Jimena

I

¿Te has preguntado alguna vez qué pasará cuando mueras? ¿Qué ropa vestirás o cuántos llorarán por ti?

Jimena no necesitaba preguntárselo, conocía esa y todas las interrogantes que puedas imaginar en tu cabeza, como si se desplegaran un sinfín de papeles con enormes respuestas cayendo a su alrededor, nada era un misterio.

Comencemos por el principio ¿Quién era ella? ¿Cómo era?

De cabello negro azabache hasta sus hombros, piel morena, ojos marrones, nariz pequeña y respingada, 1,60 cm de estatura, luchaba contra la gravedad y el peso, pasando de un delgado extremo a aumentar paulatinamente hasta sobrepasar los 10 kilos de más. Su figura no aplica a  top model, pero sus curvas dejaban más de algún hombre con la boca abierta. Casi nunca sonreía, eso parecía extraño, tenía una sonrisa perfecta, dientes blancos y ordenados en esa pequeña boca. Sorprendía la magia que contenia escuchar su risa a lo lejos, inconscientemente dibujabas una en tu rostro. De caminar particular, sabias que se acercaba al escuchar el ritmo de sus tacones.

No se conocía muchos de sus amigos, usualmente caminaba sola hacia su casa, tampoco alguien vio entrar o salir alguna persona donde vivía. La miraba desde lejos, todo un enigma. ¿Qué conocía de ella?

A sus 36 años la respaldaban 3 títulos universitarios, 2 especialidades. Llegó por el azar a un pueblo desconocido. Cada mañana avanzando hacia su trabajo saludaba a todo aquel que se cruzaba en su camino con un ¡Buen Día!

Dicen nunca haberla visto llorar, más, una vez la oí gritar desesperada. Aquel día aprendí a no juzgar a la gente.

Mi vida se resumía en nada, 24 años, tan sólo 2 décadas, me resistía a los cambios que se presentaban. Mis padres peleaban constantemente, pasaba los días en la calle con amigos de dudosa reputación, eso no importaba, al menos ellos se preocupaban que comiera o cuidaban de mi cuando en las fiestas perdía la cuenta de los tragos que ingería. No recuerdo cómo y con quién perdí la virginidad, eso no era importante, es de otro tiempo, a nadie en este milenio le importa esa banalidad.

Eran los últimos días de primavera, salí de mi escondite hacia la playa. Me gustaba un lugar apartado, lejos de la muchedumbre, dejaba la bicicleta de lado, fumaba sentada en la arena con los audífonos puestos y la música extremadamente fuerte. Entonces la vi a lo lejos… fui acercándome lentamente, estaba tan absorta en sus pensamientos que no escuchó, faltando unos pasos para quedar a unos centimetros de ella, se levantó del suelo y gritó:

¡Estamos a mano! ¿Qué más quieres de mí? ¿Por qué me dejas sin ella, que hago ahora? No me queda nada, nada y duele…

No sé cuanto tiempo estuve dudando entre dar la vuelta para dejarla sola con su pena o caminar lo poco que faltaba y poder contenerla en un abrazo...  Jimena dio un paso atrás para luego continuar su camino.

La seguí ese y muchos días, sin que ella pareciera darse cuenta de nada.



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En el texto hay: chicaxchica, primer amor

Editado: 21.07.2019

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