Juego Del Destino.

36-Enamorado.

Después de la salida con los jóvenes Villasmil he estado trabajando 24x7 en el comando de operaciones. Estamos a poco de conocer la identidad de una pieza clave en el caso, con esto sabremos con exactitud que están buscando y por qué les interesa tanto a esa banda de malhechores.

En este caso de situaciones y depende de como cooperen los sospechosos, una de las opciones que se estudia es la total colaboración en el caso para así disminuir la sentencia.

Cuando suceden este tipo de operaciones, siempre son agotadoras y en este preciso momento estoy exhausto. Hace dos días Cristóbal me entregó la investigación sobre Elisa y aún yace en la guantera de  mi auto. Desde que la recibí no he querido abrirla.

Y no quiero hacerlo.

Necesito saber que confía en mi, si necesita ayuda quiero que ella misma venga y me explique que es lo que verdaderamente está pasando en su vida. Desde el día en que nos vimos por última vez, no he podido olvidar su rostro golpeado.

Alejo todo pensamiento sobre Elisa cuando veo la hora. 6:30 pm, guardo todos los informes en lo cuáles he estado trabajando en el día y cierro la caja para retirarme del lugar.

-¿Un trago? Dice Rivas mientras llega a mi lado al salir de la oficina.

En este momento y con todo el trabajo que hemos tenido los últimos días, sé que necesito distraer la mente.

-La verdad es que me caería bien. Digo aceptando la invitación de mi colega.

Ambos salimos a un bar cercano al comando y allí pasamos al menos una hora entre charlas sobre fútbol, béisbol y mujeres. Julio Rivas es un hombre un poco más joven que yo veinte y tantos años, desde que lo conozco está soltero y aún vive con su madre y su hermana. Me río de sus cavilaciones del porqué aun está solo y me encuentro riéndome al enterarme de que su mujer ideal tiene que cocinar como su madre.

Al preguntarme sobre mis razones, le confieso que mi trabajo no me deja tiempo de nada, con esta excusa lo aparto de mi vida y mientras nos demoramos en unos cuantos tragos mas de ron, me sorprendo aceptando a acompañarlo a una fiesta de la facultad de su hermana.

-¿Se oye como algo serio? Digo mientras nos miramos el típico uniforme de traje azul que usamos en el trabajo.

-Recién hoy busqué mis camisas de la tintorería. Desde que cumplí 26 mi madre se rehusó a lavarme la ropa así que me las apaño a mi manera. Te prestaré una, las tengo en el auto.

Y es así, como minutos después con varios tragos de ron en el organismo, voy siguiendo en mi auto a mi colega. Vamos camino a una fiesta de la universidad de su hermana y lo peor del caso llevo una camisa suya, que me queda un poco ajustada en los brazos. Al llegar al lugar, me encuentro que es en uno de los salones con mucha elite de la ciudad. Entramos con el pase de Julio y enseguida nos dirigimos al enorme salón.

Al entrar nos encontramos con una enorme pista de baile y alrededor mesas ocupadas por distintas personas.

-Mi hermana es Médico residente, así que la mayoría aquí es personal de la clínica donde hace sus pasantías. Déjame buscarla para que nos presente a algunas mujeres bonitas. La barra está libre. Me indica y se aleja.

Lo veo dirigirse por en medio de la pista y decido ir a la barra para no quedarme allí solo. Pido otro trago de ron y de espaldas a los presentes me lo tomo. Veo mi reloj y hace exactamente 15 minutos que el idiota de Rivas se fue, me he tomado al menos como 5 tragos solo. Cuando de repente siento la presencia de alguien. 

Siento en este preciso instante esa energía extraña en mi cuerpo que solo ocurre cuando Elisa Villasmil está a mi lado. Sacudo esa idea de mi cabeza.

Me estoy volviendo loco.

Tomo el resto de mi bebida cuando me doy la vuelta al escuchar una melodía suave, y veo como distintas parejas se acercan a la pista, son exactamente las 11 de la noche cuando veo mi reloj y es que decido terminar este último trago e irme al apartamento. Rivas anda en su auto así que puede irse por su cuenta.

Tomo mi trago y mientras lo llevo a mis labios una mujer en medio de la pista llama mi atención de entre todas las demás. Y es que en este preciso momento la dueña de mis pensamientos de hace instantes, se halla a unos cuantos metros en frente de mi, pero siendo sujetada por un extraño hombre. Ella aún no me ha visto, pero puedo darme cuenta que está más hermosa de como la recuerdo. Lleva un vestido negro y el cabello recogido en un gran moño debajo de su cuello.

Sin duda su cabello hace contraste con su piel y su vestido negro. Me quedo observándola cuando veo como el idiota de su acompañante le susurra algo en su oído y ella se ríe. Cuando me da la espalda puedo observar el rostro de quien la sujeta por la cintura, que para mí -no- sorpresa se trata del mismísimo Lorenzo Matorelly.

Al darme cuenta que es él, una rabia se apodera de mí y quisiera en estos momentos alejarla de su tacto. En todo momento mientras bailan los veo charlar alegremente y cada vez que Elisa se ríe parece que una daga se desliza en mi estómago. Una parte de mi aunada por el licor, me dice que la saque de aquí, pero la otra me dice que mejor me aleje de este lugar y los deje en paz. Al darle el último sorbo de mi trago, salgo de allí sin siquiera ser visto por ninguno de los dos. Tomo mi camioneta y me alejo del lugar dejando a la mujer que quiero en garras de otro hombre.

Me detengo en una licorería y me armo con una gran dosis de cerveza. Mientras voy al apartamento tomo de mí mercado una botella y la ingiero, para este entonces estoy muy tomado y sé que si me hubiese quedado en esa fiesta juro que en este momento Elisa vendría conmigo.

Quizás debiste traértela.

Pienso para mis adentros y es que estoy que me vuelvo loco, esa imagen de los dos abrazados en medio de la pista permanece aún viva en mi memoria.

-Ella no debe estar con él. Digo mientras estaciono fuera de mi apartamento.

-¿Y si se gustan? A ella le puede gustar, han transcurrido varios meses desde que dijo que yo le gustaba. Tiempo pasado.




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