Jerarquías y demonios

37: Destruir una plaga

Troyen

Hay mucho silencio, ya no escucho mi corazón. Abro mis ojos de forma abrupta, entonces toco mi pecho, el cual está vacío. Tengo un agujero allí. Me inclino en la cama desconocida, tomando fuerza, pues escucha el abrir de una puerta. De repente, me encuentro con Sergius Macdrell.

—¿Qué ha pasado? —declaro, intentando entender.

—Sabía que sobreviviría, mi Master. —Me hace una reverencia, después agarra una silla y se sienta a mi lado—. Ahora tenemos unas cuantas cosas que hablar.

—Yo… —Mi puño se presiona con fuerza en la sábana—. Roxellane me atacó.

—Exacto. —Asiente—. Pero como usted es un demonio poderoso y muy inteligente, siempre tiene un plan de reserva para cada circunstancia. —Observa el agujero en mi pecho—. Al parecer, le ha copiado una habilidad a algún demonio. No sabía que podía guardárselas, creí que tenían un tiempo límite hasta que el otro demonio despertara.

Suspiro y sonrío, pero luego frunzo el ceño, agarrándolo de su ropa y acercándolo a mi cara, furioso.

—Me traicionaste —gruño.

—En absoluto, sabía que usted despertaría. Mi confianza hacia su estatus es infinita, solo utilicé a Roxellane Clareiz a mi beneficio.

—¿Disculpa? —Lo suelto, despacio.

—Quería demostrarle que la comida podrida es una plaga, un problema que debemos erradicar. —Hace una pausa—. Si uno de los altos rangos se pone en esa posición de peso, se tomarían cartas en el asunto y, para mí, ese demonio es usted. Lo necesito para limpiar Norville, por eso le hablé de la estatuilla.

Enarco una ceja.

—Tu determinación para lograr tus objetivos es impresionante, pero lo único que lograste es darme ganas de ir a destruir a Roxellane.

—Ya van dos mujeres humanas que lo traicionan. Una se suicida sin pensar en usted y la otra le quita el puesto. Tendría que matar a todas, o mejor aún, acabar con una plaga, y para eso, necesitamos su influencia.

—¿Me quitó el puesto? —Me titila el ojo.

—Sí, pero ambos sabemos que lo recuperará, apenas lo vean, céntrese.

—¿En qué quieres que me centre, Macdrell? Sí, odio a la comida podrida, pero primero voy a destruir a Roxellane.

—¿Podrá hacerlo? —contraataca.

Me quedo tildado.

—No me provoques.

—Le ofrezco un trato, primero regrésela a la normalidad, luego que Atrell Scarman se encargue, ya que sus sentimientos se lo impedirán.

Me guardo la molestia de sus acotaciones y me centro en el nombre mencionado.

—¿Atrell Scarman? —Enarco una ceja—. ¿Por qué ese demonio?

—A mí no me va a escuchar a diferencia de a usted, pero es el mejor para que acabemos con la plaga de la comida podrida en Norville. Recuerde que su habilidad es dar órdenes sin siquiera comprar el alma de nadie.

Lo oigo atentamente y me lo pienso.

—Ya veremos, primero quiero que Roxellane vuelva a ser humana, luego hablaremos de lo demás.

Asiente, satisfecho.

—Paso por paso, me parece bien.

No me convence para nada y, aun así, tiene razón.

—Bien, ¿cómo volvemos a Roxellane a la normalidad? —cuestiono.

—Ella está muy cerca de la verdad, tiene que reconstruir el rostro de la creadora de la estatuilla.

—La figura disecada en el museo. —Recuerdo—. Debe ser fácil para ella, es arqueóloga, seguro es capaz de restaurarla.

—Bueno, es un cuerpo sobrenatural, necesitará la ayuda de alguien poderoso.

Me río.

—Eso suena muy traicionero de tu parte, Macdrell.

—Siempre lo he sido, mi Máster.

Veremos qué cara pone cuando descubra que no me ha eliminado.



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En el texto hay: demonios, romance, sobrenatural

Editado: 10.03.2025

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