Juego de identidades

Capitulo «OO2»

Pov Elena

Me quedé mirando el sobre blanco en mis manos, como si fuera un objeto venenoso. Las palabras escritas con tinta negra parecían arderme en los ojos. "Eres mi musa." La frase se repetía en mí mente como un mantra.

La casa, que ya me inspiraba inquietud, ahora se había convertido en una jaula. Cada crujido de las tablas del suelo, cada silbido del viento contra las ventanas, me recordaba la presencia de un peligro que no podía identificar.

Me obligué a respirar hondo, intentando calmar los nervios. No podía permitirme derrumbarme. Tenía que encontrar una forma de salir de esta situación.

Tomé la nota y la observé con atención. La letra era elegante, casi caligráfica, pero con un tono obsesivo que me ponía de los nervios. Intenté analizar la letra, buscando algún detalle que me permitiera identificar al autor. Pero no encontré nada. Era como si el mensaje hubiera surgido de la nada, una mancha de tinta en un lienzo blanco.

Volví a guardar la nota en el sobre y la guardé en el bolsillo de mi pantalón. Necesitaba pensar. Me dirigí a la cocina, en busca de la cafetera y un paquete de café. Preparé una taza, el aroma intenso del café se me hizo reconfortante, tanto así que solté un respiro de alivio.

Me senté en la mesa de la cocina, con la taza de café en la mano, y comencé a planificar mis próximos pasos.

¿Quién estaba detrás de esto? ¿Por qué me estaba acosando? ¿Qué quería?

Se me ocurrió la posibilidad de que se tratara de un fanático de mi arte. Tal vez alguien que me seguía en las redes sociales y se había obsesionado con mis pinturas. Pero me parecía una posibilidad remota. Mi arte era abstracto, lleno de colores oscuros y trazos imprecisos, no era el tipo de arte que suele atraer a fanáticos obsesivos.

Otra posibilidad era que se tratara de un vecino de la casa, alguien que me había estado observando desde hace tiempo. El aislamiento de la casa era un factor a considerar. Tal vez alguien se había dado cuenta de que estaba sola y me había estado acechando.

Me puse de pie y me dirigí a la ventana de la cocina. Observé el jardín que rodeaba la casa, el césped verde y los árboles que se elevaban hacia el cielo. No había nada extraño, solo el silencio de la mañana. Pero la sensación de estar siendo observada no se iba.

Volví a la mesa de la cocina, tomé entre mis manos el café ahora tibio y camino en dirección a la habitación de trabajo. Necesitaba encontrar una forma de protegerme.

Tomé mí teléfono y busqué el número de la policía. Pero dudé. No tenía pruebas, solo una nota escrita a mano. No quería parecer una loca frente a los oficiales.

Además, sentía una profunda desconfianza hacia las autoridades. Mi pasado me había marcado de forma profunda. Había aprendido que no se podía confiar en nadie. Me dí cuenta de que tenía que resolver esto por mi cuenta.

Comencé a revisar la casa, buscando señales de una intrusión. No encontré nada. Las puertas y las ventanas estaban cerradas con llave, y no había signos de violencia.

También revisé la caja de correos, buscando algún detalle que me llevara a un posible sospechoso, pero no había nada.

Me dirigí a la sala de estar. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas polvorientas. Necesitaba respuestas y sabía que en este lugar, llenó de secretos, podría encontrar alguna pista que me guiara a hacia mi acosador.

Con pasos cautelosos me adentré a la habitación. Los sillones estaban cubiertos de una capa de polvo que parecía haber acumulado historias olvidadas. Me acerqué a un viejo mueble, abriendo uno de los cajones, que chirrió al hacerlo, como si protestara por hacer sido perturbado después de tanto tiempo.

Dentro encontré un revoltijo de cosas: cartas amarillentas, un par de llaves oxidadas, un viejo álbum de fotos que mostraban a los anteriores inquilinos de la casa, una familia de cuatro miembros con un perro.

Dejé el álbum de fotos en su lugar y empezé a revisar los sillones, levantando cojines y moviendo mubles en busca de cualquier indicio.

Justo cuando estaba a punto de rendirme, noté algo brillante bajo uno de los sillones. Me agaché y un pequeño objeto: era un colgante con una inicial grabada, una "D".

¿Que hace un colgante aquí? ¿Tiene algo que ver con mi acosador o será de uno de los viejos inquilinos?

Guardé el colgante en una pequeña caja de madera, un lugar seguro donde podía conservarlo mientras decidía que hacer con el.

Mi estudio de arte, lleno de lienzos en blanco y pinceles desordenados, era mi refugio. Allí podía dejar volar mi imaginación y, al mismo tiempo procesar lo que había descubierto. Me senté junto a un caballete, el cuaderno abierto a mi lado, y comencé a esbozar ideas para nueva pintura que relajara mi confusión.

Mientras mezclaba los colores que iba a utilizar en mi paleta, el sonido del timbre me quitó la concentración. Se me hizo un poco raro el hecho de escuchar el timbre, no conozco a nadie de este pueblo.

Con un suspiro, dejé los pinceles a un lado y me dirigí hacia la puerta aún oyendo el timbre sonar. Al abrirla, me encontré con una mujer de cabello negro azabache que caía suaves ondas sobre sus hombros. La mujer llevaba un vestido elegante que resaltaba su figura y una gran sonrisa iluminaba su rostro.

—¡Hola! Soy tu nueva vecina de al lado— dijo la mujer en un tono dócil —disculpa que me presente tan tarde, pero acabo de regresar de un viaje familiar. Me llamo Della—

Sonreí cortésmente, aunque una parte de mí estaba alerta. Había algo intrigante en la mujer.

—Hola, Della. Encantada de conocerte— respondí —no hay problema, entiendo que los viajes pueden ser complicados—

—¡Oh, gracias!— exclamó nuevamente Della dando un paso adelante —quería compensarte por no haberme presentado antes. ¿Te gustaría venir a cenar esta noche? Prepararé algo especial.

Sentí una punzada de incomodidad. La idea de salir y socializar no encajaba bien con mi estado actual; estaba demasiado absorta en mis pensamientos y preocupaciones.



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En el texto hay: #violencia, #traumas, #thriller

Editado: 13.11.2024

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