Esta mañana mi madre esperaba en la cocina, no era habitual verla en casa ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo? No recordaba.
- Juno, te esperaba, necesitamos conversar. Dice tan sólo al verme.
- Ma ¡Qué milagro! Cruza los brazos moviendo la cabeza en señal de negación.
- ¡Lo mismo puedo decir! ¿Qué haces de tu vida hija? Todas las noches de farra con esas personas que llamas amigos, ¿No sé dónde sacas dinero para financiar esas largas horas, días, meses de mala vida? En casa no ayudas, abandonaste la idea de estudiar en la universidad la primera semana de clases, no trabajas. ¡Qué hicimos mal! ¿Por qué nos odias tanto? Sus ojos se inundaron de lágrimas, cerré los ojos desviando su mirada. Desde la posición que me encontraba podía divisar por la ventana el auto de papá, estaba en casa...
-Juno hija, nos importas, pero no sabemos cómo ayudarte, hemos intentado todo ¿Qué esperas de nosotros?
- Ma... ¡Por favor, no llores! Mi primera reacción es abrazarla, decirle que todo estaría bien más me contuve, no quiero parecer débil...
- Escucho unos pasos que se acercan, la voz inconfundible de mi padre resuena en esa enorme cocina silenciosa ¡No sabemos que hacer Juno! mi pequeña se alejó de nuestros brazos, necesito verla sonreír como antes, escuchar su canto, tristezas, sentir que aún somos importantes en su vida. Hija ¿Qué quieres de nosotros? Se acerca a mamá para abrazarla, besando su cabeza. La incomodidad frente a la situación hizo que una parte de mi persona, esa odiosa, reaccionara terminando la conversación de golpe.
- ¡Terminó la sesión de terapia por hoy! Les digo sin mirarlos, saliendo rápidamente de casa rumbo a la calle. ¿Por qué los hago sufrir? ¿Qué me pasa? Quizás nada o todo, no era el momento para responder o prometer algo que sabía no cumpliría, con un abrigo entre mis manos, el pecho adolorido por mi frialdad, camino sin rumbo ¿Qué pasaba, quién soy ahora? No me reconozco y odio ser la antítesis de lo que algún día soñaron mis padres, podía responder en pocas palabras a todas sus interrogantes ¡Estoy completamente perdida, no encuentro solución!
Deambule por las calles, sin planearlo llegué a uno de los miradores que permitían ver la panorámica completa de aquel lugar, un enorme lago frente a mis ojos con yates y pequeñas lanchas de paseo, absorta con ese espectáculo estaba hasta que percibo unos ojos marrones observarme a una pequeña distancia sonriendo.
- ¡Es un bello paisaje! La primera vez que llegué a esta ciudad, pasé horas disfrutando. Camina unos pasos, apoyándose de la baranda quedando a mi lado, tan cerca que mi cuerpo reacciono a su contacto, temblando, ella sonríe.
- ¿Hace cuánto estas aquí? No te vi llegar. Respondo, inmediatamente me doy cuenta se escucha un cierto tono de molestia en mi voz, intento decir algo más, remediar mi falta, pero no encuentro las palabras.
- Quince minutos por lo menos, no quise molestar Juno, si incomodo con mi presencia me retiro, igual hace frio para seguir aquí. Retrocede, sube el cierre de su abrigo, cubre su cabeza.
- No molestas ¡No seas pendeja! Este lugar es libre, puedes permanecer todo el tiempo que deseas. Nadie alguna vez me ha preguntado si me interesa su presencia o no, todos toman lo que quieren y se van.
- No debería ser así, tienes las herramientas internas, edad, para decidir por tu cuenta, puedes cambiar de opinión cuando quieras, se debe respetar. Por ejemplo la última vez, no quisiste acompañarme por un refresco, lo acepte. ¡Así de fácil! Vuelve a sonreír, se acerca dejando un beso en mi mejilla, intenta seguir caminando, pero sostuve su mano entre las mías, sus mejillas se ruborizaron.
-¡Quédate un poco más por favor! No sé que estoy haciendo ahora, necesito hablar con alguien, transmites seguridad y miedo, rara sensación. Apoya la mano libre sobre las mías, muerde su labio inferior.
- ¿Me acompañas por un café? Asiento con la cabeza. Te mostraré otro lugar que impresiona de esta ciudad, podría jurar casi nadie lo conoce. Sonríe.
Subimos a su auto justo a tiempo pues en ese preciso momento comenzó a llover, condujo hasta la salida de la ciudad, doblando a la izquierda para bajar una pendiente larga con árboles nativos en ambas direcciones, se detuvo frente a un roble. Sacó de un pequeño bolso dos tazas, un termo con agua caliente y café.
- Quizás te preguntabas por el café, a menudo salgo a dar unas vueltas por eso llevo conmigo este delicioso brebaje ¿Te gusta?
- Intenso el sabor, muy agradable ¡Gracias Jimena!
- ¡Me da gusto Juno recuerdes mi nombre! ¿Quieres unas donas o galletas?
- ¿Traes el almacén ahí? señalando el bolso.
- Siempre, mis sobrinos gustan del azúcar, guardo en todas partes para estar prevenida.
Estuvimos en silencio, observando caer la lluvia sobre los cristales, hasta que interrumpo esa quietud.