POV David
El sonido de sus tacones resonaba en el silencio del estudio, un eco que me hacía encoger en mi escondite detrás de la ventana. Cada paso era un martillazo en mi pecho, un recordatorio de su presencia, de su belleza, de su talento, de todo lo que me cautivaba. Elena. La había estado observando durante semanas, fascinado por su arte, por su energía, por su aura de misterio.
Ella no sabía que yo estaba ahí, que la veía desde la sombra, que conocía su rutina, sus miedos, sus sueños. No sabía que yo era su musa, la fuente de su inspiración, el motivo de sus inquietantes pinturas. Sus trazos, tan llenos de rabia y dolor.
Pero ella me ignoraba, como si yo fuera invisible, como si no existiera. Y esa indiferencia me carcomía por dentro.
Una nota anónima en su estudio, un retrato de ella y sus padres en su puerta. Al principio, fueron solo pequeños detalles, una forma de llamar su atención, de mostrarle que estaba ahí. Pero ella no reaccionó, solo me ignoró con una indiferencia que me hacía hervir.
POV Elena
La luz del mediodía entraba por la ventana del estudio, proyectando un cálido resplandor sobre las paredes cubiertas de lienzos y pinceles. Era una tarde tranquila y el aire estaba impregnado del suave aroma de la pintura fresca. Della, mi vecina, había manifestado su interés en que le hiciera un retrato y observar mi proceso de trabajo.
La idea me hizo dudar; no era algo que soliera hacer. Mi mundo giraba en torno a las formas abstractas, a los colores que se mezclaban en un lienzo sin restricciones. Pero, por otro lado, la curiosidad me picaba. Si aceptaba, podría hacerle unas preguntas. Con una sonrisa, acepté a fuera mi modelo para el retrato.
Acomodé a Della en un taburete frente a una de las ventanas, dónde la luz natural resaltaba la suavidad de sus rasgos. Mientras me preparaba para pintar, Della observaba con curiosidad el estudio, que estaba repleto de colores y texturas.
—No te muevas —susurré, concentrándome en la precisión de cada trazo.
Della, vestida con un elegante vestido de seda azul, asintió con la cabeza.
—Es curioso,— dijo con voz tranquila,— Siempre he querido ver tu estudio. Es fascinante cómo captas la escencia en tus pinturas.
Mientras mezclaba los colores en mi paleta, aproveché la oportunidad.
—Si, el espacio me inspira —dije con una voz suave —El pueblo también es inspirador. ¿Conoces mucho a la gente que vive aquí ?
Della frunció el seño ligeramente—He vivido aquí toda mi vida,—habló con una sonrisa melancólica, — He visto pasar a mucha gente, pero nunca me he integrado demasiado.
—Entiendo, hay una sensación de aislamiento en este lugar, ¿No te parece?.
Ella asintió —Si, es cierto. A veces es reconfortante, pero otras veces te hace sentir solo.
La observé con atención.
—Has mencionado que has visto pasar mucha gente —mencioné con cautela — Has vivido aquí mucho tiempo. ¿Has llegado a conocer a los antiguos dueños de la casa?
La mujer vestida elegantemente se quedó pensativa.—Los antiguos dueños... oh, si. La familia Donovan. Creo que tenían una pequeña tienda en el centro del pueblo. Nunca los conocí bien, pero recuerdo que siempre hablaban de ellos como personas muy amables. ¿Por qué lo preguntas?
Me detuve un momento evaluando mis palabras —Solo tengo curiosidad, siempre me ha intrigado que pasó con ellos.
—Si, se mudaron al sur, creo que a Florida. Nunca me interesó saber más de ellos—menciona ella.
Con la mirada fija en el retrato casi terminado, me atreví a hacer una pregunta más.—Della, ¿recuerdas si alguno de los dueños anteriores tenía algún dige o accesorio en especial? Tal vez, una incial... una D, por ejemplo?
—No recuerdo, no solían salir mucho. Las pocas veces que los ví, nunca le presté atención a esos detalles — respondió.
Asentí con la cabeza.
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Después de varias horas de trabajo, la pintura estaba finalmente terminada. Con cuidado, la coloque en un caballete para que Della lo viera.
—¡Es increíble, Elena!— expresó conmovida.—Has captado mi escencia, mi mirada... incluso siento que has captado mi alma en el lienzo.
Mis mejillas se sonrojaron con la sinceridad del elogio.—Me alegra que te guste.
—¿Te gustaría merendar algo?, no te preocupes, es solo un simple café y unas galletas— ofrecí dirigiéndome a la cocina.
—Claro, puedo ayudarte— afirmó la mujer mientras me seguía. —Elena, por cierto, mi marido ha sido ascendido a un puesto muy importante, y para celebrarlo vamos a hacer una pequeña fiesta esta noche. Estás más que invitada.
Mi rostro se tornó serio por un momento. Recordando con nitidez la última vez que había estado allí, la incomodidad que había sentido a causa de su marido.
—Oh, no se... Seguro habrá mucha gente importante y prefiero no ir — Respondí mientras nos acomodábamos en la mesa, donde ya esperaban las dos tazas de café y las galletas.
Della se rió suavemente —Vamos, está vez no te preocupes. Mi marido prometió comportarse. Si se atreve a molestarte, lo mandaré a dormir al sofá.
No pude evitar reírme, imaginando a Della regañando a su esposo. Sabía que ella no se rendiría fácilmente.
—Está bien, está bien —suspiré resignandome —iré a la reunión.
La mujer de cabello negro esbozó una sonrisa de victoria.
Editado: 13.11.2024