Estaba diluviando, lo cual se les estaba haciendo difícil a James y Emily irse. Como ya era bastante de noche, propusimos que se quedaran a dormir por hoy. Lo cual ellos no tuvieron muchos problemas. Comimos pasta que cocinó James y estaba muy deliciosa, me había sorprendido su talento como cocinero. El James que conocía a diario, era diferente a este, que cocinaba como todo un experto.
Mientras nos acomodamos para dormir, Emily comenzó a interrogarme sobre qué sucedía con su hermano.
— ¿Desde cuándo tienes esa clase de relación con James? — me miró desde el piso.
— ¿A qué te refieres?
— Ay por favor. No creas que no vi cómo se hacían ojitos — dijo Emi muy bajo, casi susurrando.
— No nos estábamos haciendo ojitos — le tiré con un peluche.
— Ey, a mí no me vas a decir qué es lo que vi — me sacó la lengua.
— Tu no viste nada, eres miope — bromeé — Sabes que no va a pasar.
— Nunca digas nunca, además, creo que amaría que fueras mi cuñada — me guiñó el ojo.
— Emi, cuando éramos niñas intentaste que se fijará en mí, sabes que no resultó — sonreí ante el recuerdo. No éramos buenas haciendo planes para que él se fijará en mí.
— En ese momento teníamos trece o catorce, éramos unos fetos. Ahora eres una mujer que tiene sus atributos — me puse roja de la vergüenza — Y James sabe y acepta que eres hermosa. Él no es tonto. Usa esos pechos y esos labios.
— Emi, ya, vas a hacer que me ilusione de cosas que no van a pasar.
— Siendo honesta, como hermana menor celosa, considero que eres la única que merece volverse mi cuñada — sentenció.
No respondí nada y solo me tiré en mi cama para por fin dormir. Las imaginaciones de Emi me iban a matar de la vergüenza. No es como que haya considerado en algún momento formar parte de la familia de Emily, amo a mi mejor amiga, pero su hermano, no me ve de forma que ella imagina. Y yo tampoco. Hay cosas que solo deben quedar así, ya que, si algo pasaba, arruinaríamos la amistad que teníamos y me dolería perderlo. Siempre nos hemos llevado bien.
Un fuerte trueno me sobresalta en la cama, con la respiración agitada y el pulso a mil noté el frío de cagarse que hacía, así que salí de mi cama a levantar la temperatura del termostato, en eso me cruzo a James saliendo de la habitación de mi hermano.
— ¿Ya te vas? — le susurré.
— Se supone que nadie se iba a enterar — se detuvo a medio camino.
— Se supone que pasarías aquí la noche — expuse confusa.
— Me surgió algo, no te preocupes — sonrió tranquilo.
— ¿Algo, a las tres de la mañana? ¿Con esta lluvia? — pregunté retóricamente.
— Todavía no eres mi novia y ya quieres que te dé explicaciones — soltó con gracia mientras salía. Rodé los ojos ante su comentario. ¿Cómo que todavía?
El día estaba completamente gris, la lluvia había cesado. Se sentía la falta del sol y más en la motocicleta, que me pasaba de lado a lado, el cortante frío.
Antes de llegar al salón, compré un café para despertar, estaba muy feliz por llegar puntual, por primera vez en la semana. Comencé a tomar mis apuntes. Y luego de algunos minutos, en un movimiento torpe, tiré el café sobre las hojas. Había empezado a ser un buen día.
— Puedes ir al baño— dijo la profesora, que me había visto hacer el desastre. Agradecí y fui en dirección a los sanitarios.
Los pasillos estaban muy desolados, hasta diría que daban malas vibras. De seguro en la noche este lugar, daba miedo. Mi día estaba siendo de lo más hermoso, hasta que llegué al baño y me crucé con Clarissa Ross y alguna de sus amigas, no la conocía mucho, pero le caía mal por una razón que desconozco. La conocía vagamente ya que escuché por ahí que era una de las ex de James, a quien engañó con uno de sus amigos de la infancia. No tenía muchos detalles además de eso y por alguna razón, le caía mal. Nunca le pregunté porqué, pero tampoco me importaba.
— Chicas, ¿Cómo que huele a zorra no? — dijo hacia nadie en general.
— Debe ser tu perfume.
Lavé mis manos y me las sequé. Iba a salir cuando escucho un comentario que despertó una parte violenta en mí que, por el bien de todos, permanecía oculta desde hace varios años. Mi manejo de la ira y violencia llevaba tiempo sin romperse. No iba a caer otra vez.
— ¿Y dime, ya te acostaste con el chico nuevo? Se nota como te come con la mirada — expresó la muy hija de fruta con una sonrisa falsa, me estaba provocando y lo sabía.
— No, con James es más que suficiente — mentí solo para molestarla.
En un momento me acuchilló con la mirada. Disfrutaba molestarla, más que nada sabiendo que seguía rogando el perdón de James. No le importaba perder la dignidad por un hombre. Siendo una universidad tan grande, no entiendo como el oji-celeste, era tan popular. Sacando el hecho que era uno de los mejores jugadores de fútbol y que tenía una actitud muy romántica y atenta, seguía siendo un chico como cualquier otro. Pero la verdad es que no entendía esa necesidad de creerse superior por usar a otra persona como trofeo. Ni que eso le diera ventaja por sobre los otros.
— Es una lástima, parece un buen partido — sus ojos marrones me recorrieron de arriba abajo y entonces agregó — Mejor que Jonathan.
— ¿Cómo... — por lo que sabía, nadie me había visto salir con él del departamento de Lucas.
— ¿Cómo no enterarse? Le gusta presumir que la hermana del capitán del equipo de fútbol, le rogó por pasar la noche con él y no fue buena — dijo como si nada, pero confusa ante mi cuestionamiento.
Me comenzó a hervir la sangre del enojo. Las cosas se habían dado completamente al revés, él me suplicó. Pero claro, nunca iban a creer que eso es tan machista que eso dañaría su ego y reputación.
Salí del baño hacia el salón con la sangre corriendo como lava por mis venas. Se me hizo eterna el finalizar la clase. Una vez hecho, tomé mis cosas y me dirigí a la cancha de fútbol, donde todos estaban entrenando, incluso mi hermano. Busqué a ese imbécil por todo el lugar y lo encontré a lo lejos mientras practicaban patear al arco. Con paso firme y la mirada centrada en él, fui a su encuentro y comencé a gritarle.
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Editado: 15.11.2024