Jerarquías y demonios

40: Final parte 2

Roxellane

Inicié esto como una pesadilla en la que asesinaba a mi novio y, al parecer, también lo terminaré como estar viviendo otro infierno.

Zijo me apoya al lado del soporte que tiene aquel cuerpo disecado, con aparente cerámica y bastante sobrenatural. Las sombras vuelan en el techo del museo, chillando y quejándose mientras yo siento que me estoy muriendo. Le señalo a mi acompañante lo que necesito, entonces me alcanza las herramientas y baja los restos hasta el suelo, entonces comienzo a restaurarlos.

Todo es tensión hasta que relleno y marco cada detalle de la cara, luego dejo que los flushis se movilicen por la zona. Un líquido negro se escurre por todo el cuerpo, parecen cataratas del color más oscuro que haya visto. Con mis dedos temblando, termino de hacer los últimos retoques y al fin visualizo su rostro. Entonces, todo el movimiento de sombras se detiene. También siento mi corazón frenar, como si hubiera muerto por tan solo un instante, luego solo vomito cantidades de bichos en el piso. Ahora toda la superficie está llena de esa sustancia espesa.

—¡¡Roxy!! —grita Zijo.

Todo es borroso, así que pierdo el conocimiento.

Zijo

Rápido, llevo a Roxy al hospital. Por suerte, la atienden con la misma velocidad. Creí que la revisaría el doctor Lemus Peich, que se especializa en seres sobrenaturales, pero, al parecer, lo ha logrado. Un médico de los humanos se encarga de ella, sin enterarse de nada en absoluto, pues es verdad, volvió a ser una humana.

No me dejan entrar a verla, pero como yo soy un rebelde, salto la ventana e ingreso de todas formas. Roxy se sobresalta al visualizarme, pero luego me sonríe al igual que yo a ella.

—El doctor dijo que no puedo tener visitas —me aclara—. Debo dormir.

—El mismo explicó que tenías un problema estomacal, y ambos sabemos que no es cierto, así que te callas.

Rueda los ojos.

—¿Ya vamos a pelear? —Hace una pausa—. Pensemos en cosas importantes: ¿Qué hacemos con la estatuilla?

—Yo qué sé, igual ya no podemos entrar al clan.

—Yo no, pero tú sí.

—Ni mierda, Máster está allí —explico.

—¡¿Qué?!

—Te advertí que no debíamos confiar en Macdrell.

—Con más razón debes buscar la estatuilla —aclara.

—¿Por qué? —expreso, incrédulo.

—Para que nadie más la encuentre.

—¿En serio?

—¡¡Zijo!! —insiste.

—Bien. —Bufo.

—Apresúrate antes de que se vuelva peligroso.

—Ya es peligroso.

—¡¡Zijo!! —repite.

—¡¡Ya voy!!

Roxellane

¿Para qué mierda mandé a Zijo a buscar la estatuilla? No ha vuelto y me preocupa. Me cambio y, antes de que la enfermera entre, salgo por la ventana. Lo bueno es que la habitación que me dieron, comunica hacia afuera, así que no tengo que huir por cualquier parte. Por las dudas, voy con una mochila hasta el clan, pero me detengo de ingresar, pues, obviamente, ahora soy humana.

A la mierda, no tengo tiempo de dudar, fingiré demencia y haré como que soy un demonio. Avanzo, entonces las miradas se giran hacia mi persona, así que se las devuelvo como si pudiera comérmelos.

—Qué hambre, me alimentaré de varios demonios hoy —expreso en alto mientras camino, por lo tanto, algunos disimulan su miedo.

Una vez en la sala principal, giro mi vista hacia las escaleras para ir a la habitación de Troyen, ya que en la de Zijo no visualizo a nadie. Tomo aire, entonces continúo mi recorrido. Escucho la puerta rechinar al ingresar y, para mi mala suerte, me cruzo con el dueño del cuarto. La estatuilla ya no se encuentra sobre el mueble, así que me arrepiento enseguida de venir. Quizás Zijo estuvo vagueando o adelantando algo, no obstante, me pudo haber avisado. Aunque espero que solo sea eso y no le hayan hecho nada.

—Roxellane. —Me observa el máster.

—Troyen —digo, seria—. Me dijeron que sobreviviste.

Se ríe.

—¿Y viniste a rematarme?

—Vine por mi estatuilla.

—¿Y no lo pensaste antes de irte? —habla tan tranquilo.

—No.

Camina despacio hasta mí y me paralizo, se aproxima a mi cuello.

—Ten cuidado —susurra—. Pronto van a matarte.

—¿Y tú no?

Se aleja con la misma tranquilidad.

—No me ensucio las manos con pequeñeces.

—¿Mandas a hacer a otros tu trabajo sucio? —cuestiono.

—Quizás dejas a ZirRejon y te salvas, nunca lo sabremos.

—¿De qué estás hablando?

Camina hasta la ventana y observa el pueblo.

—Se viene una guerra, Roxellane, y voy a avalar esta masacre con creces. Se acabará la comida podrida, y casi ni tendré que mover un músculo para ello. —Se gira a mirarme—. Quizás te lo hayan dicho, incluso yo te lo he comentado, pero te lo haré recordar: los demonios que están en Norville no pueden salir. Decide dejar a ZirRejon y marcharte ahora que eres humana o acepta tu inminente desgracia. Es tu elección.



#334 en Paranormal
#8180 en Novela romántica

En el texto hay: demonios, romance, sobrenatural

Editado: 10.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.