JoachÍm (completo)

6

Justo cuando el Sol se escondía por detrás de un grupo de árboles desnudos y, al girar la carreta en un recodo del camino, mis ojos se abrieron desorbitados. La casa que se alzaba justo en frente de mí parecía sacada de un cuento de los hermanos Grimm: techo a dos aguas, bajos, tanto que casi tocaba el suelo en ambos costados; el frente, de un blanco inmaculado, tenía una pequeña puerta de entrada coronados arriba por dos ojos cuadrados de madera, vestidos con hermosas cortinas violetas. Sobre el dintel de la puerta color chocolate había un enorme reloj, con ornamentadas manecillas de suave tonalidad marfil apuntando a unos enormes números romanos del mismo color. Como si fuera por arte de magia las flores rojas que vestían las ventanas y los diminutos balcones de la planta alta me embriagaron con su perfume exquisito. Y el verde esmeralda del césped cuidado que rodeaba la vieja posada me tranquilizó  y un humo grisáceo que despedía una de las chimeneas de piedra ? la del lado sur- me hizo sentir que estaba llegando a mi hogar. Un hogar, por cierto, en el que nunca había estado antes, pero que se parecía mucho al de mi infancia. 

Me bajé de la carreta sin poder quitar mis vista de la ventana que presumí era el altillo. Me vi a mí mismo, sin ningún esfuerzo, mirando desde allí hacia el camino, esperando. Esperando a que llegara él… No tuve tiempo de cuestionar aquella fantasía. Miré hacia el camino de repente y me imaginé a Joachím viniendo hacia mí. Me sonreía con dulzura, mientras clavaba sus magníficos ojos azul celeste en los míos. Pero entonces un viento gélido que sopló desde un grupo de viejos pinos me abofeteó el rostro. Y me trajo no solo una fea sensación helada sino las últimas palabras del conductor que me había traído hasta allí: ?… La boda es este domingo… Y sin él, por supuesto, no hay boda…?

El alma se me vino a los pies. Crucé los brazos a la altura del pecho buscando protegerme de aquella tarde invernal. Y de aquella revelación. Joachím se casaría en tres días. Y saberlo, me provocaba- de una forma incomprensible- tanto o más dolor que el que sentí cuando presencié aquellos besos de la traición. 

¿Qué estaba pasando conmigo?, ¿por qué reaccionaba así?

Todo el dolor que había sentido desde el momento en el que salí huyendo del departamento, amenazó con apoderarse otra vez de mi ser. Sacudí la cabeza, como buscando espantar los fantasmas. Fantasmas que, curiosamente, tenían la voz y la mirada de Eric. Sus ojos burlones y su sonrisa despiadada, buscaban seguirme mientras daba mis primeros pasos hacia una puerta lateral de la posada. Volví a sacudir la cabeza, esta vez con más energía y entonces noté cómo se soltaban de mi cabello gordos copos blancos. Había estado nevando y yo no lo había notado. Miré hacia atrás, hacia el camino de piedra por el que habíamos venido y me maravillé: todo estaba totalmente pintado de blanco. Yo amaba la nieve. Amaba ver todo blanco. Una sonrisa tímida me calentó los labios, sin pedirme permiso. Y entré a la posada, guiado por el viejo conductor, olvidando por un minuto el dolor en el pecho. 

Si  afuera todo era como un cuento, una vez adentro sentí que había viajado en el tiempo, uno ó tal vez dos siglos atrás; y por un instante me quedé sin habla. Me sentí transportado en un abrir y cerrar de ojos a la cocina de mi abuela, con sus coloridos ladrillos en las paredes, sus cacharros de bronce y de madera desgastados en armarios viejos sin puertas. Y por supuesto las infaltables hormas de quesos, jamones, morrones secos, cáscaras de naranja, ramilletes de lavanda, eneldo y albahaca colgados por doquier. Y un inconfundible aroma a anís llenaba toda la atmósfera. Una herrumbrada cocina a leña se alzaba en un rincón, donde podía caber sin esfuerzo un animal entero. El fuego estaba en su apogeo y el aroma a pan recién hecho se mezclaba con los otros olores. 

Y entonces sentí que llegaba a mi hogar, después de un largo, muy largo viaje. Sólo me faltaba algo: su mirada. Aquella mirada azul celeste que era capaz de lograr cualquier cosa que se propusiera. Y con la evocación de aquella mirada vino también el recuerdo de la próxima boda. Y otra vez el dolor- tan familiar en mi pecho débil- se hizo presente igual de despiadado como al principio.

- Ah, tú debes ser Johann, ¿verdad? ¡Bienvenido!- la dulce voz de una señora, anciana, de cabello completamente blanco y recogido en una redecilla, con un delantal colorido y debajo un vestido grueso y negro, me recibió con los brazos abiertos.

Me acerqué a ella, muy despacio, no muy seguro. Sentí que el rostro se me encendía por la vergüenza pero aquella sonrisa dulce pudo más y me dejé envolver por sus brazos cálidos. No me salían las palabras. Temí entonces que, por un momento, tomara mi silencio de una forma equivocada. Por lo que cuando aflojó el abrazo, me aclaré la garganta y hablé de la forma más clara posible:

- Muchas gracias, señora.

- ¡No, señora no! Llámame Mutter Ava. 

Sonreí ante semejante invitación. Me sentí real y completamente bien recibido. Y tuve que hacer un esfuerzo para no ponerme a llorar allí mismo. Alguien entonces carraspeó y caí en la cuenta de que había un par de personas más en aquella cocina.

Un hombre de unos setenta años, de calvicie profunda, alto, aunque un poco encorvado, vestido con un grueso pulóver de lana beige me sonrió y se presentó, ofreciéndome su mano ancha:

- Mario Neuer…

 Le estreché la mano y le devolví la sonrisa. Entonces se acercó a mí una joven mujer que no aparentaba más de treinta años, de finas facciones, grandes ojos- vivaces y brillantes- y una larga cabellera oscura, lisa y larga hasta la cintura.

- ¡Bienvenido, Johann! Soy Bridgit. Te estábamos esperando. Joachím nos ha mandado a decir que venías.

Otra vez aquel nombre. Y otra vez aquella sensación única que parecía nacer desde el propio corazón y cubrirme todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, en a penas segundos, arrasando con cualquier dolor o tristeza que buscaban instalarse en mi estómago y en mi pecho.



#10361 en Novela romántica

En el texto hay: conexion, gaylove, romancelgbt

Editado: 08.05.2023

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