Roxellane
Si el clan Reginam me daba miedo con todos esos gritos y muertos, la habitación de Royal Cardeneil me da pavor, haciéndome imaginar que estoy en una pesadilla. ¿Por qué hay partes de cuerpos cortados colgando con cuerdas desde el techo? Las paredes están escritas con muchos símbolos desconocidos para mí. Varios de esos dibujos se encuentran hechos con sangre.
Me quiero ir.
Si Troyen me da miedo, este loco más.
Y hablando del susodicho, cruza la cortina, entonces por fin lo veo. Es rubio, tiene unos mechones más largos que otros y, al parecer, posee heterocromía. Uno de sus ojos es marrón y el otro verde.
Camina hasta nosotros con una sonrisa de loco, así que me asusto y me agarro del brazo de mi acompañante.
—Zijo… —susurro mientras mis labios tiemblan.
—Relájate, estúpida, tú eres más fuerte que yo y, aun así, no me estoy asustando.
Lo miro de refilón, enojada.
—No me ayudas.
—¿Oyen eso? —El dueño de la habitación habla y, la verdad, no entiendo a qué se refiere—. Se está moviendo. —Vira la vista, siguiendo algo.
—¡Hola! —lo saluda Zijo, levantando la mano, supongo que para llamar su atención.
Royal gira su visión hacia él.
—Las hormiguitas vuelan por lugares a los que no deben ir.
—Las hormigas no vuelan —sugiero.
—Las voladoras sí. —Se acerca a mi rostro y me sobresalto—. Y las reinas también. —Su voz suena siniestra, entonces veo como su garra se aproxima a mi rostro.
Ni idea cuándo la cambió.
La puerta se abre y doy un respingo. Royal desaparece en un humo, retrocediendo al reaparecer más atrás. Un miedo se apodera de mí, sintiendo algo en mi espina dorsal. Me giro para constatar mi mal presentimiento, entonces visualizo a Troyen entrar.
—Necesito saber qué están haciendo aquí —se queja el que se cree mi dueño.
Royal mantiene la sonrisa y le contesta:
—No hubo tiempo de conocernos, así que los llamé.
Eso sonó bastante normal para un loquito, por eso dicen que los locos son los más cuerdos y, en este caso, es uno inteligente. Aunque no estoy segura si Troyen le cree. Nos mira entrecerrando los ojos, notándose que analiza su respuesta.
—Salgan de aquí un momento —ordena Máster.
Intento responder:
—Yo…
—¡¡Ahora!! —grita, así que me sobresalto. Antes de que crucemos la puerta, agarra a Zijo del brazo—. Tú y yo vamos a hablar muy seriamente.
Me quedo a esperar que lo suelte, entonces cuando su vista se encuentra con la mía, libera el brazo de mi escolta. El rubio se apresura, entonces me toma de los hombros para empujarme y salir de la habitación, rápido.
—¡Uf! —Bufa Zijo, luego ríe—. Qué miedo.
—No conseguí nada —me quejo—. ¿Y no es gracioso? Te metiste en problemas.
—Deja que yo me preocupe por mí, empieza a priorizar mi consejo para que no sospeche.
—No voy a coquetear con él, ni que fuera mi tipo. Además, presiento que tampoco soy de las que le gustan.
—Sí, es probable que le gusten las recatadas, pero no hay tiempo, mi cuello está en peligro mientras no lo conquistes.
Enarco una ceja.
—¿No era que tú ibas a preocuparte por ti?
—Es distinto. —Agita la mano.
—Pero…
La puerta se abre, entonces somos interrumpidos. Chillo cuando Troyen me agarra del brazo, luego me hace caminar. Pierdo a Zijo de mi visión cuando cruzamos una puerta y seguimos por el otro pasillo.
—Caminas muy rápido —me quejo.
—Entiende que nadie puede ayudarte —gruñe y como eso no sonó humano, me estremezco—. ¿En qué pensabas al hablar con Royal? Puedes pasearte por donde quieras, incluso con la estúpida de Kireya, pero no hables con ese loco, ¿entendido?
Ahora me dio más curiosidad.
—¡¡Ah!! —grito cuando me empuja dentro del cuarto, chocándome con las puertas, provocando que estas se abran, y que yo termine en el suelo.
Me giro, entonces al levantarme, veo como las cierra y oigo que las traba. Corro a golpear seguidas veces la salida del cuarto. Pego una y otra vez, pero no hay caso. Esa fuerza sobre humana que tuve, aún no aparece.
—¡¡Quédate ahí a reflexionar!! —Escucho que sus pasos se marchan.
Mierda, debí haber empezado por el mapa.
Zijo
Querido Norville, dios supremo de todos los demonios, protégeme, cuida mi alma del desgarrador castigo que me dará Máster.
¡Ahí viene, voy a morir!
—ZirRenjon —dice con una voz muy seria.
—Mi señor. —Hago una reverencia—. Solo estábamos paseando, lo juro.