Juego Del Destino.

3-Los niños Marchán.

A la mañana siguiente algo suena y al abrir los ojos me doy cuenta que es el despertador, siempre despierto algunos minutos antes y este día no es así, apago la estrepitosa alarma y me levanto, me dirijo al baño por una ducha y antes decido salir a trotar al igual que ayer. 
Después de 45 minutos de trote regreso a mi apartamento y esta vez, la vecina no se encuentra fuera, subo a mi piso y después de ducharme, salgo al trabajo. Una vez allí, me dirijo a la sala de reuniones y me sorprendo al ver a Roberto presente.

-¿Te caíste de la cama? Digo y lo veo sonreír.

-Por primera vez quise llevarte la delantera.

-Pues hoy la llevas. Digo mientras me sirvo una taza de café, para luego ver como uno a uno, entran a la sala los demás compañeros.

Tomo mi lugar alrededor de la mesa y enseguida el jefe comienza con la presentación de una nueva banda en la zona oeste de la ciudad, comenzamos con su modus operandi, seguido de una detallada descripción de sus datos personales, dirección y oficio todo esto acompañado de fotografías. Esto nos lleva casi toda la mañana y parte de la tarde, por lo que al salir Roberto y yo al pasarnos la hora del almuerzo, vamos al restaurante ubicado a unas cuantas cuadras del trabajo. Una vez en el lugar, cada uno ordena y a los minutos nuestras ordenes comienzan a llegar.

Veo como a Roberto le entra una llamada y después de una charla rápida la finaliza.

-Hoy retiraré a los niños de clases, porque Vanesa cubrirá guardia hasta las 8 de la noche.

-Pues que te vaya bien. Digo mientras comienzo con mi plato de costillas de cerdo en salsa.

-Deberías de venir conmigo los niños están entusiasmados con verte.
Recuerdo lo que me dijo ayer y acepto, sabiendo en el fondo que también quiero ver a esos terremotos.

Después de terminar con nuestra comida salimos camino hacia el colegio de sus hijos, sabemos que estamos a punto de llegar por el pesado tráfico a un lado de la calle.

Al estar en la puerta, Roberto se baja y entra para salir algunos minutos después con sus dos hijos. Su tesoro más apreciado en la vida. Veo como Victoria es quien viene primero y Rodrigo viene detrás de ellos un poco afligido, una vez dentro del auto, oigo sus gritos de "Hola Tío Caín" "Tiempo sin verte" y "te extrañamos mucho" todo esto por parte de la pequeña Victoria.

-También los extrañé. Confieso y es que por más que me repita una y otra vez que estoy solo en la vida, ellos son mi familia.

-Rodrigo, ¿No te alegras de ver a tu Tío Caín? Pregunta Roberto al ver que su hijo sube callado.

-¿Le pasa algo a tu hermano? Le pregunto a Victoria quien ya ocupa su puesto y se coloca el cinturón.

-Está triste porque su bonita Candace no asistió hoy a clases.

-¿Una compañerita de clases? Muy bien muchacho. Digo.

-No tío, la Bonita de Candace es su maestra. Ante esto me sonrío y es qué ¿Quién no se enamoró alguna vez de su maestra? creo que fué en esa época donde yo experimenté algo parecido a ese sentimiento que llaman amor.

-Así que el pequeño Rodrigo está enamorado de su Maestra.

-Ja, si lo vieras amigo, todo es ella, hasta en sus dibujos esta. Dice su padre mientras espera pacientemente que un auto en frente salga de nuestro trayecto.

-¿Y es bonita? Pregunto viéndolo mientras el observa la ciudad por donde nos desplazamos y enseguida una tímida sonrisa aparece en sus facciones.

-Es hermosa y muy buena con nosotros. Dice por fin Rodrigo esta vez mirándome.

-¿Y sabes por qué no asistió a clases? Le pregunto mientras el niega y se pierde de nuevo en observar por la ventanilla del auto.

-Del colegio llamaron a tu Mamá y le dijeron que está de reposo por algunos días, mas no le notificaron que le sucedió.

-¡De seguro está enferma! Dice sobresaltado.

-Papá hay que comprarle algo para que se mejore pronto.

-¿Seguro? Dice este mientras cruza la calle para tomar la avenida.

-Si Papá. Un peluche, la otra vez que yo me enfermé tú llevaste uno a la casa y me curé rápido. Dice Victoria y enseguida los dos comienzan a hablar sobre chocolates, helados y hasta un perrito mientras Roberto y yo nos Reímos ante las ocurrencia de sus hijos.

-Está bien le compraremos algo. Dice por fin, comprendiendo que nada de lo que diga, los hará cambiar de parecer.

Nos desviamos del camino que nos llevará a su casa, para estacionar frente a una tienda de regalos, decido quedarme en el auto mientras ellos entran a la pequeña sucursal y exactamente 15 minutos después, la familia Marchán sale con su regalo, lo sé porque veo que Rodrigo es quien lleva una caja rectangular en las manos.

-Pensé que comprarían un perrito. Digo en broma.

-Compramos una manta, por si tiene fiebre se cubra del frío con ella. Dice Rodrigo y ante su explicación del regalo su padre y yo asentimos.

-Papá tienes que llevarlo tú. Agrega el niño mientras observa la caja en sus piernas.

-Está bien. Mañana lo hago, pero antes tenemos que saber dónde vive, esperemos estar en casa y preguntamos a Mamá si sabe su dirección. ¿Si?.




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