Mi reloj marcaba las seis menos veinte de la tarde, Alexis debía estar en su cuarto mientras los demás entrenaban así que decidí saltarme el entrenamiento e ir hasta su cuarto. Nada más llegar me paré delante de su puerta e inhalé y exhalé, al tocar su puerta, entré. Alexis estaba tumbado boca abajo en la cama, seguramente estuviera tan golpeado que ni siquiera era capaz de subir la escalerilla que tenía su litera para llegar a la cama. Al ver que no se molestaba en levantar la cabeza de la almohada, pensé que la mejor manera de que se diera cuenta que estaba allí era aclarándome la garganta. Al hacerlo levantó la cabeza con rapidez y me observó sorprendido.
—¿Leo? —Preguntó confundido mientras se intentaba levantar de la cama. —¿Qué haces aquí? —dijo al estar sentado sobre el colchón frunciendo el ceño por el dolor que sentía.
—Venía a ver cómo estabas. —Alzó las cejas sorprendido.
—¿Cómo es posible si los super...?
—Me he escapado del entrenamiento, sino jamás coincidiríamos, lo sé.
—La verdad... no estoy en mis mejores momentos. —Me confesó serio. Sabía de sobra que estaba jodido, Jay era como un hermano de sangre o algo más, Alexis estaba pegado a él las veinticuatro horas del día y ahora que no tenía claro si iba a morir o iba a vivir debía ser una verdadera tortura mental. —¿Qué traes en esa bolsa? ¿Son golosinas? —intentó fingir una sonrisa mientras yo me acercaba a él viendo lo golpeado que estaba a pesar de ocultar sus heridas bajo una chaqueta negra y unos pantalones a juego.
—No, espera hasta navidad.—Dije al sentarme a su lado —te he traído algo mejor. —Abrí la bolsa.—He venido a curarte y a hablar.
Le admití, aunque me costara.
Empecé a sacar todas las cosas que metí en la bolsa y las esparcí sobre la cama, le dije que se acomodara ya que iba a pasar un buen rato con él, también le dije que se comiera el bocadillo que le había robado de Beth, estaba seguro de que no había probado bocado desde hace bastantes horas, y aunque yo también tenía hambre él lo necesitaba más que yo.
—¿Por qué... mientras te curo me cuentas qué tal has llevado todo esto solo? —Exhaló por la nariz mientras dejaba que le curase las heridas de la cabeza.
—Si te digo la verdad... mal. —Respondió en un tono serio. —Estas dos semanas estuve completamente solo, me ha dado tiempo a recapacitar, he aclarado ciertas cosas sobre mi vida y también quién era en realidad. Te puedo decir que verme tan solo ha hecho que quiera estar en el puesto de Jack.
—Yo también quería morir al ver lo condenado que estaba por culpa de ese hijo de puta. —Le respondí dándole toquecitos con el algodón torpemente.
—Siento que no volveremos a levantarnos después de esto. Me siento confundido y solo, más que nunca. —Exhalé al escucharle. Sabía que lo que le mantenía vivo de algún modo era Jay y sin él en su vida prácticamente es como si estuviera muerto.
—¿Sabes qué ha sido de él después de que le donases sangre? —Me negó varias veces algo triste.
—He intentado ir a verle, pero me amenazaron con que me pondrían más castigos si intentaba saber de él. Siento que los superiores me están queriendo joder al no saber nada de él, llevo todo este tiempo destrozando mi cabeza, dando vueltas a las cosas miles de veces, llevo noches sin descansar, mi cuerpo cae muerto sobre el colchón y cuando es la hora de levantarme es como si intentase levantar a un elefante. —Me senté en la cama cogiendo una bolsa de frío instantáneo y se la pasé para que se la colocara en la frente.
—Toma. —Le pasé la bolsa. —¿Dónde estás mal herido? —Le pregunté.
—Por todas partes, pero ya lo haré yo. —Dijo quitándose la camiseta cogiendo las vendas y demás cosas para poder curarse. Alexis era como yo, prefería hacer las cosas por sí solo, pocas veces quería la ayuda de otro.
—Entiendo que para ti Jay sea alguien tan especial, cuando os conocí ya estabais juntos. —Sonrió por un momento. Me puse en frente suya apoyando la espalda en una de las barras que sujetaban la litera de arriba.
—Perderle no sería fácil para mí, en fin, mírame cómo lo estoy llevando... estoy en la mierda. —Contestó echándose pomada sobre varios moretones que tenía por los golpes.
—No me imagino por lo que pasará Juan por la pérdida de Jack. —Le comenté chascándome los nudillos. —Jack también cuidó de mí cuando era pequeño y me acogió junto a Juan. —Le comenté haciendo que me mirara.
—Jack cuidó de todos aunque nos sacase tan solo unos cuantos años. —Exhalé por la boca al escucharlo. —Él cumplía con todos los papeles. Sabía ser un buen mentor y jefe de planos y proyectos aunque también proteger como un hermano, cuidar como un padre y escuchar como un amigo. —Asentí varias veces. Lo que decía era cierto, sabía cómo comportarse en cada momento y situación, podía estar enervado con una persona pero no con el resto, según él, porque una persona le sacase de quicio no significaba que las demás tuvieran que pagarlo.
—Jack no merecía morir. —Le contesté apenado por su muerte.
—¿Por qué no me cuentas quién te dejó como nuevo? —me preguntó Alexis para cambiar de tema. Por un momento sonreí.
—Si te lo digo no te lo vas a creer. —Seguí sonriendo hasta ver que Alexis se detenía por un momento para mirarme esperando la respuesta. —Fue Elisabeth. —Noté como se quedaba petrificado haciendo que todo mi cuerpo se tensara. Olvidaba que sincerarse demasiado podía ser malo.
—Me estás diciendo que tú, el rey de la supervivencia ¿se ha dejado curar? —dijo en un tono de voz burlona. —No me lo puedo creer ¿así que la niña de papá sabe hacer algo no? —Siguió con la misma sonrisa.
—Bueno, ha estado trabajando duro estas semanas por lo que me ha contado, la base y todo lo que está experimentando le resulta como si estuviera viajando a un país nuevo. —Le contesté con cierta gracia al recordarlo.
—¿Y qué te esperabas? los reclutas nuevos son todos normales, no fueron criados desde pequeños como lo fuimos nosotros. La verdad, no sé qué pretendía el superior al escogerla, no tiene base alguna y será muy difícil cambiarle el pensamiento como lo hicieron con nosotros. —Tenía razón.