Troyen
Estoy cansado, he tenido un día muy largo. Bostezo, después abro una de las puertas de mi habitación. Parpadeo seguidas veces, visualizando a Roxellane, sentada al borde de la cama, teniendo ya puesto su camisón. Se ve seria y parece que me estaba esperando. Cierro la puerta, entonces avanzo hasta ella, luego me siento a su lado.
—Al fin te bañas —me burlo, pero, al no haber contestación, entrecierro los ojos y la miro, fijamente—. ¿Te vas a disculpar por tu comportamiento?
No puedo percibir ninguno de sus pensamientos. La estatuilla ya le ha anulado esa parte que nos sirve para averiguar sobre nuestras presas. Huelo bastante perfume. ¿Intenta evitar mis comentarios sobre su olor? O quizás se viene un momento incómodo. Sabía que los humanos se comportaban extraño, pero por el poder estoy dispuesto a aguantarlo. Aunque que no espere mucha tolerancia de mi parte.
—Si no vas a decir nada, vamos a dormir. —Intento pararme, pero me detiene, agarrándome del brazo, así que me siento de nuevo y la miro, sus mejillas se encuentran rojas—. ¿Qué?
Humedece sus labios, entonces se aproxima a mi boca.
—Máster.
¿Me acaba de llamar por mi título? Eso es una buena estrategia de seducción. Muevo mi vista hacia su escote, ya que se abraza, haciendo pronunciar más sus pechos. Vuelvo a observarla a sus ojos cafés. Sus mejillas siguen en ese contorno rojizo. ¿Me parece a mí o está intentando verse avergonzada? Podría aprovecharme de la situación y hacerla sentir la verdadera vergüenza, pero mi libido está demasiado muerta desde que Anette falleció. No digo que no he tenido sexo, pero ya no es lo mismo.
—Hay que dormir. —La alejo un poco, sosteniendo su hombro—. Valoro tu esfuerzo, pero ninguno de los dos queremos esto.
Frunce el ceño, así que me río, luego al fin formula palabra.
—Voy a salir de aquí, con o sin tu permiso —dice, seria.
Mantengo la sonrisa, entonces me aproximo a su rostro.
—Sigue intentando, quizás lo logres, pero tienes un pequeño problema entre garras. —Deslizo mis dedos por su hombro, a su brazo hasta llegar a su mano y entrelazar nuestros dedos—. Te estás convirtiendo en un demonio y me necesitas más que yo a ti.
—No es cierto. —Forcejea con mi mano que la sigue sosteniendo con fuerza—. Yo no…
—No importa cuánto lo niegues, ya lo hiciste y pronto lo deberás hacer de nuevo, tu cuerpo te lo pedirá a gritos, entonces cuando desees la carne, rogarás por mi ayuda, porque nadie más lo comprenderá. En conclusión, me necesitas —repito—. Entiéndelo.
Traga saliva.
—Tiene que haber otras personas que conozcan de la estatuilla.
—Puede, pero no creo que estén en Norville, y por si acaso nadie te lo dijo, los demonios que entran al pueblo, jamás salen, así que estás atrapada conmigo para siempre.
—¡¡No!! —grita.
Me empuja, entonces se levanta y sale corriendo. Se encierra en el baño, pues escucho la traba de este. No me importa, me preparo para irme a dormir. Luego, bien tranquilo, me termino de acostar en la cama.
Roxellane
Estoy toda contracturada. Despierto en la mañana en el piso del baño y me siento. Suspiro, entonces me levanto, despacio. Destrabo y espío con la puerta entreabierta. Vuelvo a suspirar de alivio cuando veo que Troyen no se encuentra en la habitación. Una vez salgo, veo a Zijo entrar al cuarto.
—¡¡Santas pechugas!! —Mi nuevo apodo—. ¡¿Cómo te fue?!
—Pésimo, y odio como me llamas cada vez que estoy en camisón.
—Es que son grandes.
Gruño.
—Quiero matarte, por tus comentarios vulgares, pero por sobre todo porque tu sugerencia no funcionó, no eres bueno dando consejos.
—¿Lo llamaste Máster? —Enarca una ceja.
—¡¡Sí, también le insinué mis famosas pechugas de las que tanto hablas!! —me quejo más fuerte—. ¡¡Admítelo, eres malo dando lecciones de conquista!!
Se carcajea
—Oye, yo conquisto mujeres, no hombres.
—Ni te creo. —Bufo.
—Hey, este físico se hizo para amar, las féminas lo adoran. —Pasa su mano hacia atrás por sus cabellos rubios—. Seré un demonio de clase baja, pero mis atributos con mi camuflaje humano son muy buenos.
—No me importa, hay que buscar otro plan.
—¡¡Nah!! Sigamos con este, incluso aunque no funcionó lo sexual. Pensemos con la cabeza y no con la de abajo. Máster tiene que creer que cambiaste su opinión sobre él. La mejor forma es que ocurra una dificultad, entonces el demonio de rango alto, terminará ayudándote, y así parecerá que te sientes protegida. Algo así como el síndrome de Estocolmo, ya sabes, ese que la víctima siente que se enamoró de su captor. Haz que asuma que lo necesitas, mientras yo consigo un mapa.
—¿Cómo cuando me dé hambre y quiera comerme un humano?
—¡Wow! Qué inteligente.
—No es eso, es lo que me dijo anoche y me dio asco recordarlo.