Luego de horas de viaje, al fin habían llegado a la entrada a la ciudad de Candial. Despojándose del camino donde se encontraba el vasto bosque, que se extendía a kilómetros a la redonda, llegaron a una pequeña llanura. La ciudad estaba rodeaba por un rio que se extendía desde el noreste hacia el sureste. Este se notaba que había sido modificado por la gente para que atravesará el interior de la ciudad y asimismo que la rodeará. Pero poder llevar esto a cabo tuvieron que cavar el contorno de las afueras de la ciudad, justo después de la muralla, para que el río siguiera su curso partido en dos en las afueras y uno hacia adentro, de igual forma este se volviera a unir en un punto determinado; asimismo este servía de una protección extra para la ciudad. También cabe recalcar que gracias a que el caudal de este no era fuerte, el comercio se podía desarrollar, y con el puerto fluvial, el cual había sido construido con la intención de transportar productos de una ciudad a otra, esto resultaba más fácil.
La muralla estaba construida en su parte inferior con granito, mientras que su parte superior donde se encontraba las almenas, la alabardilla y las partes de las aspilleras estaba construidas de piedra caliza. La ciudad tenía tres entradas de los cuales los caminos conducían a ciertos pueblos de la región. Para entrar a la ciudad se tenía que cruzar los puentes de arcos que estaban construidos de piedra en su mayoría, y su superficie estaba adornada con adoquines en forma de rombo; en medio de cada uno se podía encontrar lo que parecía ser un sello real. Para entrar a la ciudad tenían que cruzar las puertas, las cuales eran vigiladas constantemente por guardias; estos portaban armaduras de cuero tachonado, su escudo de madera y con sus bracamartes que mantenían envainadas en las fundas de cuero. A pesar de eso, el ingreso era completamente abierto al público, así que la carreta y sus integrantes pudieron entrar sin ningún inconveniente.
Jonny y Eliott se encontraban maravillados y a la vez desconcertados, debido a las cosas diferentes que albergaba aquella ciudad: calles adoquinadas, vestimenta de la gente, arquitectura antigua, animales exóticos, su imponente castillo, etc. Todo era muy distinto a lo que se pudieran encontrar en su mundo. Primero pasaron por el establo del ejército, los cuales albergaban lo que parecían ser unicornios, aunque estos no eran exactamente unicornios; a estos tipos de caballos se les conocía como corneses. Su forma es la de un caballo normal, la diferencia es que estos tenían cuernos, pero algunos poseían hasta dos, su cuerno no era recto, sino que algunos tenían cuernos anillados en curva, o incluso hasta afilados en forma puntiaguda; se podría decir que estos que tenían ese tipo de cuernos eran los que estaban preparados en caso de que se suscitara alguna guerra. El caballo que venía jalando la carreta era de la misma clase de estos; solo que ya estaba un poco viejo y descuidado. Luego de cruzar el establo, llegaron al mercado de la ciudad. Ahí se concentraba una gran cantidad de gente y los comerciantes se esparcían alrededor tal, tratando con el afán diario de vender todos sus productos. El bullicio de la gente, más el polvo que se desprendía del suelo y sumado el calor abrazador, daba como resultado la combinación perfecta como para sentir un gran desespero e incomodidad. Pero esto se trata de un diario vivir, donde si no trabajas no te alimentas.
Barkan dirigió su carreta hacia un espacio que se encontraba a orillas de la calle. Elina se bajó inmediatamente para soltar al cornés. Barkan bajo de su asiento y se dirigió en dónde se encontraban Jonny y Eliott.
—¡Bueno muchachos! —dijo Barkan —. Hemos llegado a nuestro destino.
—¿Qué pasará con nosotros? —preguntó Eliott.
—Si corren con buena suerte se los podemos vender a alguien de la monarquía, pero si no sucede algo así no me culpen por su destino.
—¡Sueltanos! ¡Por favor! —imploró Jonny.
—¡Jaja! —se burló Barkan —. No puedo poner mis intereses por delante de alguien más —. Se acercó a un costal y sacó una cuerda de el —. Ahora lo que necesito es que ponga sus manos en su espalda para atarlos, sin necesidad de utilizar la rudeza.
A Jonny y Eliott no les quedaba más que obedecer lo que dijera aquel gigante hombre. Bajaron de la carreta y se quedaron ahí esperando la siguiente orden. Barkan bajo varios costales que venían cargados en la carreta, extendió un toldo en la superficie, y se dispuso a sacar una gran variedad de objetos nunca antes vistos por Jonny y Eliott. Entre ellos se encontraban ojos de animales, partes de armaduras, frascos que contenían líquidos con función dudosa, artefactos para algún tipo de uso, flechas, espadas, el celular de Jonny, etc. —¡Mi teléfono! —exclamó Jonny —¡Cállate Jonny! —interrumpió Eliott —. Ya era de que perdieras el tuyo también —Pero… el progreso de mis videojuegos —dijo entristecido Jonny —¡Tu solo cállate! —profirió Eliott.
Luego de que Barkan ordenara los objetos, se dirigió donde se encontraban los amigos, y como si de algún costal se tratara los tiro al suelo en donde tenía estirado el toldo. Luego saco unas pequeñas bancas y se sentó ahí mientras Elina seguía alimentando al cornés.
Luego de eso, Elina pudo percatarse que Barkan no hacía más que estar sentado —¡Con esa actitud no venderemos nada Barkan!—exclamó Elina mientras se venía secando las manos en su pantalón; debido a esto era catalogada como extraña, ya que las mujeres solo usaban largos vestidos —. Hay que buscar una forma de como promocionar lo que vendemos.
Elina se dirigió a la carreta en busca de algo en lo que pudiera escribir. Con suerte encontró unos rollos de papel papiro, también encontró calamos de bambú y tinta que le servirían para escribir. Elina cortó pedazos rectangulares y los ato a unos trozos de madera, seguidamente los colocó a orillas de la calle con la intención de que la gente supiera que era lo que vendían. Entre ese rótulo se encontraba la frase: “Ventas de esclavos”, el cual se referían a los jóvenes. Mucha gente se acercó ofreciendo pequeñas cantidades de monedas plata y cobre. Elina y Barkan no aceptaron ninguna ya que les parecía muy poco. Y luego de un largo y desesperante día lograron vender algunos productos más no se pudieron deshacer de Jonny y Eliott. Al parecer, tendrían que lidiar con ellos otro día más, pero aún cuando sus esperanzas ya estaban siendo opacados por la decepción, aparecieron unos guardias provenientes de la zona norte de la ciudad. Sus vestimentas eran muy distintas a la de los guardias que anteriormente habían vistos; además, estos guardias venían cargando trompetas. Rápidamente, toda la gente que se encontraba a los alrededores desalojo el vino principal, colocándose a las orillas. La presencia de los guardias era más imponente, sus armaduras eran de bandas, su escudo de metal y sus cimitarras envainadas en fundas de metal. Luego aparecieron más guardias, los cuales apartaban las personas que aún se encontraban en medio del camino. Aquellos que ponían algún tipo de resistencia eran golpeados con palos sin piedad alguna hasta que se orillaran. Los guardias que cargaban las trompetas empezaron a ejecutarlas y un silencio invadió el lugar instantáneamente. De pronto, unos cornés asomaban sus narices a través de las puertas, y luego dejaban ver sus majestuosos cuerpos reluciendo por el sol debido al porte de su armadura; montado sobre ellos venían lo que parecían ser personas importantes del ejército. De igual forma, sus armaduras de placas brillaban al ser reflejadas por el sol. Eran cuatro los corneses y cada uno con sus jinete, y debido al material de sus armaduras se podían distinguir los rangos; tres de los jinetes tenían armaduras de plata y el que venía al frente era de oro.