Juego De Brujas

CAPÍTULO 023

060 del Mes de Kaostrys, Dios de la Tierra

Día del Viento Susurrante, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Cathanna estaba durmiendo profundamente cuando un fuerte estruendo sacudió la rotonda, como un rayo partiendo un monumento en dos. Al abrir los ojos, más explosiones llegaron. Ella sé acurrucó en su cama, hecha un ovillo, sintiendo cómo el frío abrazaba sus huesos. Su respiración se volvió errática, demasiado desordenada como para lograr estabilizarla. Miró la puerta entreabierta y luego llevó los ojos a las sombras que se movían por el lugar.

—¡Vamos, arriba todos! —gritó un hombre con fuerza, y los disparos contra el suelo continuaron—. ¡Rápido, reclutas! ¡Mi anciana abuela es más rápida que todos ustedes! ¡Muevan esas pelotas! ¡Ya!

Cathanna se levantó tan rápido como su cuerpo lastimado se lo permitió, al igual que los demás reclutas. Las luces fueron encendidas de golpe, iluminando todos los rostros con una intensidad que ardía en los ojos. Ella tragó duro, llevando las manos detrás de la espalda, apretándolas a pesar del dolor que seguía muy presente.

—¿¡Qué hora es!? —exigió la voz firme de una mujer que todos reconocieron de inmediato: Airina—. ¿¡Qué hora es!?

—¡Cero, tres, tres, cero! —respondieron los reclutas al unísono.

—Cero tres... ¿Qué? —dijo Cathanna en voz baja, frunciendo el ceño, sin entender aún esa forma tan marcial de decir la hora.

Tomó aire otra vez, tratando de despejarse, pero se congeló cuando sus ojos se cruzaron con los de él. Por un momento se le olvidó cómo respirar. Su mirada se detuvo en el rifle que sostenía: uno normal, nada que ver con ese armamento dracónico capaz de incendiar cuerpos enteros con un solo disparo.

—¡Tienen un minuto para tender esa maldita cama! —exclamó Zareth, sin apartar su mirada de ella, llevando el rifle detrás de la espalda con un solo movimiento—. ¿Acaso están esperando una invitación o qué? ¡Rápido! ¡No sean lentos, niños!

Cathanna se giró hacia su cama, palideciendo. No sabía cómo tender una, ni por donde comenzar a hacerlo sin parecer una idiota delante de todos. Se quedó en blanco por unos segundos hasta que sintió un golpe en su brazo. Era Loraine, quien le hizo señas para que empezara, así que con sus manos temblorosas tomó la sábana, y guiándose por Shahina que tenía la cama a la derecha, comenzó a tenderla.

El minuto terminó y Zareth empezó a caminar entre las camas, lanzando una moneda sobre cada una para comprobar que estuvieran bien tensadas. Cuando llegó su turno, Cathanna sintió que se le detenía el corazón. Observó la moneda caer, y se quedó muerta sobre la sábana. Zareth levantó la mirada hacia ella, arqueando una ceja con esa expresión que decía todo sin necesidad de palabras.

—Veo que no sabes tender una simple cama —dijo alto cerca de su oído—. Manos detrás de la cabeza, dobla las rodillas. Dame diez. Ahora, recluta.

—¿Diez qué? —balbuceó Cathanna.

—¡Dame diez, ahora, recluta! —gritó Zareth.

—No tienes por qué gritar tanto... —rezongó.

—¡Ya mismo, recluta!

Cathanna le dio una mala mirada. Aun así, obedeció. Puso las manos detrás de la cabeza, dobló las rodillas y empezó a subir y bajar con dificultad.

—He realizado diez... señor —soltó lo último con condescendencia.

—Bien, escuchen todos con atención —comenzó, dándose la vuelta—. Mi nombre es Zareth Caelstrom y seré su líder hasta que sean oficialmente cadetes de Rivernum. —Su mirada terminó en Cathanna otra vez—. Mi trabajo es asegurarme que cada uno de ustedes sepa qué hacer, como hacerlo, y, sobre todo, sobrevivir mientras lo hacen. Recuerden respetar a sus compañeros siempre, pues es la única familia que tendrán aquí. Confíen en sus habilidades y aprendan rápido.

Cathanna sintió un nudo formarse en su estómago.

—Deberán obedecer en todo lo que diga. No quiero quejas de nadie, mucho menos que no hagan las cosas como son —continuó Zareth, caminando en círculos frente a ellos, observándolos uno a uno—. Los que están detrás de mí, serán sus guías de entrenamiento, pero siempre deberán dirigirse a ellos con su rango: tenientes —añadió, señalando a los otros soldados que estaban alineados a su espalda—. ¡Y ahora tienen quince minutos!

—¡Sí, comandante!

Zareth se dio la vuelta y caminó hacia la salida con los guías de entrenamiento siguiéndolo. Apenas salió por la puerta, la rotonda estalló en movimiento. Cathanna se movió rápido hacia su bolso, sacó su toalla, sus cosas de aseo y el uniforme. Sin mirar mucho a nadie, se metió en el baño. Hizo sus necesidades lo más rápido que pudo, como si el inodoro también tuviera cronómetro. Luego se metió a la ducha.

Cuando salió de la ducha, se secó rápido, empapó su cuerpo de crema y se puso el uniforme negro. Mientras se abrochaba la chaqueta, bajó la mirada y se detuvo un segundo: justo debajo del logo del castillo, en el lado izquierdo del pecho, estaba grabada una letra —la inicial de su nombre— y su nuevo apellido. Frunció el ceño, pero no le dio demasiada importancia y se acercó al espejo, se cepilló los dientes.

—¿Acaso usar este tipo de cepillos es legal en nuestro imperio? —dijo Cathanna, frustrada—. Parecen ramas, dioses.




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