Zijo
Desde el alboroto, con la situación del engaño, no he salido del cuarto. Me he enterado de las cosas por lo que escucho. Además, no es necesario que vigile a Roxy, porque Máster la mantiene encerrada en el cuarto, así que por ahora no puedo entrar. Oí que estuvo con fiebre, pero como el cobarde que soy, no he salido a averiguar o a intentar cerciorarme de cómo está. Lo curioso es que eso me inquieta mucho, pero el miedo a que me descubran es más grande.
No debo levantar sospechas, soy el demonio que se acostó con la mujer del máster. Mi miembro está en peligro de extinción y es el que más me sirve para comer. Maldición, no puedo perderlo.
Me sobresalto cuando tocan a mi puerta. Camino con miedo y la abro. Observo a Traber con alivio y molestia.
—Ah, eres tú —digo, sin importancia.
—Desde que perdí contra ti y no me asesinaste, soy una burla. —Se agacha a mis pies a gritar—. ¡¡Al fin te encuentro!! ¡¡Déjame ser tu siervo!!
—Qué estupideces dices —expreso con desagrado.
—¡¡Fui derrotado por un demonio de menos rango y de apariencia débil!! —chilla—. ¡¡Déjame enmendar mi existencia o mátame!!
—No quiero un siervo. —Bufo—. Ya te dije que no eres una mujer hermosa, y ni siquiera a ellas les compro el alma, así que no molestes.
—Sé que mi alma es un despojo de mierda, ¡¡pero déjame ser tu siervo, Zijo!! —Se abraza a mi pierna—. ¡¡Necesito que mi patética existencia tenga algún valor!!
—Déjame en paz.
—No tienes que comprar mi alma, pero permíteme servirte. —Lloriquea.
—Ay, por todos los infiernos. —Bufo otra vez—. ¡¡Bien!!
Se levanta, feliz, y me abraza.
—¡¡Gracias!!
Lo alejo de mí.
—Ay, no me toques.
—Dígame, ¿qué puedo hacer por usted? Le traigo mujeres hermosas para comer. —Mueve las cejas—. Conozco unas que…
Le pego en la cabeza.
—¡Cállate! Pero ya que estamos. —Me lo pienso—. ¿Puedes averiguar si Máster no está en su cuarto?
—¡Sí, jefe! —Se va corriendo.
Perdió varios tornillos.
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Traber consigue la información y encima me dice por dónde pasar para que nadie me vea. Me despido de él, entonces esquivo la vigilancia, luego entro al cuarto de Máster. Parpadeo varias veces seguidas al ver a Roxellane. Su cabello está suelto, cosa que nunca lo lleva así. Además, tiene un vestido puesto, normalmente, usa pantalón. Sin contar que es blanco. Luego noto el moño en su pelo. Podría decir que luce… ¿inocente?
—¿Roxy? —digo, confundido.
Se percata de mi presencia y deja de mirarse en el espejo del baño. Sale de este, entonces corre a abrazarme. No pierde el tiempo, pues olfatea mi piel. Su apariencia jamás podrá ocultar lo atrevida que es.
—¡Ya suéltame, estúpida! —me quejo—. ¿Y qué con esa ropa?
Se aleja y se mira.
—Ah, es para Máster —declara, sin importancia.
—¿Máster? —Enarco una ceja—. ¿No es que lo llamas Troyen?
—Es como quiere que lo llame.
—No estoy entendiendo. ¿Qué pasó en estos días? —Toco su frente—. ¿Es por la fiebre? Escuché que tenías.
La suelto cuando empieza a explicar.
—Máster nos descubrió, pero tranquilo, no sabe que eres tú. El tema es que algunos se burlaron de él, así que se enfadó conmigo. Terminé cambiando una parte de mi cuerpo cuando me atacaba, entonces todos se asustaron cuando me comí su brazo. Eso arregló todo e hizo que se interesara en ayudarme a conquistarlo. Por eso visto así, intento parecer adorable, ¿qué opinas?
—Es… estás… linda, creo. —Siento un poco de calor—. ¿Quiere decir que te acostaste con él? —cuestiono.
—No, todavía no. —Hace una pausa—. Una chica tímida e inocente no se acostaría tan rápido con su pareja.
—Oh, entiendo. —Río, nervioso—. Se siente un poco extraño esto.
—Dímelo a mí, no he salido del cuarto desde lo ocurrido.
—Yo tampoco.
Se ríe.
—Qué bien nos complementamos —expresa de manera pícara.
—Me causa gracia cómo dices las cosas con esa apariencia.
—Me alegra verte, extrañaba hablar así. —Bufa—. Intentar dejar de ser quien soy, es muy difícil.
—Por eso debiste huir cuando tuviste oportunidad.
Frunce el ceño.
—¿Y parar ahora justo cuando estoy avanzando? Ni hablar.
—Eres una estúpida.
—¡Y tú un imbécil! —grita.
Nos sobresaltamos cuando la puerta se abre.
—Una mujer inocente no dice esas palabras. —Entra Máster.
Roxy baja la vista.
—Lo siento, Máster —se disculpa—. Se me escapó.