Narrador omnisciente
Elena llegó a la casa de Della justo a tiempo, como un reloj suizo. La invitación había sido inesperada, pero la insistencia de la pelinegra la había convencido. Al abrir la puerta, Della la recibió con una sonrisa radiante.
—¡Elena! ¡Qué alegría que viniste!—exclamó, arrastrándola hacia la cocina—. Justo a tiempo, necesito una mano aquí.
Sin dudarlo, Elena siguió a Della, quien rápidamente comenzó a contarle sobre los invitados que llegarían esa noche. Mientras picaban algunos aperitivos y organizaban bandejas de canapés, Della no paraba de comentar sobre los invitados.
—Ahí tienes a la señora Walter, la que siempre dice que le gusta la comida vegana, pero la semana pasada la vi comiendo un pollo asado con papas... hipócrita,
¿No creés?.
Elena, con una sonrisa nerviosa, asintió.
—¿Sabías que Isabel se separó de Ricardo? —dijo Della, riendo mientras colocaba aceitunas en un plato—. Ahora se dice que está saliendo con el nuevo profesor de yoga.
Elena soltó una risa contagiosa.—¿Quién es ese señor de bigote?
—Ah, ese es el Sr. Thompson, un abogado de esos que te cobran una fortuna por decir "hola". Ya verás como se le cae la baba con los canapés que preparé.
Elena se rió, aunque en realidad no reconocía a la mayoría de los invitados ni les conocía de nada.
Terminando el trabajo en la cocina, Della la condujo hacia la sala de estar, donde el aire estaba impregnado de los aperitivos elegantes y el burbujeo del champagne.
Della llevó a Elena hacia un grupo de personas que estaban conversando animadamente. Con una sonrisa orgullosa, empezó a presentar a su amiga.
—Chicos, les presento a mi querida amiga Elena, la mejor vecina del mundo.
La pelinegra fue presentado a Elena a cada uno de los invitados con una sonrisa exagerada y una breve descripción de cada uno, que a Elena le hacía sentir cada vez fuera de lugar.
Pov Elena
En ese momento, Tom apareció en escena, acercándoce a nosotras. Venía acompañado de un hombre alto y apuesto, con una sonrisa encantadora.
—Cariño, te presento a Roman, un compañero de trabajo que se acaba de transferir. Roman, ella es Della, mi esposa, y... su amiga Elena.
La sonrisa de Roman, mientras me extendía la mano, me pareció familiar. Inmediatamente, la imagen de hombre en la tienda de materiales de arte, con la mirada de ojos color miel y una sonrisa pícara, se apoderó de mi mente.
—Hola —dijo Roman, aún sosteniendo mi mano. Su sonrisa traviesa, como si compartieramos un secreto.— Parece que nos encontramos de nuevo.
—Sí, parece que el destino tiene un sentido del humor.
Luego de saludarnos, la conversación fluyó con facilidad, como si no hubiera pasado un tiempo desde nuestra última charla. Hablamos de pintura, sobre la vida en la ciudad, y cada palabra parecía acercarnos más.
Después de un rato, Tom y Della se disculparon para atender a los demás invitados, dejándonos a Roman y a mí solos en medio de la sala.
—Elena, ¿te importaría que nos transladáramos a un lugar más tranquilo? Tal vez al jardín, aquí el ruido es un poco ensordecedor, allá podemos hablar sin tanto ruido.— La voz de Roman era suave, amable.
—Claro, me parece perfecto.— Accedí con una sonrisa, disfrutando de la idea de escapar del bullicio. Pero justo cuando estaba a punto de moverme, sentí una mirada intensa sobre mí. Me volví lentamente y allí estaba un hombre, observándome fijamente con una media sonrisa en el rostro. Su presencia era inquietante y atrayente al mismo tiempo.
—¿Te pasa algo? —preguntó Roman, sacándome de mis pensamientos. Lo miré a él y luego volví a girar la cabeza para buscar al extraño, pero ya no estaba. La sensación de su mirada persistía en mi piel.
—No, no es nada —No me atreví a contarle mi situación, mi intuición me decía que era mejor alejarnos de aquí. Sin embargo, una parte de mí no podía evitar preguntarse quién era ese hombre y por qué me había mirado así.
Mientras caminabamos hacia el jardín, el aire fresco me envolvió. Solo quedábamos Roman, yo y el murmullo distante de la fiesta.
Editado: 13.11.2024