Zijo
No entiendo a las humanas. Aunque, en realidad, no comprendo a Roxy. Hubo un beso entre ambos, pero sus palabras gritaban odio. No pude ni preguntarle qué quería decir, porque luego de ese besuqueo intenso se marchó. Me detesta o me tiene ganas, no sé. Quizás le enfurece que yo sea tan tentador. No me sorprende, soy guapísimo.
Camino por el clan. Empiezo a tener un poco más de libertad, ahora que Roxellane controla un poco su fuerza. Puede que una vez que sea una demonia experimentada, ya no me necesite más. Entonces, me habré quejado para nada sobre que no se quiso escapar. Aun así, eso puede tardar, no deseo este trabajo para siempre. Necesito que acabe pronto, ya que mi cuello puede estar en constante peligro aquí.
Hablando de sobrevivir, Traber se pone en mi camino.
—Nos quedó una pelea pendiente —me aclara.
—No, gracias. —Lo esquivo—. Yo no utilizo los puños, me interesa más usar la lengua con mujeres hermosas. Sin ofender, pero no eres ni mujer ni mucho menos hermosa.
—Qué gracioso el azulito —se burla. Ignoro su provocación y sigo caminando, pero insiste—. Continuemos con nuestra pelea, ZirRejon.
Veo como su cola se enrolla en mi tobillo y tironea de este. Sin poderlo detener, salgo disparado a una sala más grande, chocándome con una pared. Maldición, mi espaldita. Caigo al suelo, pero aterrizo como gato, parado. Los otros demonios ven el espectáculo, así que empiezan a prestar atención.
—Ahora me desharé de ti de una vez por todas —aclara Traber.
—¿No tienes algo mejor que hacer? —Bufo—. Solo me molestas porque tu vida no tiene sentido.
Dejo de parlotear cuando veo su gigante forma bestial delante de mí. Me da un manotazo, entonces salgo volando otra vez. Ruedo varias veces por el suelo, hasta que mi cuerpo con forma humana se detiene.
—Ya es hora de que cambies —dice con su voz gruesa y con ese eco de demonio—. Ah, cierto, tu vergüenza es más grande que tus ganas de sobrevivir. —Se carcajea.
Me levanto, despacio y adolorido, luego bufo otra vez.
—Bien. —Desabrocho lo que le queda a mi camisa blanca, luego lanzo mi pantalón y sonrío—. Qué amable, me das tiempo hasta de desvestirme, ¿te gusta ver?
Gruñe y corre hacia mí. Me deshago de mi última prenda, entonces salto por encima de él, dando un giro. Cuando toco el suelo, mis patas traseras ya están brillando, mi cola azul se menea lento y mis tres ojos, logran vislumbrar su siguiente ataque, así que lo esquivo.
Sí, soy más rápido cuando estoy en mi forma demoniaca, aun así, la odio. Soy el centro de atención solo por el color de mi piel fluorescente.
Esquivo cada golpe, eso lo enfurece más, así que usa su habilidad. De las dos bocas que tiene en sus brazos, sale un sonido, el cual me aturde, por lo tanto, logra golpearme. No obstante, me levanto más rápido. Lo admito, es probable que sería más fuerte si utilizara y aprendería más de mi forma bestial, sin embargo, la detesto tanto que sería incapaz de siquiera intentarlo.
Vuelve a pasar, me ataca y, esta vez, regreso el golpe. Le hago una gran rajadura. Mis garras son como navajas, también son diferentes a la de los demás. Aunque eso no quita que sean afiladas. Echa un alarido de dolor, así que de nuevo dispara su ataque sonoro, no obstante, también lo esquivo y otra vez utilizo mis garras. Está sangrando mucho. Me sorprende un poco, porque la confianza en mi forma bestial sigue sin ser algo que me guste. En mi cabeza, es imposible que yo pueda vencer a otro de mi especie.
Traber decide retroceder y yo no lo sigo. Debería, gané la recompensa de matarlo, pero continúo sin poder procesarlo. Además, alguien se robó mi ropa y mis pensamientos se van para otro lado. Tengo que caminar con esta estructura por el clan o caminar desnudo con mi forma humana. Dos maneras de estar expuesto, qué asco. Soy más rápido así, mejor avanzo.
—¿Zijo?
¡Ah, es Roxy! ¡Necesito dejar de estar alterado!
—¿Qué me ves? —me quejo.
Se sonroja y se aproxima, así que se escucha cuando mis patas traseras retroceden.
—Tienes que ser tú, dijeron que brillabas y eras azul fluorescente. —Sonríe mientras me observa en cada detalle—. Es gracioso, me da miedo estar cerca de los demonios en su forma bestial, pero tu color tiene tanta belleza, no sé cómo expresarlo. Sonará raro, pero podría hasta comerte. —Se ríe, nerviosa.
—Qué asco —digo, molesto.
—¿Por qué estás así? Creí que lo odiabas.
Bufo, entonces termino cambiando, así que su cara se vuelve por completo roja, al ver mi desnudez humana, luego la empujo hacia la pared y mi brazo termina apoyado en el concreto, sobre su cabeza.
—Me robaron la ropa —expreso, mirándola con seriedad—. ¿Quieres decirme cómo esa cosa azul puede ser bella? Es una mierda averiada.
—Zijo… —Evita mirar abajo—. Sobre antes…
—¿El beso? —Enarco una ceja—. Llegué a la conclusión de que te encanta mi físico, pero no lo quieres admitir porque soy un demonio.
No le gusta mi aclaración porque frunce el ceño, pero no lo niega.