Joan Forley: Historia de Una Asesina

Entre Amar y No Hacerlo

    —Jav, dame otro —pidió Alex a un extremo de la barra.

    Su rostro reflejaba a la perfección toda su confusión y sus ojeras no hacían más que aumentar conforme pasaban las horas.

    La última familia se levantaba de la mesa, lista para partir entre risas y alistándose para cubrirse unos a otros de la abrazadora lluvia que llevaba un par de horas desplomándose sin piedad.

    Alex suspiró al verlos tan felices y despreocupados.

    —Este es el último —le advirtió Jav mientras le daba el quinto vasito tequilero—, quiero que llegues a casa lo más sobrio posible.

    —Sí, sí —rezongó él.

    Listos para salir, el papá abrió la puerta a la madre, quien salió del restaurante abrigando a su pequeña hija bajo el brazo, y enseguida, él cubrió al hijo mayor con un costado de su chamarra y salieron corriendo del restaurante.

    Justo en el momento en el que la puerta se cerró de golpe, Alex colocó con firmeza el vasito vacío en la barra.

    Cuánta curiosidad tenía de saber lo que era ser abrigado por tu padre, o de recibir un beso cariñoso en la mejilla por parte de tu madre. Lo único que venía a su mente al pensar en su padre era el cinturón de piel acercándose a su cara, y en cuanto a su madre, no recordaba nada más que su mirada fría la última vez que la vio, cuando a sus seis años lo abandonó en un orfanato.

    Y después de aquello, el primer gesto cariñoso que recibió fue por parte de Joan, desde esa primera noche en la que, desinteresadamente, ella lo cobijó con su manta y se quedó dormida a su lado, sin renegar de él por ser diferente o por lucir agresivo. Ella pudo ver más allá de sus heridas e ignoró con dulzura los demonios escondidos en sus ojos.

    Suspirando, extendió el periódico que tenía sobre la barra. Durante toda esa semana se había resistido a leer todo lo que la prensa decía sobre Joan, pero necesitaba saber algo muy importante: lo que ella era capaz de hacer.

    Al restaurante entró un grupo de hombres vestidos de traje, charlando en voz alta y sin preocuparles si molestaban a las otras pocas personas que había en el lugar. Alex se ocultó con el gorro de su chamarra y se acomodó mejor en su asiento, de modo que él podía verlos a través del espejo detrás de la barra y ellos no podrían reconocerlo ni aunque se interesaran en su desarreglada presencia.

    Jav tomó una bandeja repleta de copas vacías y la llevó con nerviosismo a la mesa en la que los hombres se habían sentado, a un lado de las ventanas en la zona de fumar. Regresó para llevarse tres botellas de vino y luego servirlas con cuidado.

    —Vaya, son intimidantes —resopló Jav tan pronto regresó a la seguridad de la barra.

    Alex lo miró y asintió fríamente, sabía perfectamente quiénes eran ellos y qué tan intimidantes podían ser. Jav ignoró la expresión seria de Alex y comenzó a limpiar con detenimiento las copas, tarros y vasos para después colocarlos en el estante correspondiente.

    —Jav, ¿tienes fuego? —preguntó mientras sacaba un paquete de cigarros de una de las bolsas de su chamarra.

    —Ahí va —respondió el cantinero arrojándole un encendedor.

    Alex colocó el cigarro en su boca, acercó la llama a la punta y aspiró con elegancia. Soltó una bocanada de humo y se concentró de nuevo en su lectura.

    Las palabras que más usaban para describir a Joan y sus actos eran: cruel, inhumana y sádica.

    Si supieran, pensó Alex frunciendo el ceño.

    —Joan Forley, ¿eh?

    Alex levantó la mirada un poco exaltado, ni siquiera se había dado cuenta de que un chico se había sentado a su lado, entrecerró los ojos y lo observó. El desconocido llevaba un par de jeans, zapatos negros de aspecto cómodo, una camisa gris y una chamarra de cuero negro que acababa de colgar en el respaldo de su silla. Calculó que era aproximadamente de su edad.

    —Jav, lo de siempre —pidió el extraño después de reír un poco y menear la cabeza ante la actitud de Alex.

    El cantinero sirvió un tarro con cerveza oscura, lo escarchó con limón y sal, y se lo entregó.

    — ¿Y cuál es tu interés en ella?

    — ¿Por qué supones que me interesa? —preguntó Alex, fingiendo indignación.

    El desconocido rió de nuevo.

 

    —Te falta la sección de Negocios, Deportes y Farándula, las únicas en las que no la mencionan, mientras que en todo este papeleo al menos un reportaje por cada página es sobre ella. Vamos, no se necesita ser un genio.

 

    Alex no supo cómo reaccionar, ¿debía irse o continuar charlando? Lo único evidente en ese momento era que el chico era inteligente y observador.



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En el texto hay: crimen, romance, accion

Editado: 23.12.2019

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