Juegos de Sangre

Capitulo 23

Hola lectores!! Lamento mucho la tardanza, realmente me hace muy feliz saber que la historia está teniendo lecturas, y pido disculpas por tardar tanto en publicar nuevos capítulos. No estoy en un buen momento personal, pero intento traer lo más antes posible. Espero que lo disfruten 🥰❤️

— La policía ya se ha dispersado, podemos salir — mencionó James llegando.

— ¿Podrás manejar así?

— Si no sabes nada de mí en unas horas, sabrás que no — bromeó Matt subiendo en la moto que había traído.

— ¿Cuánto es “un par de horas”?

— Nos vemos princesa —se colocó el casco en el codo y se marchó.

— A veces es tan poco considerado con mi ansiedad — solté en cuanto nos quedamos a solas con James.

De manera incómoda, nos volvimos a poner en marcha. De día, parecía un barrio como cualquier otro. Niños corriendo de un lado al otro. Perros ladrando detrás de las rejas, algunos por la calle y uno que otro gato. Estaba siendo un lindo día, el cielo despejado, tan celeste como nunca antes había notado. Soplaba una brisa que me hacía sentir libre por unos segundos, era solo yo y el silencio de mi cabeza.

— ¿Plan de escape? — soltó mi acompañante.

— No me dio muchos detalles, solo que intentaban sabotearnos y que la policía sabía de esto — no me sentía con ánimos de hablar. Estas calles me traían recuerdos de Arian.

Llegamos a la casa de rejas verdes y suspiré aliviada al ver que el auto aún estaba en una sola pieza. Poco a poco me fui acercando a la puerta, los recuerdos de tantas noches que pasamos aquí, eran algo difícil de olvidar. Noté que aún estaba el pequeño canario que una vez compramos estando ebrias. Estaba viejo, triste y no parecía estar de la mejor forma. Su plumaje, que alguna vez fue de un amarillo vivo, hoy estaba oscurecido y parecía sucio.

Levanté mi mano y toqué el timbre entre la reja y la puerta. Sentí un gran nudo en la garganta. No veía a Margot desde que murió Arian. Estaba nerviosa y ansiosa, pero sobre todo triste. No pude ir a su funeral y no supe nada de ella desde entonces, para cuando la quise ir a buscar, mis padres ya se encontraban con los pasajes para venir a Los Ángeles.

La puerta se abrió y pude verla. Ojos cansados, con un aspecto de haber estado llorando los últimos cinco años; su cabello, rojizo como el de Arian, que antes era corto, ahora se encontraba largo y recogido en un moño que se perdía detrás de su cabeza.

— Hola Margot…— susurré temblando y llorosa.

— Disculpa, ¿Te conozco? — tomé aire tratando de controlar mi respiración temblorosa.

— Soy… Soy Elena…la mejor amiga de Arian — solté tan lento su nombre, como si decirlo en voz alta, repitiera lo que pasó aquella vez.

— ¿Lena?

Asentí y ella abrió por completo la puerta, parecía sorprendida de verme. Con una lentitud agobiante, me fue examinando el rostro a medida que sus ojos se empañaron y se volvían rojos por el llanto guardado.

— Ay mi niña — fue lo último que le escuché decir antes de abrazarme. Sus brazos cálidos me guardaron dentro de su pecho y sin advertirme lloré con ella — Pensé que nunca más te volvería a ver.

Nos invitó a pasar y a ayudarnos, ya que vio a James algo rojo de los golpes y a mí con la mano sangrada. Dentro de la casa, solo había silencio. Algo que me gustaba y a la vez se hacía extraño, cuando Arian vivía, la música y los cantos con su madre llenaban el vacío. Si bien siempre hubo melodía, y ruido, aquello me daba paz. En casa los gritos nunca cesaban, si no era por una cosa, era por otra. Aquí el sonido, solo significaba calma.

Mis ojos se fijaron en cada una de las fotografías que había a nuestro alrededor. Una de manera particular llamó mi atención, nos encontrábamos las tres frente al muelle, Arian sobre mí y Margot abrazándonos a ambas.

— Aún recuerdo ese día — comentó con cierta melancolía y nostalgia.

— Fue cuando ganamos el pez dorado en la feria — sonreí recordando cómo nos habíamos esforzado por tirar todas las botellas para ganarlo.

— Que murió a los tres días — negó con cierta diversión — No debí dejar que se llevarán ese pobre animal.

Nos sentamos en su cocina, James, de manera muy notable, se encontraba incómodo y pálido, como si hubiera visto un fantasma. Palideció aún más al ver las fotos.

— ¿Estás bien? — llamé su atención al ver la última foto. La última. Con su chaqueta verde y abrazada a mí con una sonrisa que irradiaba alegría. Esa mañana antes de morir, decidió que era buena idea sacarnos una foto abrazadas, según ella, para “actualizar”. — Era mi mejor amiga en New York — le aclaré.

— ¿Cómo se llamaba? — estaba raro, su voz siempre segura, ahora estaba sin aliento.

— Arian — mencionó su madre — Hace cinco años que…

— Falleció — terminé al notar que ella no reaccionaba.

Tomó asiento a mi lado y pareció que su cuerpo le sacudió un sismo. Cerró los ojos, parecía cansada y sobre todo triste. De cierta forma entendía su pérdida. Pero yo sentía que había perdido a mi hermana.

— Lena… hay algo que debo decirte — tomó mis manos y sus ojos llorosos se centraron en mí — Cuando sucedió lo de Arian…

— No Margot, por favor, no quiero recordar eso — temblé al sentir que revivía el momento que la vi suspirar su último aliento.

— Elena, escúchame… nunca encontraron su cuerpo.

— ¿Qué?

— Nunca hallaron su cadáver, solo rastros de su sangre.

Sentí como las paredes de la cocina se iban cerrando y mi vista se dirigió a James que la veía aún más pálida que antes. Me observó. No lograba pasar el aire a mis pulmones y el pecho me pesaba.

— ¿Y el funeral? — logré articular.

— No hubo, cuando me llamaron de la estación… dijeron que solo encontraron otro cuerpo y rastros de sangre de Arian, junto con su chaqueta verde… — le resultaba muy difícil relatar aquello, volvía a revivir su pesadilla — Cuando fui a… reportar su desaparición… me pidieron una prueba de sangre para comparar… con las pruebas que había en ese accidente, para ver si alguna de las muestras coincidía… y desde entonces solo sé que es probable que esté en una red de tratas.




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