Juego De Brujas

CAPÍTULO 012

08 del Mes de Kaostrys, Dios de la Tierra

Día del Último Aliento, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Se quitó un mechón rebelde del rostro con una mano, y con la otra, se acomodó la falda lisa de lino. Sus botas pisaban las hojas secas del suelo mientras avanzaba con paso perezoso. Al llegar al lugar, Cathanna sacó la espada oculta en su calzado, la misma que su padre le había dado hace unos meses, que tenía la asombrosa capacidad de aumentar o disminuir su tamaño según la necesidad requerida.

Después de observarla por unos segundos, comenzó a practicar, dejando que la frustración se filtrara en cada movimiento. Varios minutos después, Taris apareció detrás de ella, con los brazos cruzados, observando la brusquedad de todos sus movimientos. No hizo ningún ruido que pudiera desconcentrarla, solo analizó su cuerpo, cuidadosa.

—Pensé que venías conmigo para entrenar sobre el aire, no con la espada —comentó al fin, acercándose con una expresión neutral.

Cathanna se giró hacia ella, bajando la espada.

—Ya sabes cómo es mi padre, Taris —dijo, con frustración—. Insiste en que debo aprender a usarla. Ni siquiera sé por qué motivo.

—Tus clases de control del aire son tu prioridad en este momento. —Puso la mano en su hombro y le quitó varias hojas—. Tienes que subir al siguiente nivel si no quieres quedarte atrás.

Cathanna asintió de forma lenta, guardando la espada en su bota de un movimiento casi mecánico. No podía, ni quería darse el lujo de ser la única miembro de su familia incapaz de controlar su propio don, aun sabiendo que, en una situación de emergencia, probablemente no saldría a flote, como ocurrió aquella noche.

Su madre era una simple humana, sin nada especial en su sangre, pero eso no la hacía menos fuerte que los demás, aunque pocas veces lo demostraba por el miedo al que dirían las malas lenguas. En cambio, su padre era un hechicero extremadamente poderoso, capaz de invocar magia sin la necesidad de usar un objeto. Calen era un Elementista de fuego mientras Cedrix estaba aprendiendo magia para ingresar al Colegio de Magia Florium. El resto de la familia también poseía dones excepcionales, aunque rara vez los usaban.

—No es solamente mover el aire, Cathanna —explicó Taris, arreglando sus brazos con movimientos delicados—. Se trata de escucharlo. Sentirlo en todo tu cuerpo. Recuerda que es tu aliado, no algo que solo usas una vez y luego a la basura.

Cathanna arrugó el rostro, asintiendo de arriba abajo con la cabeza, mientras Taris terminaba de acomodar sus brazos, como lo indicaba en el libro de Elementistas de aire que estaba encima de la mesa. Se obligó a respirar con calma, sintiendo la paz fluir por sus venas, y entonces el viento respondió. Elevó sus brazos con ayuda de Taris, y una ráfaga de aire en espiral comenzó a formarse a su alrededor, levantando las hojas secas del suelo y remolinos de polvo.

—Lo estás haciendo increíble, Cathanna —reconoció Taris, viéndola con una leve sonrisa—. Pero debes tener más control sobre tus movimientos. No estás buscando una tormenta, sino precisión. Mantén la calma. Sin presiones. Nadie te está apurando.

Cathanna apretó los dientes con fuerza, tratando de moldear el aire, como se lo estaba explicando Taris con pequeños ejemplos. Le resultaba algo complicado, pero cuando por fin le pudo agarrar el hilo, la dirigió a donde estaba Taris, viéndola con una expresión de severidad, y antes de que pudiera destruirla, Cathanna elevó la corriente hacia el cielo, y por un breve instante, pareció moverse con la fuerza y la voluntad de un ser humano.

—¿Ya lo estoy haciendo bien o sigo siendo una inútil? —examinó con tosquedad, relajando los brazos.

Taris asintió con la cabeza, desconcertada por el tono de voz.

—Mucho mejor, Cathanna. Sin embargo, aún te hace falta más para ser realmente buena. —Se acercó a ella—. El viento no es solo una de las fuerzas más importantes que rigen nuestro mundo; también es voluntad. Cuando empieces a entenderlo como lo harías con una persona herida, no tendrás que darle órdenes porque él sabrá lo que quieres y solo lo hará.

—Lo tendré muy en cuenta, Taris. —Inclinó la cabeza en una reverencia—. Muchísimas gracias.

Taris era, sin duda, la maestra de aire más poderosa que había tenido el gusto de conocer en sus pocos años de vida. Entendía perfectamente por qué sus padres la escogieron a ella para ser su tutora y no a otra persona. Poseía una paciencia que no muchos.

—Vamos a continuar. —Sonrió, dejando ver sus dientes—. Llegó el momento de enseñarte Levitación.

—Pensé que sería dentro de unas semanas —dijo, con un gesto de confusión—. ¿Por qué ahora?

—Creo que es un buen momento para que aprendas. —Avanzó hacia la mesa con Cathanna siguiéndola de cerca—. Si logras unir estas dos técnicas, serás mucho más poderosa, no solo para protegerte de caídas, sino también para atacar a tus enemigos.

Cathanna se sentó frente a ella, tomando uno de los libros que le brindó, el cual contaba con muchos dibujos sobre técnicas y la historia de la creación de ellas.

—La Levitación no es solo cuestión de empujar el aire bajo tus pies —explico Taris, tomando un libro—. Si lo haces de esa manera, perderás estabilidad y terminarás impactando con el suelo en cuestión de segundos.




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