Juego de identidades

Capitulo «OO1»

Pov Elena

El aire frío de la madrugada se colaba por las grietas en las ventanas del estudio, rozando mi piel con un tacto helado. En la oscuridad, los únicos sonidos eran el crepitar de las brasas en la chimenea y el silbido del viento que hacían vibrar las viejas ventanas.

Me acurruco en el sofá, envuelta en una vieja manta, buscando un refugio en el calor del fuego. La noche anterior había sido una pesadilla. El insomnio me había torturado con sueños inquietantes que me habían dejado agotada y la sensación de ser observanda, por una presencia oscura que se cernía sobre mí, se había intensificado, convirtiendose en un peso que me impedía respirar.

En mis sueños, a veces veía como alguien llevaba siempre consigo unas cadenas, que sonaban ominosamente. Su rostro era una máscara de desesperación y furia, y sus ojos brillaban con una luz sobrenatural.

Tomé una gran bocanada de aire, intentado calmar los latidos de mi corazón.

Solo son pesadillas

Me decía a mi misma. Era la soledad, el miedo al vacío que me rodeaba este lugar.

—¿Me estaré volviendo loca? — dije con un tono inseguro.

La casa se encontraba en un silencio sepulcral. Es una mansión antigua con un diseño gótico, y con un aire decadente que me llevaba de inquietud. La había alquilado para poder concentrarme en mi arte. Necesitaba un lugar aislado, tranquilo, dónde la inspiración volviera a mí. Sin embargo, la oscuridad de la casa parece estar absorbiendome lentamente.

No tenía sentido dejarme llevar por el miedo. Había pasado por situaciones mucho peores, pero el miedo que sentía en esta casa era diferente. Era un miedo que sé extendía por mi interior, que me envolvía como una telaraña y me dejaba atrapada.

Me dirigí al caballete dónde había dejado mí último trabajo. Un retrato abstracto que reflejaba mí estado de ánimo: una mezcla de colores oscuros y violentos, con trazos imprecisos que parecían reflejar la tormenta que se estaba gestando en mí interior.

Con el pincel en la mano, intenté concentrarme, pero los pensamientos obsesivos me impedía avanzar. Imagino que alguien me observa desde la ventana, desde la oscuridad de los árboles que rodean la casa.

¡Se me erizó la piel!

—¡Basta! — dije en voz alta, golpeando el caballete con el pincel.

Me acerqué a la ventana, con cuidado de no hacer ruido. Las cortinas gruesas, que me impedían ver el exterior, parecen estar pulsando al ritmo de mí corazón. Me sentía atrapada.

Con un movimiento rápido, tiré de las cortinas hacia atrás. Una ráfaga de viento frío me hizo retroceder. A través de la ventana, ví el bosque que se extendía detrás de la casa. Los árboles se alzaban como figuras enormes y amenazantes, con las ramas entrelazadas como garras. La casa parecía un barco a la deriva en un mar de sombras.

Cerré la ventana, la sensación de peligro se había intensificado, invadiendome por completo.

Intenté distraerme con mí trabajo. Cogí un lienzo nuevo y comencé a pintar. Mí mano se movía con rapidez, dejando rastro de color sobre la tela. Pero el miedo seguía ahí, latente esperando su oportunidad para salir a la superficie.

<<La madrugada se convirtió en día>>

Dejé el pincel sobre el caballete, con la pintura fresca aún húmeda, y caminé hacia la puerta del estudio, como si necesitara alejarse de la soledad que me envolvía.

Comencé a deambular por el pasillo, con la mirada fija en el suelo, evitando mirar las sombras que se proyectaban en las paredes. Las habitaciones de la casa, con sus muebles cubiertos por sábanas blancas y sus cortinas cerradas, parecían esperar pacientemente a que alguien las llenara de vida. Pero la casa no tenía vida, solo silencio.

Un ligero crujido me hizo detenerme en seco. El sonido provenía del final del pasillo, de la entrada principal de la casa. Me quedé inmóvil, con el corazón en la garganta.

No podía ver nada, pero el sonido había resonado en el silencio de la casa con una intensidad que me ponía los pelos de punta.

Contuve la respiración y avancé con cuidado hacia el final del pasillo. El crujido se repitió, más fuerte esta vez.

Me agaché, con la mano en el pomo de la puerta, preparada para huir si era necesario.

Lo que ví me dejó atónita.

Un sobre blanco estaba pegado a la puerta con cinta adhesiva.

Me quedé mirando fijamente, sin poder apartar la mirada.

¿Quién había puesto esa nota ahí? ¿Cómo había podido entrar a la casa sin que yo lo viera?

El miedo se apoderó de mí nuevamente con una intensidad brutal. Mí mente se llenó de imágenes de un hombre peligroso, con ojos penetrantes, escondido en las sombras, observándo cada uno de mis movimientos.

Tenía que abrir la puerta, tenía que saber quién estaba detrás de eso, pero estaba paralizada.

Respiré hondo, controlando mí miedo, y con un movimiento brusco, abrí la puerta.

El sobre blanco se desprendió de la puerta y cayó al suelo, como un objeto sin vida.

lo recogí con manos temblorosas. Era un sobre fino, sin remitente. Mí corazón latía con fuerza, como si fuera a saltar de su pecho.

Me apoyé en la puerta, cerrada con llave, para intentar calmar mis nervios. Con un movimiento rápido, abrí el sobre.

Dentro, solo había un trozo de papel doblado en cuatro.

Con la mano temblorosa, lo desdoblé y leí las palabras escritas a mano:

"Eres mi musa."

La tinta negra sobre el papel blanco parecía manchar la página, como una mancha de sangre.

Cerré la puerta de golpe, con el cuerpo temblando.

Me sentía atrapada, atrapada en un laberinto sin salida.



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En el texto hay: #violencia, #traumas, #thriller

Editado: 13.11.2024

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