Juego De Brujas

CAPÍTULO 027

012 del Mes de Vharza, Dios del Fuego

Día del Viento Susurrante, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

La noche cayó, y cuando entró en la rotonda, se dejó caer sobre la cama sin siquiera quitarse el uniforme, cerrando los ojos y tratando de ignorar el dolor que le recorría todo el cuerpo. Abrió un ojo al escuchar la voz fuerte de Han saludando a los que estaban cerca. Detrás de él estaban Lysisthea y Shahina, quienes habían quedado en el mismo grupo que él. Se sentó en la cama, al tiempo que ellos llegaban.

—¿Y cómo te fue en tu primer entrenamiento? —preguntó Han, tirándose en su cama, despreocupado—. Por ahí escuché que una chica muy bonita desafió a un profesor muy respetado aquí en el castillo. Me doy cuenta de que te gusta mucho meterte en problemas.

—¿Qué te llevó a hacer eso, Cathanna? —curioseo Shahina, sentándose a su lado—. ¿Estabas enojada y quisiste desquitarte?

—Quería obligarme a pedir perdón —bufó, mirando a Raihen de reojo, que se estaba cambiando la camisa—. Definitivamente, Raihen tiene el ego en el cielo. —Se acomodó en la cama—. Es un desgraciado cretino, imbécil, estúpido. Quiso hacerme sentir mal. Solo le di una lección con la espada, no hice más nada... Bueno, tal vez también puse mi pie en su pecho, pero se lo merecía por ser tan ridículo. Y casi me rompe el maldito brazo. Nadie salió en mi defensa. Los odio a todos.

—Hubieras cortado su cabeza —propuso Lysisthea, mirando a Raihen sin descaro. Entrecerró los ojos, llevando la mirada a ella—. Es lo mínimo que se merecen hombres que aman humillar a las personas.

—Increíble, chica —dijo Shahina, elevando ambas cejas—. Sí que tienes una mente de asesina. Qué bueno que estás en Rivernum.

—Solo matar me mantiene con vida. —Inclinó ligeramente el torso hacia atrás—. No digo que sea algo que me haga sentir feliz. Pero tampoco puedo dármelas de ser un alma inocente, cuando tengo manchada las manos de la sangre de otras personas que intentaron hacerme daño. Mi madre me dijo antes de morir, que nunca podía permitir que alguien me dañara. —Desvió la mirada, rascándose la ceja—. Tengo que cumplir eso, porque así me… siento cerca de ella.

Cathanna la miró, notando la expresión decaída de su rostro que rápidamente remplazó con esa seria que casi siempre llevaba.

—Lo que dijiste, Lysisthea, me hizo recordar algo que me dijo mi padre cuando se enteró de que había decidido enlistarme a Rivernum para ser cazador: “El mundo es más duro de lo que imaginas. En casa te tratamos como una reina, pero allá afuera no será igual: allá te verán débil. Por eso tienes que defenderte, aunque eso signifique arrebatarles la vida a otros. Porque entre tu vida y la de alguien más, siempre debe ir la tuya primero” —añadió Shahina, mirándola con una mueca de melancolía al recordar a su familia.

—¿Ustedes quieren mucho a sus familias? —preguntó Cathanna, con un vacío en el pecho mientras jugaba con el brazalete.

—¿Quién no podría amar a su familia? —inspeccionó Han, mirando al techo, con aires despreocupados—. La familia es el mayor componente de una persona. Es por lo que nos movemos para ser mejores. Por quienes queremos luchar siempre, a pesar de lo malo.

Cathanna sonrió débil. Nunca se imaginó luchando por su familia, como decía Han. De hecho, solo sentía una mezcla entre odio y resignación por todos los miembros que vivían en el castillo familiar, como si fuera lo único que podría brindarles en la vida, no un amor genuino, como le hubiera gustado. Pero al menos, sabía que no todos en el mundo compartían su misma situación, y eso la hacía feliz, porque existían muchísimas familias fuera de la suya que podían conocer el verdadero significado de la felicidad.

—Hay otras personas en el mundo que no pueden decir lo mismo —agregó Cathanna, e infló las mejillas—. Y es una lástima.

—Si que lo es —dijo Han, mirándola con una sonrisa leve—, pero la familia es algo que también puede crearse fuera de casa. Solo se debe elegir a las personas correctas.

Cuando todos se fueron a dormir, Cathanna se levantó con cuidado de no hacer ruido y se escabulló de la rotonda hacia la biblioteca —esa infraestructura circular que se hallaba en el centro—. Avanzó a la sección que hablaba sobre dragones: su historia, todo lo que se sabía de ellos. Tomó un tomo titulado Blazefire. Ahí estaba todo lo que necesitaba saber sobre las esferas que ellos habían creado.

—¿Por qué lees sobre las esferas del recuerdo?

Cathanna giró rápidamente, sorprendida, encontrándose con el hombre que había visto en el comedor días atrás. Sintió cómo sus mejillas ardían de vergüenza.

—Eh… por nada —balbuceó ella.

—No creo que las personas lean ese tipo de libros por nada. —Inclinó la cabeza al libro abierto.

—Soy muy curiosa. —Tragó duro—. Solo es eso.

—¿Y qué te ha parecido hasta ahora este libro? —Se sentó junto a ella—. Blazefire es una especie muy incomprendida y tan temida.

—Sí... lo son realmente —dijo Cathanna, desviando la mirada, incómoda—. Siempre se le ha temido a aquello que suele defenderse de los impulsos asesinos de otros. —Se mordió el labio inferior

—¿Por qué lo dices?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.