Roxellane
Me siento muy mal. Flashes de mi ataque a Derian siguen apareciendo. Sus gritos, yo relamiendo mis labios llenos de sangre, sintiendo mis dientes afilados. Un cruel ataque, un final horrible. Mi cuerpo está satisfecho, se siente fortalecido, pero al ser consciente de mis acciones me doy asco. Se me revuelve el estómago. Mis lágrimas mojan mi rostro, entonces abro los ojos, sintiendo la agitación. Una pesadilla, pero era tan real, ocurrió. Estoy traspirando.
Cuando me limpio las lágrimas chillo, pues me encuentro con Troyen acostado a mi lado. Nunca está cuando despierto, ¿qué hace aquí? Se mantiene fijo, observándome, analizándome. Se encuentra recostado con su mano sosteniendo su cabeza. Sus ojos grises no me dejan ni un instante, parece al acecho. Intento no mirarlo. Veo la hora en el reloj de la pared, es tarde, así que sigo sin entender.
—¿No trabajas hoy?
—Me tomé el día, pues alguien no me dejó dormir —gruñe.
¿Yo? No puede ser.
—¿Qué quieres decir? —cuestiono.
—Te encontrabas alterada, moviéndote para cualquier parte. Debí haberte empujado, pero estaba esperando para vengarme.
Se me baja todo el azúcar de lo pálida que me siento.
—No es mi culpa. ¿Qué vas a hacer? —Mis labios tiemblan.
—En primera, comprobar mi teoría, así que siéntate.
Despacio, intento inclinarme, pero mi cuerpo me lo impide.
—Cre… creo que no puedo.
—Lo suponía, ya te pasaste del tiempo en que un demonio puede estar sin comer. No nos alimentamos todos los días, pero ya va siendo hora.
—¿Cómo? ¿Tan de repente?
Justo cuando hace poco hablábamos de esto, parece adrede.
Troyen se levanta de la cama, se aproxima hacia la puerta. Da dos golpes, entonces le entregan un bol. Visualizo que en este hay partes humanas.
Hago todo mi esfuerzo para levantarme, pero solo consigo hacer un leve movimiento. Troyen se aproxima a mí y yo niego. Él me empuja, destruyendo lo poco que pude lograr en moverme. Luego aproxima un dedo cortado y me tenso ante su ofrecimiento.
Sonríe.
—¿No te gustan los dedos? —Lo pone en el recipiente y saca otra extremidad—. ¿Qué tal una oreja?
—No. —Me cubro la boca.
—Tienes que comer o te vas a morir y eso sería un problema para mí, ¿sabes?
—¡¡Aléjalo!! —Retrocedo lo más que mi débil cuerpo me permite, aunque la almohada es todavía de menos ayuda—. ¡¡No quiero!! —digo, asqueada.
Voy a vomitar otra vez.
—Solo un poquito. —Parece que disfruta mi accionar—. No queremos que la reina muera de hambre.
—¡¡Te he dicho que no!! —Golpeo el recipiente y todas las extremidades caen al suelo. El bol rueda por un rato mientras sigo gritando, aterrorizada—. ¡¡No voy a comer a ningún humano!! Esa persona estuvo viva hace poco, ¿quién sabe si sufrió o qué? No quiero ni pensarlo.
Máster mantiene la sonrisa, camina a agarrar un pedazo, luego vuelve a la cama, se sube encima y me agarra del cuello.
—Déjame que te ayude. —Parece enojado. Mete la carne en mi boca, pone la mano en esta mientras pataleo—. Trágalo, no es tan difícil, ya lo hiciste antes. —Lágrimas caen de mis ojos mientras sigo forcejeando, entonces siento como el pedazo pasa por mi garganta—. ¿Viste? Fue fácil, ¿no? —Suelta mi boca, entonces veo como mi respiración sube y baja.
Mi cuerpo se siente un poco más fuerte, pero me da asco, y aunque hubiera sido muy tentador tirarle el vómito en la cara, termino escupiendo los bichos y el líquido negro en el costado de las frazadas.
Me siento peor.
—Vaya, eso no lo vi venir —opina, asqueado.
—¡¡Quítate de encima!! —logro gritar.
Él se mantiene ahorcajadas sobre mí.
—Probemos otra cosa. —Se quita la capa y luego la camisa, así que se queda desnudo por la parte de arriba, dejando ver su torso. Se mueve el cabello negro hacia un costado, entonces se aproxima a mi rostro—. Intenta morderme —pide.
Me sonrojo.
—¡¿Qué estás diciendo?! —chillo, avergonzada.
—No soy humano, te será más fácil, ¿no? Además, no puedes matarme. Piénsalo como un chupón o algo parecido, ya deja de dudar.
—¡¡Te he dicho que no quiero!!
—Lo necesitas —pronuncia, serio—. Analízalo bien, si no te puedes ni mover, ¿cómo vas a siquiera intentar escapar de mí? Sé razonable.
Trago saliva, mientras mis lágrimas pican. Limpio un poco mis ojos, luego observo su piel. Presto atención, puedo percibir un rico aroma que sale de sus poros. Esto es tan perturbador, es de locos.
—Yo… yo no puedo. —Mis labios tiemblan.
—No seas cobarde, mi paciencia tiene un límite, solo utiliza tus malditos dientes y presiona sin compasión, sin dudar.