, mi cabeza ―me quejo mientras camino con Roxy por el recinto.
Ya me curé, pero esa almohada era un proyectil. Es como si todavía doliera. Sé que soy un demonio y solo las garras de nuestra especie nos lastiman con severidad, pero pasé de ser rango bajo a ser apaleado por una humana. Bueno, una hibrida hasta que se convierta en demonio por completo. Aunque ni idea si eso va a ser así. Otra cosa de la que debería preocuparse Roxellane, esa estatuilla, pero yo no me meto, suficiente con que la ayude a huir y que no me descubran en el proceso. Por eso tiene que ser un plan perfecto.
―Deja de pellizcarme ―me quejo con la que se agarra de mi brazo mientras avanzamos―. A dónde vamos es peor.
Los pasillos del clan son lugares en donde se despilfarra la muerte. Puedes encontrarla en cualquier parte. No obstante, visitaremos los aposentos de alguien peor.
―¿Y a dónde se supone que iremos a buscar ese mapa de las instalaciones?
―Con Royal Cardeneil.
Se suelta de mi brazo.
―¿Royal? ¿El mismo Royal al que Troyen quería anunciarle mi emparejamiento, pero no se presentó? ¿Ese Royal?
―Ese mismo. ―Sonrío, ampliamente.
―¿No va a matarme?
―En absoluto. Solo sabe que eres la mujer de Máster, así que nada más di que lo eres y problema resuelto. No te preocupes, no es clarividente.
―¿Y por qué pensaría yo eso?
―Ah, es porque actúa como un loco, pero la verdad es que no ve el futuro ni nada de eso, ve cosas peores.
―¿A qué te refieres?
―La habilidad de Royal Cardeneil es tener una conexión con las sombras de Norville.
―¿Y eso qué significa? ―Entrecierra los ojos, confundida.
―Ah, perdona, tú eres nueva. ―Me carcajeo―. Sombras hay en todas partes, pero aquí se acumulan más. Te darás cuenta, apenas pase el tiempo, más ahora que te conviertes en un demonio. Será tanto así que te parecerá habitual.
Bufa, cansada.
―¿Más cosas raras? Maldición.
―Como sea, apurémonos, no queremos que Máster se dé cuenta de que estuvimos por esta zona del edificio, parecerá sospechoso.
Aumento el paso y ella me sigue detrás.
―A todo esto, ¿qué con el Royal? ¿Tiene un mapa o cómo?
―Ve sombras, ¿para qué querría uno? Solo hay que ir de forma disimulada y que nos diga los puntos débiles del clan.
―¿Y te los dirá? ―cuestiona.
―¿Prefieres un mapa que se puede guardar como evidencia o palabras que se las lleva el viento?
―Touché.
―Ahora apúrate que no quiero que Máster nos asesine.
―Espero que no se entere.
Troyen
Suministros, orden, arreglos, autorizaciones, y podría seguir, pero no me interesan nada de estos documentos mientras estoy enfadado. Pude esperarme la falta de Royal porque es un impredecible, pero Kireya no me ha dado siquiera una explicación. He sido la burla de todo el mundo. Me equivoco en donde poner un papel, así que tiro todo de la mesa, por lo tanto, el de servicio se sobresalta al lado de la puerta de salida de esta oficina. Está listo para salir corriendo si exploto. Me levanto de mi silla, abruptamente, entonces dejo el despacho, dando un gran portazo. Camino con prepotencia hacia la habitación de Kireya. No voy a esperar más a que me dé una excusa patética.
―Qué lamentable ―opino de la demonia pelirroja que se encuentra tirada en la cama.
Apenas me oye se sienta de forma abrupta y deja ver sus horribles ojeras. Sus hermosos ojos miel han sido opacados por la terrible palidez de sus poros al estar tan debilitada. No sale hace días por la tristeza.
Su vista me sigue cuando camino con prepotencia, entonces le abro las cortinas. Me observa con odio ante mi acción y hasta gruñe. Podría jurar que bajo las mantas sus manos se han convertido en garras.
―Tan lujosa habitación para tan lamentable presencia ―insisto.
―Al menos yo soy sincera con mis emociones ―responde, molesta.
Me doy la vuelta y le sonrío.
―Cómo te encanta hablar de rumores falsos e infundados.
―Yo sé todo de ti y tú sabes todo de mí, no hay secretos entre nosotros, mi querido Máster.
Cierro los ojos y suspiro, luego los vuelvo a abrir en dirección hacia ella.
―No hablemos de la muerte, pongámonos al día con los negocios: no viniste a mi reunión ―le reclamo.
―¿A quién le importa el anuncio de tu mujer? ―Enarca una ceja―. No sé si lo notaste, pero estoy de luto.
―Hace años estás de luto, Kireya, desde que eras niña, ya olvídate de tu amor de la infancia, está muerto.
Sus ojos se humedecen.
―Iba a revivirlo y me amenazó con que no lo hiciera, ya no me queda nada por lo que existir. Quiero morir y encontrarme con él del otro lado, pero sé que no me está esperando. Me odia. ―Sus lágrimas mojan todo su rostro, entonces se tapa la cara―. Uxío me odia.