JoachÍm (completo)

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Hacía muchos años que no veía un desayuno como aquel: café humeante, leche fresca, pan de cereales, manteca, queso y salchichas doradas; un frasco de tentadora miel y platos llenos de dulces confituras.

Mientras desayunábamos- mi apetito de repente pareció abrirse- me fueron presentados  los otros huéspedes de la posada. El señor Weisshaup, un risueño hombrecito, bajo, panzón y de incipiente calvicie me estrechó la mano con calidez. Era viajante de comercio, por lo que pude saber. Tenía una vieja camioneta amarilla atestada de una variedad casi infinita de artículos. Aunque en sus años de juventud había sido dueño de una pequeña editorial. También desayunaba con nosotros aquella mañana un joven alto, más rubio que el Sol, bastante tímido pero muy educado, de apellido Von Hohenheim. Era, por lo que supe, doctor en medicina, recién recibido. Y por lo que Mutter Ava contó- con orgullo casi maternal- había escogido hacer su residencia en los pueblos pequeños de la Selva Negra. Y se puso colorado mientras la señora anciana decía de él que era un jovencito humanitario y sumamente solidario al sacrificar su residencia en lugares pequeños e insignificantes como Frieden, cuando por haberse recibido con honores, podía haber elegido un destino con más futuro.

Miré a Mutter Ava fijamente. Parecía sacada de un cuento. Me maravillé pensando que era una suerte que aún quedaran personas que priorizaran las cosas simples pero importantes de la vida, antes que el dinero y el status social. Y no fue necesario escuchar de los labios del propio Joachím aquellas mismas palabras para saber que él también pensaba lo mismo que su abuela. ¡Qué distinto era aquel joven a Eric! ¡En que mundos tan distintos vivían los dos!  No tenía que reflexionar demasiado para saber cuál de esos dos mundos me agradaba más. O cuál de los dos hombres…

Y entonces una alarma empezó a repiquetear en mi cabeza. No podía comparar a Eric con joachím. Si algo había aprendido- a golpes, literalmente- era que no todos los hombres comparten mis gustos. Y los que sí, no son fáciles de encontrar. Quizás porque mantienen un perfil bajo o porque no son capaces de aceptarse a sí mismos. No solemos llevar un cartel en la frente con la palabra ?homosexual? o ?bisexual? o lo que sea. Y me alegro que así sea pero también a veces tiene su contra. Solemos sin embargo mantenernos escondidos, con fachadas cuidadosamente elaboradas. No sé si todos los de mi condición viven o se sienten así. Yo, sí. Las circunstancias me han obligado a mantener un perfil bajo. Me fabriqué una especie de máscara, desde muy niño, para evitar que se supiera quién era yo en verdad. Numerosas palizas- tanto de mis propios padres como de mis compañeros- me enseñaron que en el mundo en el que me tocó vivir no es bien visto ser cómo soy. Y me cuido mucho incluso hasta en los detalles más pequeños. La forma en la que me muevo o incluso hablo…

Todavía sumergido en mis tortuosos pensamientos, miré al joven médico y por unos breves momentos sentí una envidia involuntaria. Hubiese dado casi cualquier cosa con tal de que mi madre hablara de mí con tanto orgullo como lo hacía ahora Mutter Ava de aquel muchacho. Comencé a temblar cuando volví a verme fuera de mi casa, sólo con lo puesto, repudiado, en la calle, solo; sintiéndome un engendro por mis gustos retorcidos. Si no hubiese sido por Eric, quién sabe qué hubiese sucedido conmigo.

En ese entonces, él era estudiante avanzado de abogacía y era ayudante de cátedra en el mismo colegio donde yo acababa de terminar mis estudios secundarios. Él fue el único que me tendió una mano, me dio techo y comida y me ayudó a aceptar que mis ?gustos? no eran los síntomas de una enfermedad. Me enseñó que podía llevar una vida buena y provechosa y que para eso era necesario que llevara una máscara, para protegerme. Para evitar no volver a pasar por lo que había pasado. Fui un buen alumno; aprendí la lección a raja tabla. 

Joachím tuvo que pronunciar mi nombre varias veces mi nombre para traerme de vuelta a la realidad. Vi que todos me miraban con curiosidad y apenas pude musitar una disculpa. Alguien me había preguntado algo pero no sabía qué.

- No te preocupes.- me susurró Joachím.

¡Qué comprensible podía llegar a ser una persona! Parecía adivinar el tormento que se había desatado en mi interior.

Todavía, algo confundido, alcancé a escuchar que me presentaban a dos huéspedes más: el señor y la señora Ende.

Tanto por la evidente diferencia de edades, como por sus características físicas- el cabello rubio, rizado y largo de ella y negro, brillante y lacio, el de él- hacían de ambos una pareja de lo más pintoresca. Pero también noté, más allá de las diferencias a primera vista, la misma chispa y la misma luz en sus miradas, ¡y con cuánta dulzura se miraban! Cómo ella se sonrojaba y sonreía radiante cuando él le rozaba con delicadeza la mano.

Unos pocos minutos después estábamos todos sentados a la mesa, disfrutando de aquel abundante desayuno. Mientras comía, mi mirada iba desde la pareja ?despareja? directo a los ojos de Joachím que cada vez que yo los buscaba, los encontraba clavados en los míos. Era consciente de que yo era el único que no hablaba así que miré al señor Ende pensando en preguntarle a qué se dedicaba. Pero pareció compartir mis pensamientos y me ganó de mano.

- Y tú Johann, ¿a qué te dedicas?

Carraspeé. No quería hablar de mí. Pero no sabía cómo hacer para esquivar las preguntas personales que seguro, por pura cortesía, comenzarían a hacerme.

Volví a carraspear, simulando que me había atragantado con el último bocado, ante las miradas expectantes de todos. Entonces Joachím se apresuró a responder por mí:

- Johann es escritor. Y aunque no he leído ninguno de sus libros todavía. Estoy seguro de que es uno muy bueno.

Parpadeé asombrado y comencé a toser, esta vez atragantado de verdad. Por suerte todos comenzaron a hablar entre sí, tapando mi vergüenza con sus palabras. Por lo que alcancé a escuchar, parecían encantados de tener a un escritor compartiendo el desayuno con ellos. Y pronto la conversación versó en libros. Cada uno nombró sus títulos favoritos; los escritores más prominentes y los que habían quedado inmerecidamente en el olvido. Minutos después todos daban sus interpretaciones literarias sobre las obras más famosas. 



#10361 en Novela romántica

En el texto hay: conexion, gaylove, romancelgbt

Editado: 08.05.2023

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