Jerarquías y demonios

34: El final de Máster

Roxellane

Hay sangre, sangre en mis manos, es la sangre del corazón de Máster. Esta chorrea en mis manos mientras lo sostengo. No es uno de mis tantos sueños, su cuerpo cae delante de mí y me doy cuenta de que estoy en la realidad. ¡Cielos! ¿Qué está pasando conmigo? ¿Qué hice? ¿Así planeaba deshacerme de él? El plan se traspasó de mis límites, y solo porque mi lado demoniaco salió a la luz.

Tenía tanto terror de que todo se fuera de control y ahora mis miedos se volvieron ciertos.

Dos horas antes…

Sé que tengo a Troyen interesado en mí, incluso ya puedo investigar y he practicado mucho sobre mi cuerpo demoniaco. Mi siguiente paso es deshacerme de él. Aunque, nunca pensé llegar tan lejos, así que no tengo idea de cómo. Tengo aliados, pero nadie se enfrentaría a él. Capaz soy la única que podría desafiarlo, pero, quizás encerrarlo y enviarlo lejos sería la solución.

«Debes matarlo y lo sabes», resuena una voz en mi mente.

Había escuchado susurros antes, pero este sonido es más nítido, es nuevo y algo aterrador. Como cuando me comporté con confianza al tener fiebre. Empiezo a dudar de ser yo o de que me estoy convirtiendo en una persona diferente.

Mejor lo ignoro y me pongo en acción con la idea de atraparlo. Debe haber alguna forma de encerrar a un demonio y que sufra por la eternidad. No creo que se arrepienta de sus acciones, pero al menos espero que pueda lamentar su vida. Por todo lo que me ha hecho sufrir, deseo ser su peor pesadilla.

Me encuentro a escondidas con Zijo otra vez.

—Le comenté a Macdrell sobre una idea que tengo y quiero que la escuches, pues me dijo que es posible. —Sonrío—. Voy a encerrar a Troyen.

Enarca una ceja.

—¿Disculpa? ¿Eso es viable? —Hace una pausa—. Y yo no sé, pero… ¿Confías en Macdrell? Me parece muy arriesgado.

Frunzo el ceño.

—Voy a deshacerme de Troyen, contigo o sin ti.

—Vale, te ayudaré.

Una hora antes…

Preparamos todo y me encuentro con mi objetivo en la sala del jardín donde está la fuente. Cierran las puertas detrás de mí, entonces el gran máster, al que todos le temen, se gira a sonreírme. Yo frunzo el ceño, pero luego también hago un gesto amigable y me le aproximo.

—Hoy es un gran día —declaro.

El día de tu final.

—¿Por qué? —expresa, tranquilo.

—Porque ya acepté mi lado demoniaco.

Se ríe.

—¿En serio?

Fue una broma, pero mi mano acaba de cambiar a garra y me duele la cabeza con fuerza, así que me agacho, por lo tanto, Troyen me toma de los hombros para que no me caiga.

«Gracias, por admitirlo, seamos una».

Comienzo a reír como una loca. Una sonrisa siniestra se forma en mi rostro, es como si mi lado demoniaco me consumiera. La sensación de venganza crece y, entonces, le clavo mis zarpas en su pecho. No lo vio venir.

Ni yo tampoco.

Troyen retrocede notando el agujero en su pecho. Se ha dado cuenta de que bajó la guardia, arrepintiéndose enseguida. Furioso, intentando llevarme al mismísimo infierno con él, trata de golpearme con uno de sus tentáculos, pero termina desvaneciéndose en el suelo. Mientras tanto, yo sigo con el corazón en mi mano, paralizada. Los guardias vienen corriendo hasta mí.

—Alto —dice Macdrell, llegando—. ¿No tienen miedo de que ella se los coma a ustedes también?

Los demonios se detienen, pero yo sigo en el mismo lugar. No huyo, no tengo idea de qué ocurre, solo estoy en shock, hasta que reacciono a aquellas palabras. Creí que no lo había hecho, pero estoy masticando la carne y esa voz siniestra sigue en mi cabeza, parloteando con malicia.

«Se acabó la hora de Troyen Reginam, llegó la era de Roxellane Clareiz».



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En el texto hay: demonios, romance, sobrenatural

Editado: 10.03.2025

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