Juego De Brujas

CAPÍTULO 038

035 del Mes de Yvelis, Diosa del Amor

Día de las Llamas Eternas, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Cuando salió del sanatorio, Cathanna se encaminó a la rotonda con pasos perezosos. Sintió muchas miradas posarse en ella, más intensas que cualquier otra que hubiera recibido antes, junto con murmullos poco disimulados. No sabía si eran celos lo que percibía de los demás o solo admiración por poseer un vínculo con una bestia de esa magnitud, como lo era Nyxeret. La incomodidad la abrazó, junto con una extraña excitación que le envolvió todo el cuerpo.

Cuando abrió la puerta de la rotonda, todas las miradas se clavaron en su cuerpo, inmovilizándola en la puerta. Ya no había rastro de molestia en ellas, sino una especie de celos mezclados con admiración. Cathanna rodó los ojos, ignorándolos, y se dispuso a caminar. Podía sentir la pesada mirada de Raihen sobre ella, como cuchillos afilados. Sonrió de lado, llena de la arrogancia que había cultivado durante toda su vida. Le encantaba sentirse superior a él y, aunque ya no quisiera admitirlo, también al resto de sus compañeros.

—Si yo tuviera un Destino tan impresionante como el de Cathanna, ya lo hubiera usado para robar un imperio y convertirme en el gobernante —habló Han, recostado en la cama de Cathanna como si fuera suya. Ella curvó una ceja y lo empujó, haciéndolo caer al suelo—. ¡Dioses, Cathanna! —exclamó, tocándose la cabeza, adolorido.

—¿Puedes dejar de pensar en someter a los demás? —solicitó Cathanna, dejándose caer en la cama. Se giró, apoyó la cabeza en sus manos y observó a Han aún en el suelo, con una sonrisa—. El destino me consideró el honor de estar con Nyxeret porque soy un alma pura.

—Los Valkirias son impresionantes —dijo Lysisthea desde su cama, mirándola con intensidad—. De verdad espero que puedas aprender mucho de tu Destino. Te hará mucha falta para lo que vendrá.

—¿Para lo que vendrá? —Curvó una ceja, confundida.

—Sí, estamos a punto de entrar en guerra, Cathanna. —Se aclaró la garganta, desviando la mirada a Han, quien se levantaba con la mano en la cabeza—. Todos escuchamos a la teniente Krugger cuando nos dijo que también seríamos enlistados, sin importar que fuéramos unos reclutas que aún no saben nada. —Miró nuevamente a Cathanna—. Los Valkiria poseen un poder muy bueno, que sería de ayuda para todos si Alastoria y Valtheria llegasen a enfrentarse.

—¿Por qué mi Destino pelearía en una guerra de humanos contra humanos? —preguntó Cathanna, sentándose en la cama, con la mirada puesta en Lysisthea—. De verdad, es algo que veo muy improbable, considerando el temperamento de los Valkirias. Es más probable que me deje abandonada a que decida unirse a mí para luchar por Valtheria. —Soltó una risa leve, negando con la cabeza.

—Siempre habrá una posibilidad de que acepte —expresó Han, sentándose junto a Lysisthea, mirándola de reojo—. Si tú mueres, tu Destino también muere. ¿Verdad, Shahina? —Llevó la mirada hacia la cama de ella, pero Shahina estaba completamente cubierta por las sábanas, soltando ronquidos suaves—. ¡Shahina, despierta! —gritó con tanta fuerza que todos los presentes voltearon a mirarlos.

Shahina se incorporó de golpe, solo para perder el equilibrio unos segundos después y caer de rodillas al suelo, con los ojos abiertos de par en par, confundida y asustada. Miró a Han, tensando la mandíbula. Se levantó y se apresuró a llegar a él, y le dio un golpe.

—La próxima vez que me levantes así, Hanthrael, te parto el culo con este puño —dijo, dándole otro golpe—. Casi me da un infarto, maldito insensible. —Respiró hondo, calmándose—. ¿Qué quieres?

—¿Te llamas Hanthrael? —preguntaron Lysisthea y Cathanna al mismo tiempo. Luego se miraron, confundidas.

—Pues claro, ¿Quién se llama solo “Han”? —Negó con la cabeza mientras sonreía, mirando a Cathanna, quien tenía una expresión de desconcierto—. Es como Shahina, que en realidad se llama Shahinarys. No entiendo como sus padres le pusieron ese nombre tan horrible. Lunarys quedaría mejor que eso.

—Mi hermana se llama Lunarys —mencionó Shahina, curvando una ceja sin dejar de mirarlo.

—¿De verdad? —indagó Han, asombrado.

—No, imbécil. —Le dio un nuevo golpe—. No te burles de mi nombre. Tú te llamas Hanthrael. Eso es muchísimo peor que el mío.

—Bueno, ya basta ustedes dos —intervino Lysisthea, dándoles una mala mirada—. Se están desviando del tema. Lo que Han quería preguntarte es: si Cathanna muere, ¿su Destino también lo hará?

—¿Ustedes creen que yo soy un libro andante al que pueden preguntarle todo? —bufó dramáticamente, fingiendo molestia.

—Exactamente —habló Han—. Ahora responde, mujer mía.

—No es tan sencillo como parece —comenzó Shahina, acomodándose en la cama de Cathanna—. La historia de los Valkirias es muy diferente a la del resto de dragones, porque los Valkirias nacieron de una grieta formada por la batalla de tres dioses. —Llevó la vista al techo, buscando las palabras. Luego la bajó—. Los Valkirias se desligaron, por así decirlo, de la muerte cuando su Destino falta.

—¿Eso significa que un Valkiria no moriría por la ausencia de un Destino? —investigó Han, elevando las cejas—. Que suertudos.




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