Juego de máscaras

Prólogo

Un lugar aislado del ruido, en donde el bullicio era poco audible, ese era el lugar favorito de Amber, la estudiante prodigio con un futuro prometedor, que a simple vista parecía ya tener fabricada una vida perfecta. Sin embargo no te dejes engañar, las máscaras ocultan la verdadera fealdad y perversidad del alma.

Dio la última brazada y tocó la marca, el público aplaudió y Amber salió de la piscina para que su mejor amigo la recibiera con una toalla para secarse.

- Lo hiciste genial, con este tiempo podrás ganar el olímpico- le sacudió el hombro.

Daniel la detuvo con un beso que fue capturado por una de las estudiantes de comunicación que trabajaba en el periódico universitario. Amber se apartó con una sonrisa en el rostro.

- Estuvuste perfecta amor, deberíamos cenar para celebrar.

Amber lo agarró por el brazo y caminaron juntos hasta el vestidor donde ella se despidió con un beso.

Dejó caer su vestido de baño y colocó su ropa seca, unos cómodos pantalones de color negro junto con la camisa manga corta de encaje. Una de las chicas nadadoras que llevaba el cabello con una mezcla poco equilibrada de colores en su cabeza le lanzó una de sus manillas.

- Casi se te olvida.

Amber deslizó el dedo pulgar por las iniciales de Daniel Manrrique y sonrió de ternura.

- Te brillan los ojos, pensé que lo de ustedes dos era pura publicidad.

- Las apariencias engañan. Nunca lo olvides, Dalia.

Dalia ató sus zapatos y lanzó la escuadra en el suelo, y tiró la puerta de su casillero.

Daniel estaba esperando a su novia afuera del vestidor con esa típica sonrisa llena de ternura e ingenuidad. Agarró por la mano a Amber y salieron del campus para subir en su camioneta blanca. Él siempre conducía a una velocidad prudencial que a Amber a veces le molestaba, en la vida se necesitaba un poco de adrenalina.

- Iremos al restaurante al que siempre vamos.

-Esta vez me gustaría algo diferente, detente justo allí, en el local rojo.

Daniel dudó de detenerse pero no podía decirle que no a su novia amada. Bajaron a las 6:30 p.m. en el bar llamado diablo rojo. Bebieron un par de copas, las suficientes como para que ella estuviera un poco mareada y él la llevara hasta la entrada de su casa agarrada de la mano.

Los padres de Amber abrieron la puerta y agradecieron a Daniel.

- Gracias Daniel, eres un maravilloso caballero. Esperamos verte pronto.

Daniel se despidió de los señores García y ellos recibieron a Amber, su madre la llevó a acostarse en su cama y le puso en la mesa de noche una aspirina para que cuando se despertara, las tomara porque sabía que tendría una horrible jaqueca.

- Descanza cariño- le dio un beso en la frente y se la quedó observando por un rato.

Su padre recibió la llamada de alguien y su respuesta fue cerrar la puerta del estudio y hablar lo más bajo posible.

-Te dije que no me llamaras, ya habíamos quedado en algo, ¿Por qué no puedes entenderlo?

Colgó enseguida antes de que la persona del otro lado de la llamada pudiera contestar.

Una chica pelirroja bajó de su camioneta roja y miró hacia al frente, viendo la letras doradas de la Universidad De La Colina. Sacó un cigarrillo y lo encendió mirando hacia las estrellas, y dejando que el humo saliera de su boca.

- Maldito campus.

Amber recibió una llamada a las 2 a.m., contestó y a los pocos minutos se vistió para salir por la ventana de su cuarto.

El pasillo se llenó de gasolina, las botas de la chica salpicaron y cuando estuvo a punto de lanzar el cigarrillo escucho un ruido que provenía muy cerca de donde se encontraba. Vio el letrero que decía piscinas olímpicas y se acercó a ver que sucedía. Caminó sobre el piso resbaladizo y cayó sobre la piscina chocandose con el cuerpo de Amber sin vida que flotaba con los labios morados. Soltó un grito de pánico.

La chica se marchó y tomó todas sus cosas, prendiendo la camioneta y partiendo a toda velocidad.

Al día siguiente cuando se abrieron las puertas de la universidad una de las empleadas del aseo notó el cuerpo de la chica y dio el aviso a la policía.

Toda la universidad estaba conmovida por la muerte de Amber, ese día la facultad de Deportes no dio clases en honor a la muerte de Amber. Sus padres lloraban inconsolables, al igual que su novio y sus amigos.

Criminalistica recorrió las piscinas y detalló cada cosa del lugar. Ese día nadie nadó sobre aquellas aguas que siempre guardaran memoria de una de las mejores nadadoras.

El interrogatorio se ejecutó unos días después de que el resultado de medicina legal dijera que Amber posiblemente había sido asesinada por marcas y hematomas que correspondían a lucha antes de la muerte.

El primero en pasar a ser interrogado fue el padre de la difunta. Con un nuevo atuendo comprado a un diseñador, parecía demasiado preocupado por arruinarlo que limpió la silla antes de sentarse.

—Nombre completo.

— Emanuel José García Falk.

— Profesion.

— Abogado penal, del bufete más prestigioso de este país.

— ¿Qué tan cercano era a su hija?— preguntó el policía con la grabadora encendida.

— Oficial, ¿no cree que ser su padre no es lo suficiente cercano?

— Cuenteme acerca de la última vez que vio a su hija.

— Fue a eso de las 10 p.m., olía a alcohol, llegó con su novio y mi esposa se encargó de llevarla hasta su cuarto. Ella es una de las personas que estaba más pendiente de mi lucero.

El padre rompió en llanto y soltó un quejido, el oficial lo miró de manera distante y fría. Parecía que nada le conmovia.

La madre pasó después con el cabello oculto detrás de un turbante y gafas oscuras.

— ¿Alguna molestia con el sol?, es un lindo día como para perderlo de vista.

—En realidad se debe a un procedimiento estético que me sometí. Creo que aquí puedo quitarme las gafas y este feo turbante.

La mujer dejó ver sus ojos con un azul demasiado pálido que resultaba algo inquietante y estrambótico. Su cara era como un tomate a punto de estallar. El policía apagó el cigarrillo y tomó una nota.




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