Juego De Brujas

CAPÍTULO 033

060 del Mes de Vharza, Dios del Fuego

Día de La Tierra, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Cathanna se dejó caer al suelo junto a Shahina, con las manos detrás de la espalda y la mirada al frente, donde se hallaban Lysisthea y Han, avanzando sobre unos troncos giratorios de metal, con serpientes venenosas abajo, esperando unas sobre otras arrancarles la carne y llenarlos de heridas. Era un trabajo en equipo, por lo que debían apoyarse mutuamente si querían lograrlo.

Sus piernas los sacaron de la plataforma, donde otro reto los estaba aguardando. Corrieron hasta llegar a la mesa llena de elementos para defenderse. Lysisthea planeó una estrategia rápido y tomó un arco, mientras Han se preparaba para atravesar el campo cubierto de criaturas inofensivas sin cerebros, creadas con magia para ese desafío.

Su misión era clara: rescatar varios muñecos que simulaban a personas reales en peligro, antes de que fueran devoradas por esas criaturas que caminaban de manera torpe, chocando unos contra otros, cayendo al suelo bruscamente. Pero eso cambió al instante en el que Han comenzó a moverse entre ellos, casi corriendo, mientras Lysisthea apuntaba a las criaturas que tomaron una velocidad impresionante.

En lugar de desaparecer, se multiplicaron. Lysisthea maldijo internamente. Llevó la mirada a la mesa, y después de dudarlo, tomó una lanza y corrió dentro del campo. Cuando estuvo lo suficiente cerca de Han, le tiró la lanza y sacó rápido el arco de su espalda para dispararle a la criatura frente a ella, que se multiplicó, y comprendió rápido que la idea no era dispararles, sino que usar su propia magia.

Pero ella no podía usar su magia. Era una bruja rodeada de reclutas con el sueño de ser grandes cazadores en unos años, y sabía que, aunque fuera solo un poquito de su poder, sería ponerse en bandeja de oro ante todos ellos. Maldita suerte la suya. Maldita necesidad de pasar desapercibida. Maldita la magia que corría por sus venas, que amaba con locura, pues podía hacer muchas cosas afuera.

Volvió a maldecir en su cabeza y disparó, logrando que se hicieran más con el pasar de los segundos. La respiración se le volvió pesada. Se mordió el labio inferior, tratando de analizar la situación. Después observó a Han, quien lanzó una roca del suelo a los pies de la criatura que se estaba acercando a ella. Entrecerró los ojos, notando de inmediato que el leve ruido de las piedras al ser lanzadas las detenía.

Lysisthea sonrió y pateó una piedra hacia la criatura que estaba más cerca de ella, que se detuvo de inmediato, retrocediendo. Aprovechó que Han pateara las piedras para brincar sobre un pequeño tronco de metal. Después de varios saltos y piedras lanzadas, finalmente sus manos lograron liberar a los muñecos rápidamente.

—Felicidades —dijo Cathanna cuando ellos se sentaron.

Lysisthea asintió, mientras Han le devolvía una mirada de agradecimiento, dejando caer los brazos detrás de su espalda para sostenerse. Se veía muy diferente a antes, cuando tenía el rostro relajado y esa mirada de burla. En ese momento, estaba demasiado tenso, con el sudor recorriéndole la frente y los ojos cerrados.

—Lo hicieron muy bien —expresó Shahina, aplaudiendo.

—Muy bien es poco. Dejé toda mi energía en ese lugar —bromeó Lysisthea, señalando los troncos giratorios con dos reclutas sobre ellos—. Después siguen ustedes, ¿están listas para lograrlo?

—Siempre estoy lista. —Sonrió Shahina, algo emocionada.

—Me gustaría decir lo mismo —murmuró Cathanna, tensa.

—Ánimo, Cathanna. —Lysisthea puso la mano en su hombro y le dio un suave apretón—. Puedes hacerlo. Confía en ti.

Cathanna asintió con la cabeza, respirando hondo. Los minutos pasaron rápido y se levantó con ayuda de Shahina. Cuando llegaron al primer obstáculo, se miraron por un instante, y Shahina la abrazó rápido, dejando a Cathanna algo sorprendida.

Shahina no se veía nada nerviosa, por lo que no entendió por qué lo hizo. Aun así, se obligó a llevar la mirada al frente, curvando una de sus cejas. Comenzaron a correr al mismo tiempo y tomaron impulso para subir a los troncos largos, que primero se movieron lentamente hasta que adquirieron una velocidad que casi hizo que Cathanna cayera; pero con la ayuda rápida de Shahina, logró mantenerse de pie. Avanzó rápido, moviendo los pies con cuidado.

Cuando la noche cayó, Cathanna salió de la biblioteca cargando un pesado libro escarlata sobre Elementistas de fuego. Pesaba como si adentro hubiera un volcán, pero igual lo abrazó contra su pecho. Necesitaba entender ese don extraño que le ardía en el cuerpo, aunque fuera solo un poquito, lo suficiente para saber cómo manifestarlo.

Caminó por el estrecho sendero de piedra, con pasos suaves para no llamar la atención de quien estuviera ahí. No quería miradas encima, ni preguntas, ni compañía. Solo silencio. Las antorchas alumbraban todo a su paso mientras los pájaros tarareaban. Sentía las pierdas arder por el esfuerzo que estaba haciendo, hasta que por fin llegó al lugar donde había tenido su primera clase hace semanas, ese espacio amplio que a esa hora estaba completamente vació. Perfecto.

Se sentó en ese banco frío, acomodando el libro sobre sus piernas cubiertas por el pantalón largo del uniforme. El crujir de la tapa cuando lo abrió le indicó lo antiguo que era el libro. Posó los ojos en la primera página. Las letras curvas, delineadas en tinta rojiza, parecían danzar como brasas vivas, al igual que los dibujos a un lado.




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