Me bastaron cuatro palabras para que mi sangre empezase a arder.
—¿Esperad, dónde está Elisabeth? —Me giré buscando a la Novata en cuestión de segundos al escuchar el preocupante tono de voz de Juan.
¿Dónde coño se había metido la Novata? Se estaba ganando que la matase yo mismo.
La masa de multitud por el pasillo principal hizo que por un segundo quisiese exterminar a todos con tal de dar con ella y cuando la encontrase lo primero que haría es hacerle entender qué es lo que no le había quedado claro cuando le dije que si le pasaba algo el que pagaría su mierda sería yo.
—Buscadla, no podemos permitir que llame la atención. —Ordenó Juan.
Los chicos se dividieron en su búsqueda, apartaba a empujones a la gente ¿dónde se había metido la Novata? Entonces sentí la sangre frenética recorrer mi cuerpo al ver a la presa en la entrada principal, me bastó solo un minuto en encontrarla, un cuerpo desorientado, con el pánico recorriendo su cuerpo, podía oler el miedo desde aquí, lo emanaba por cada parte de su cuerpo y entonces fui a por ella, podía ver como iba a dirigirse hacia la salida, la muy inocente cree que podría salir de aquí tan fácilmente, pero lo que no sabe es que de aquí no se puede huir y menos de mí.
Antes de que pueda poner un pie fuera extendí mi brazo entre la multitud y la agarré de la nuca y tiré. Su cuerpo dio media vuelta y la traje hacia mí. Ya te tengo Gacelita.
—Te tengo. —Ella ahogó un grito en cuanto mi mano la agarró. —¿A dónde crees que ibas? —Sus manos hicieron el intento de apartar mi mano de su nuca.
—Suéltame. —Ordenó. Esbocé una sonrisa irónica.
—¿Para qué? ¿Para salir por esa puerta?
—Por favor. —Ladeé la cabeza incómodo al oír su tono de voz que suplicaba soltarla mientras sus ojos oscuros estaban puestos en los míos.
—¡Leo! —Sentí el agarre de Juan por mi brazo echándome a un lado. —¿Es que eres sordo? He dicho nada de llamar la atención. —Me solté el brazo mientras me volvía para seguir mirándola, era como un trozo de carne fresca bajo mi poder y me encantaba saborear el miedo que me tenía.
—Aquí nadie está llamando la atención. —Le dije con soberbia.
—¿Seguro?
Entonces me detuve un segundo y sentí las miradas puestas en nosotros.
—Suéltala. —Escuché la orden de Juan que provenía de mi espalda.
Mis dedos hicieron un poco más de presión en su cuello sintiendo sus latidos frenéticos y entonces la solté apartándola de mi vista.
—Suficiente por hoy. Llévatela a la habitación. —Me ordenó.
—¿Es en serio? —Pregunté fastidiado.
—Así empezarás a practicar cómo ser un buen entrenador. —Por un momento le quise estrangular con tal de que no saque esas palabras en frente de todos, pero aún así le obedecí, tendría el tiempo suficiente de hacer entender a la Novata del por qué no debe huir.
—Genial. —Dije comenzando a dar la vuelta.
—Y... Leo. —Me giré nuevamente a Juan para mirarlo. —No le hagas nada, todos tuvimos la sed de libertad en su tiempo. —Sus ojos reflexivos a veces conseguían apagar las llamas de venganza de mi interior, esta vez no lo había conseguido.
—Eso ya se verá. —Me volví a dar la vuelta emprendiendo la marcha hacia nuestra habitación, sentí los ojos del cachorrillo posarse en Juan por el miedo de ir conmigo, sonreí plácidamente.
A medida que subíamos las seis plantas sentía a la gente mirarnos y a la Gacelita seguirme, casi perdida, estaba camuflada bajo la capucha que apenas ocultaba algo.
Metí el código de nuestra habitación e instintivamente me eché a un lado dejándola pasar, ella agachó la cabeza y seguida de muchas miradas se resguardó de todos aquellos cotillas. Eché un último vistazo al panorama y exhalé metiéndome junto a ella dentro.
—Escúchame bien. —Empecé nada más cerrar la puerta. —¿Que clase de "no te separes de nosotros" no entendiste? ¿En serio pensaste que podrías huir fácilmente Novata? ¿Correr por el campo llano como una palomita?
—Elisabeth. —Me corrigió.
—Responde Novata.
—Jamás pretendería eso estando aquí, esto parece ser el infierno así que dudaba que esas puertas me liberasen de estar aquí. —Respondió fríamente, un poco con más carácter.
—Bien entonces ¿que pretendías, cabrearme? —Arqueó las cejas incrédula ante mi respuesta.
—Mira Demonio del infierno, tal vez no buscaba la libertad pero si tomar aire y ver el cielo después de estar encerrada aquí, donde todo es oscuridad, miedo y sangre. —Notaba su desesperación, tal vez asfixia por estar encerrada, me producía cierta gracia.
—Pues este Demonio del infierno, ahora es tu entrenador así que como tal, estarás encerrada hasta el fin de tus días donde sólo verás oscuridad, miedo y sangre. —Vacilé.
Sus ojos estaban llenos de furia, tal vez no acostumbrada a que no se tome su palabra en serio, sentía como esta vez tenía rabia en contra de mí y por un momento quise sonreír a tal mueca.
—Antes de quedarme aquí encerrada contigo prefiero acabar con todo esto. —Afirmó.
—¿Y que habrá de tu padre? —Comencé a caminar detrás de ella, casi susurrando. —Si tú ya no estás, a ellos ya no les sirve de nada. —Dio un giro brusco para mirarme.
—Ni se te ocurra mencionar a mi padre.
—Si no quieres que lo maten, procura empezar a acostumbrarte a respirar el mismo aire que yo. —Dije esta vez sin vacilar, a centímetros de su rostro pálido enfurecido.
—Eso no lo dudes.
—Bien, entonces mañana a las ocho de la mañana comenzará el entreno, quiero ver lo que sabes hacer. —Dije dirigiéndome hacia la puerta.
—Espera, ¿te irás?
—Claro, yo si puedo salir.
Ella se pasó la lengua por los dientes fastidiada.
—Mañana a las ocho Novata, no lo olvides. —Dije al fin escabulléndome de la habitación.