Juego Del Destino.

9-Solitario.

Después de terminar el almuerzo nos disponemos a probar el postre pero esta vez somos Roberto, Rodrigo y yo quienes lo servimos. Y es que desde que estos dos formaron su familia, Vanesa se negó a buscar ayuda de alguien para que le echara una mano con los quehaceres de la casa, por lo que sus hijos han sabido ayudar siempre que ella lo amerite, y en este caso a mí también me toca.

Torta de chocolate de postre hecha por la señora de la casa. En el primer bocado mi paladar felicita a la repostera y es que sin duda, es uno de los mejores postres que he probado, mientras las mujeres comienzan a intercambiar recetas y tips de cocina terminamos el postre  Esta vez es Roberto quien recoge la mesa y lava los platos, yo por mi parte voy a su lado y como otras veces en que soy invitado me lo encuentro en la cocina con delantal.

-No tiene novio.

-¿Quién? Digo sabiendo yá por donde viene la conversación.

-Elisa. Susurra.

-Aja ¿Y? contesto al mismo tono.

-Pues idiota que tienes el camino libre.

-¿Otra vez con tu vaina?

-¡Si!

-Eres imposible.

Después de lavar los platos y secarlos es hora de irnos. Si irnos. En las conversaciones que sostuvimos no sé en qué momento accedí a llevar a Elisa a su casa por lo que en este preciso momento, estoy detrás el volante esperando que ella termine de despedirse y abrace a los niños que están invitándola para un próximo almuerzo, la veo prometer que si lo hará y después sube a mi lado.

-Te la encargo Tío. Agrega Rodrigo cuando me dispongo a encender el motor y después de asentir, nos alejamos de la casa de los Marchán.

-Son increíbles. Dice Elisa después de salir del conjunto residencial.

-Así es.

-¿Tienes mucho tiempo conociéndolos?

Toda mi vida.

-Sí.

-Mmmm. Es lo único que dice al igual que la primera vez que preguntó.

Mientras avanzamos en silencio por la ciudad trato de olvidar que está a mi lado y me concentro en el tráfico, son aproximadamente las cinco de la tarde y ya comienza a congestionarse las avenidas, me desvío para tomar vías alternas y así evitar a toda costa quedar unas cuantas horas encerrado en el tráfico con esta mujer.

-Podemos encender la ra...

-¡NO!

-Perdón. Dice ella y es que al ver lo que se disponía hacer sin querer le grite.

-No me gusta la música. Agrego en voz baja, ella no dice nada en todo el resto del camino y a los 10 minutos estamos llegando a su casa.

Cuando lo hacemos, no se me escapa que otra vez el auto plateado y vidrios ahumados se encuentra fuera de su casa.

-¿Conoces al dueño de ese auto? Pregunto cuando este nos pasa por un lado.

-No... A lo mejor es algún vecino. Dice sin siquiera saber que puede ser algún acosador.

-Bien llegamos. Digo sin mirarla.

-Gracia por traerme, por los zapatos y muchas gracias por hacer de enfermero. Dice ella y se baja con su cartera, 

-De nada. Digo y no espero ni siquiera que entre en su casa, cuando doy la vuelta y me retiro del lugar.

Tomo nuevamente la avenida rumbo al otro lado de la ciudad donde se encuentra mi apartamento, pero antes de llegar hago una parada en una licorería, me armo de unas cuantas provisiones de cerveza para este fin de semana, y continúo el trayecto a mi casa, una vez estacionado el auto, subo y precisamente cuando estoy insertando la llave siento unas familiares manos recorriéndome el torso.

-Te extrañé todo el día. Susurra Rosa a mi lado.

-Estuve ocupado. Digo mientras entro a mi habitual estancia, coloco mi mercado en la nevera y al voltear la encuentro en ropa muy reveladora. Porque lleva una especie de bata casi transparente.

-Podemos aprovechar el tiempo entonces.

-La verdad es que estoy muy cansado. Me ducharé y luego dormiré.

-¿Te puedo hacer compañía en la ducha? Insiste.

-Es enserio Rosa quiero estar solo.

-Mentira. En el fondo quieres que me quede.

-¡Que quiero estar solo! Digo un poco más alto.

-¡Uy! Perdón señor, te dejo solo entonces, quien sabe que carrizo te pasaría para que estés así.

-Eso no te incumbe.

-Es verdad. Espero que tengas un feliz y solitario fin de semana y ni se te ocurra llegar a mi puerta en la madrugada ¡Y mucho menos borracho! Esto último lo dice señalando la nevera donde antes guardé la cerveza.

-Si lo que sea.

Oigo cuando sale del apartamento,  si esa puerta no estuviera hecha de roble, sin duda se hubiese venido abajo. Me dirijo al cuarto después de quitarme los lentes y enseguida me desvisto para meterme al baño, una vez bajo la ducha pienso en Elisa, no sé que hace esa mujer en mí para que me comporte de una forma extraña. Después de pasar unos cuantos minutos bajo el agua fría me envuelvo en la toalla y salgo.




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