Narradora omnisciente
Elena regresaba a su casa después de una cena no tan agradable en la casa de sus vecinos. La noche había sido demasiado tensa y llena de miradas de desaprobación por parte de Tom. Apenas podía esperar para llegar a su hogar y olvidar lo sucedido.
Al llegar a su puerta, notó un sobre blanco colocado cuidadosamente en la entrada. Era el mismo tipo de sobre que había encontrado hacía unos días.
Tomó el sobre entre sus manos y lo examinó antes de entrar a su casa. La luna llena iluminaba débilmente la noche y la brisa acariciaba suavemente su piel. Sacudió la cabeza y entró a su hogar.
Una vez dentro, se quedó parada un momento, dudando en abrir el sobre. La curiosidad la dominaba, aunque una parte de ella temía lo que pudiera encontrar en su interior. Finalmente, decidió abrirlo y lo que vió la dejó boquiabierta.
Dentro del sobre había una foto vieja de Elena y sus padres. En la foto vieja, los padres de Elena aparece en un momento que parece capturar una felicidad superficial. Su madre, con una sonrisa amplia y ojos brillantes, lleva un vestido de flores que evoca un época más simple, pero su expresión también esconde una tensión palpable. Los labios curvados hacia arriba contrastan con las líneas de preocupación que se marcan en su frente, como si estuviera al borde de una preocupación no expresada.
El padre, a su lado, tiene una postura erguida y dominante. Su mirada es intensa, casi autoritario. Su sonrisa es forzada, un intento de proyectar alegría mientras que su mirada revela una mezcla de orgullo y rigidez. En su rostro se pueden ver las huellas del estrés y la presión que siente por ser el pilar de la familia.
En la fotografía familiar, una joven Elena de 15 años se encuentra de pies entre sus padres, sonriendo a la cámara, pero su expresión revela una desconexión con el momento. Si mirada, profunda y melancólica, parece vagar más allá de sus padres, hacia un horizonte invisible. Aunque sus labios curvan una sonrisa, sus ojos azules reflejan inquietud interna que contrasta con el abrazo familiar.
Juntos, parecen una familia idealizada, pero para Elena, esa imagen contrasta con los recuerdos de gritos ahogados y silencios pesados. La foto captura un instante congelado en el tiempo, pero detrás de esa fachada, hay un mundo de dolor y expectativas que la perseguían constantemente.
Luego de examinar la foto más de cerca. En la parte posterior, había algo escrito. Con cuidado, dió vuelta a la imagen y vio una nota con la misma caligrafía de la nota de hace días:
"Siempre estaré contigo, D".
POV Elena
—¡¿Quien mierda eres?!, ¡Déjame en paz!— grité con todas mis fuerzas, como si estuviera esperando a que alguien respondiera.
¿Quien demonios era D ?, ¿Acaso el dije que encontré es de él?
—Un momento... ¿Podría ser Della ? — dije dudando.
Imposible, yo estuve con ella todo el tiempo
—Ne-nesecito descansar un poco.
Me tapé la cara con las manos, deseando que la tormenta en mi mente se apaciguara, aunque fuera por un breve momento. Me senté en el borde de la cama, con el corazón latiendo desbocado y una sensación de mareo que casi me hacía caer. Un sudor frío perlaba en mi frente, y luego todo se volvió oscuro.
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El sol comenzaba a filtrarse a través de las cortinas de de lino de la habitación. Creando un suave halo dorado que iluminaba los rincones. El día se presentaba fresco y acogedor, perfecto para dejar atrás la pesadez de estos últimos días.
Me levanté, dejando que mis pies descalzos tocaran el suelo frío. Abrí la ventana, y el aire del amanecer llenó la habitación con fragancias de flores frescas y tierra húmeda. Respiré profundo, intentado absorber la energía de la mañana.
Necesito salir, necesito despejar la mente aunque sea un rato
Perdida en mis pensamientos, recordé que tenía una pintura que había empezado hacer, pero la había dejado a medias ya que me había quedado sin materiales. Tenía que ir a la tienda a comprarlos.
Mientras me preparaba, miré mi reflejo en el espejo. Mis ojos expresaban cansancio. Mi cabello corto y desordenado está recogido en un moño deshecho.
—Realmente debo salir— expresé soltando un suspiro.
Desayuné rápidamente un tazón de avena, sintiendo la calidez de la comida. Saqué mi lista de materiales: necesitaba un azul cerúleo, un amarillo brillante, rodillos, tintes y tal vez un nuevo pincel para darles las texturas que tanto deseaba.
Narradora omnisciente
Elena salió de la casa y se encontró con el bullicio en el pueblo, el ruido de los autos y el murmullo de la gente mezclándose en la atmósfera vibrante de un día soleado. Las calles estaban llenas de energía, desde niños correteando mientras juegan, hasta hombres despidiéndose de sus esposas para irse a trabajar. Sin embargo, su enfoque estaba en la tienda de arte a solo una cuadras de distancia.
Al llegar, la campanilla sonó al abrir la puerta, y fue recibida por el familiar aroma a pintura fresca y papel. Los estantes estaban repletos de colores que parecían esperar por ser usados. Elena respiró hondo, dejando que la inspiración la envolviera mientras caminaba entre los pasillos.
Se dirigió a la sección de óleos, observando cada tubo con atención. Las etiquetas prometían una gama de posibilidades. Ya había encontrado el azul cerúleo que tanto buscaba, los tintes y demás materiales solo faltaban los pinceles.
Se detuvo frente a un estante donde los pinceles de varios tamaños estaban alineados como soldados listos para la batalla creativa.
Mientras examinaba un pincel de cerda suave, un murmullo desgastado llegó a sus oídos, haciéndola girar hacia la esquina opuesta de la tienda.
— ¡No puedo creer que un simple pincel cueste tanto! —se quejaba un hombre con cabello rizado, frunciendo el ceño mientras sostenía un pincel como si estuviera considerando su valoración en diamantes.
Editado: 13.11.2024