Jolly Rogers. Un viaje entre historias

EL RELOJ

Para Lisbeth la vida suele irse entre una pagina y otra de alguno de sus libros, o realizando los deberes escolares, o ayudando en su casa a su madre. ¡Que aburrido!, ¿no les parece?, pero si, esa es la realidad, no todos tienen la dicha de gozar de una vida emocionante, pues la vida no es una película o un libro de aventuras, ¡y menos mal!, pues si fuera así no habría sentido alguno en que uno tuviera fantasías. En el caso de nuestra pequeña estas eran su medio de escape, en particular, de esa fatídica noche en la que se perdió la luz de su realidad.

 

 

 

En su casa no reinaba la paz, aunque tampoco se podría decir que estuvieran siempre en guerra, pero para ella, una niña de escasos nueve años en ese entonces, era un lugar horrible para estar. Su madre raras veces estaba de buen humor, y en ocasiones mucho mas esporádicas estaba quieta, siempre tenia algo que hacer, bien fuera por la parte domestica, o por el trabajo, su padre, aportaba poco al gasto, dormía como si estuviese invernando, y cuando estaba despierto se dedicaba a hacer chistes sarcásticos, o a criticar todo lo que su esposa hiciera, o a recordarle a su hijo mayor lo decepcionante que le resultaba, criticarle que ante sus ojos era un fracaso, y restregarle en cara que el, a su edad, ya había "conocido el mundo", y si, con esas palabras, aunque no con esa connotación. Ante los ojos de cualquiera, aquel joven de tes morena, cuerpo esquelético, cabellos lacios, y barba al estilo de Tony Stark -del cual era tocayo, pues también se llamaba "Tony"- siempre vestido de cuellos de tortuga, con jeens, tenis y chaleco de botones era en efecto solo un nerd, pero para la pequeña Lisbeth este era su heroe. Mas o menos a los siete años, cuando el padre de esta dupla empezó a flogear en el trabajo, y la madre se vio cada vez mas sobrecargada, Tony se vio forzado a empezar a trabajar, por lo que su rendimiento en la escuela era muy bajo, y los regaños de sus padres eran continuos, inagotables, e implacables, solo olvidados cuando llegaba el día de pago del chico, y recordados cinco minutos después, cuando este se volvía a ver a si mismo pobre y sin ni un centavo partido por la mitad, y sin haber podido decir que por lo menos le habia quedado para un caramelo, ¡patético! ¿no creen?, ¿a no?, ¡pues tienen razón!, aquello era mas bien algo admirable, pues otro en su lugar no se lo hubiese aguantado, ¡yo jamas lo hubiese hecho!

 

 

 

No obstante vamos a ser sinceros, la precion para el era excesiva, y en barias oportunidades había considerado la opción de ir a ese puente cercano a su casa, por donde pasaba el tren, subir la baranda, y... ¡echarse un clavado!, pero fue a sus doce años, justo cuando esto estaba a punto de pasar de lo mental a la acción, cuando se entero de que iba a ser hermano mayor, y con ello le vino una primera razón para no saltar todavía, y no provocarle complicaciones a su madre, y a la criatura que esperaba. Lisbeth nació a los siete meses de eso, se adelanto mucho, pero estaba sana aunque era bastante pequeña, y a penas el joven vio a su hermanita, se enamoro, pues era tan pequeña, insisto, y tan frágil, que enseguida creo en el un intenso deseo de protegerla, sabia que ahora tendría que incluir "niñero" en su curriculum, pero no le importaba, ahora ya tenia una razón para vivir, y seguir tomando la responsabilidad que su padre rechazaba. Con el tiempo, los dos se volvieron los mejores amigos, y Tony mas que un hermano, actuaba como un padre, renunciando por completo a su adolescencia como lo hizo con su infancia y con sus ilusiones, para asegurarse de que Lisbeth no las perdiera. el chico pronto se volvió reservado, retraído, muy poco sociable, pues jamas tubo tiempo de aprender esas cosas básicas de ser un niño, pero sacando todo su lado divertido e infantil cuando estaba con esa pequeña, dejándose poner cosas en el cabello, aprendiendo a hacer pasteles y coser vestidos de princesa para ella, y tratando de ahorrar algo de su dinero para regalarle peluches y muñecas para que jugara, pero consiguiendo la ira de su madre, la cual no escatimaba la oportunidad de recordarle que "no se comían las muñecas ni los peluches", por lo que eran un gasto inútil, y decirle otras cosas crueles, pero que el estaba dispuesto a soportar con tal de ver feliz a su pequeña. No es de sorprender que la primera palabra de la niña fuera "Tony", y no mamá o papá, y menos que a los pocos días esta única palabra se volviera la frase que su padre siempre resentiría contra su hijo: "Papá Tony, te quiero".

 

 

 

Un momento fundamental en la vida y relación de ellos dos fue cuando Lisbeth cumplió los tres años, y Tony le enseño a leer. Por ese entonces el joven había encontrado un empleo en la biblioteca publica, gracias a Ángel Rodríguez, su profesor de lenguaje y literatura en la secundaria, y director de dicha institución, que consciente de la situación del joven, e impresionado por la facilidad de redacción y su interés en la literatura decidió darle una mano amiga, del único modo en que no ofendería el orgullo del chico, típico de aquel que se ha acostumbrado a salir adelante por si mismo. Como no podía descuidar su labor como niñero, se llevaba a la pequeña con sigo, y de esta manera la inicio en la lectura aprovechando sus ratos libres. Julio Verne, J.M. Barrie, Hans Chrinstian Andersen, Johnston McCulley, Stan Lee, Dan Slott, Jane Austen, Willian Joyce, Lewis Carroll, C.S. Lewiss, entre otros muchos, pronto alimentaron la mente de la pequeña, y despertaron su curiosidad y su deceo por la vida, provocando un romance entre ella y los libros que solo se haría mas fuerte con el tiempo.



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En el texto hay: reflexion, referecias, homenaje

Editado: 20.03.2019

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