Jerarquías y demonios

31: Cuerpo y mente

Roxellane

Leo una revista sobre la cama y me mantengo de panza al colchón mientras movilizo mis pies, bastante entretenida. La puerta de la habitación se abre, pero lo ignoro. Troyen observa que ando con una de sus camisas largas, así que no me puse un short, además, he vuelto a recoger mi cabello. Abre la boca, pero la cierra, dudando, luego hace un segundo intento.

—¿Qué se supone que estás haciendo?

—Leer. —Ruedo los ojos.

—¿Qué haces con eso? Es mío.

Muevo un mechón escurridizo detrás de mi oreja.

—Lo sé —declaro sin importancia.

—Teníamos un trato, tú y yo.

—“Teníamos” tiempo pasado.

—¿Por qué este cambio de actitud? —Enarca una ceja—. ¿Qué no sabes que así no me conquistarás?

Señalo el golpe en mi cara y luego de un rato decido alzar la vista.

—Ya te conquisté, esta es la prueba. —Agito la cabeza en negación—. No es la forma más sana, pero lo confirma.

—¿De qué estás hablando?

—De tus celos tóxicos, pero no te preocupes, tuve dos o tres aventuras con hombres así, puedo lidiar con ello.

Se queda tildado, mirándome, luego se avergüenza.

—No… no soy de esos. Nada más fui violento, porque soy un demonio, no tiene nada que ver con celos.

—Yo también soy un demonio. —Me relamo los labios—. Y también tengo celos, así que no inventes.

Frunce el ceño.

—¿Hablas de Zijo? Ayer lo negaste.

Me quedo observándolo fijo, luego trago saliva, bajo la vista y suspiro. Mis dedos sueltan la revista, después decido sentarme en la cama, antes de responder.

—Bien, me gusta Zijo —confieso—. Lo negué porque me preocupaba por su vida.

—¿Y por qué crees que no está en peligro?

—Porque está con Kireya Larsh y ambos sabemos que no puedes admitirle a ella ni a Royal Cardeneil que esta relación es un secuestro. Quizás todos los sepan, pero no se puede mencionar en voz alta, así que no irás corriendo a matarlo.

Entrecierra los ojos.

—Te ves muy relajada a pesar de que ayer estuviste rogando.

Sonrío.

—Tuve tiempo para meditar todo y darme cuenta de que no estoy tan atrapada.

Se me aproxima y me agarra de la barbilla.

—Cuanta confianza en esos ojos de demonio —aclara—. ¿Ya te los viste?

Frunzo el ceño, luego le pego en la mano y me suelta.

—No necesito un espejo para saber de qué hablas.

—Cierra los ojos, respira y regrésalos a la normalidad —aconseja.

—Estoy en un edificio lleno de demonios, no requiero de ese acto.

—Lo haces solo para no obedecerme.

—¿Sabes qué? Sí, estoy harta de ti.

—¿Entiendes que el amor se cultiva? Se deteriora si dejas de hacer el trabajo.

—Ah, ¿sí? —Le sigo el argumento—. Las parejas son de dos, y no veo que hayas hecho nada para conquistarme.

—¿Es en serio? —expresa, indignado.

—Deberías empezar por disculparte. —Señalo mi golpe otra vez.

—Me engañaste —me recuerda.

—En una relación falsa —contraataco—, y tampoco lo justifica.

—Bien, lo siento —gruñe.

—No suena sincero. —Me levanto de la cama y camino hasta la puerta, la golpeo dos veces, entonces Macdrell abre, luego le informo—. Llévame a dónde está Kireya Larsh.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —se queja Troyen.

—Me voy, no quiero hablar con un tóxico.

—Señorita… —declara Sergius—. No puedo realizar su pedido, eso sería pasar sobre Máster.

—He dicho que me voy —repito—. Además, Kireya tiene el mismo estatus que este secuestrador, así que si tienes alguna queja, díselo a ella.

—Roxellane —gruñe Troyen—. Estás excediendo tus límites, y no puedes andar semidesnuda por ahí —agrega.

Observo mi ropa.

—A la mierda, soy un demonio. —Avanzo.

—Ha perdido el sentido —opina Macdrell y da un paso a atrás mientras Máster me sigue como un pato gruñón.

—Ah, ¿me vas a decir dónde es la habitación de Kireya? —cuestiono con confianza—. Deja tus celos, solo quiero aclararle a Zijo que ya no voy a seguir tu aburrido juego. Quedó muy alterado cuando le conté lo frustrada que estaba, por eso ocurrió todo esto, pero ya está todo solucionado.

Se pone delante y frunzo el ceño porque no puedo avanzar. Doy un respingo cuando pone su mano en mi frente de manera abrupta, así que sonríe.

—Ah, es por eso —declara, satisfecho.

—¿De qué hablas?

—Tienes fiebre —afirma.



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En el texto hay: demonios, romance, sobrenatural

Editado: 10.03.2025

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